(CNN) – Un corto puente que conecta Venezuela y Colombia ofrece una tabla de salvación para miles de personas que cruzan entre los dos países todos los días.
El Puente Internacional Simón Bolívar se ha convertido en una ruta de alivio para los venezolanos frente a una crisis humanitaria en su lado de la frontera.
Es una crisis alimentada por la tasa de inflación más alta del mundo, los disturbios y las protestas callejeras violentas. Pero la crisis lleva años fabricándose.
Los ingresos petroleros que impulsaron la economía del país durante el gobierno de Hugo Chávez se redujeron más tarde debido a la caída de los precios del petróleo, y las masivas subvenciones estatales de la era Chávez pasaron a ser insostenibles. Productos básicos y medicamentos son inasequibles para muchos venezolanos, dejando a familias enteras luchando por sobrevivir.
Cada día cruza el puente a Colombia un flujo constante de personas, una mezcla de personas jóvenes y otras más mayores, solos o en familia, cruzando de ida y vuelta en busca de suministros básicos. La mayoría lleva maletas vacías o un puñado de bolsas de plástico. En el viaje de retorno, las bolsas rebosan de productos que no pueden conseguir en su país.
El aire es húmedo y polvoriento, al mismo tiempo. El puente, flanqueado por exuberantes palmeras, conduce a un pedazo de tierra lleno de escaparates improvisados, minisupermercados y establecimientos de conversión de divisas.
A medida que el camino se abre paso en la ciudad fronteriza de Cúcuta, mujeres jóvenes pasan folletos amarillos a los venezolanos que entran. Un hombre levanta la voz en un micrófono, ofertando productos de un gran supermercado. “Bienvenidos, amigos de Venezuela, tienen la leche con chocolate y papel higiénico por un buen precio”, grita.
Enrique Sánchez está agradecido con Colombia, “porque tienen suficiente para ellos y para nosotros”, dijo.
Esta vez, compró harina, aceite, arroz y azúcar con sus depreciados bolívares. Sánchez hace el viaje de una hora desde San Cristóbal cada dos días para mantener a su familia de ocho miembros alimentada durante la crisis.
“Desafortunadamente, en Venezuela no hay comida. Esa es la realidad”, dijo, antes de volver hacia el cruce.
Enrique Sánchez cruza la frontera cada dos días
Una joven madre, Hennessy Quitián, llevaba pañales a su casa en San Cristóbal en su desgastada silla de paseo, reconvertida en un carrito de compra. Va de compras con su madre, su padre y su hermana. La familia compró harina, arroz, azúcar y jabón. Por lo general, hacen el viaje una vez al mes.
Hennessy Quitián cruza la frontera cada mes para comprar pañales
Otros hacen el trayecto de ida y vuelta a través del puente una docena de veces al día. Como Jason Arias, que está ahí entre las 5 de la mañana y las 7 de la tarde, con hielo granizado en la mano para combatir el calor, mientras empuja una silla de ruedas con la otra mano. Arias transporta entre 15 a 20 personas en silla de ruedas por 16 dólares al día con algunos amigos. Cada pocas semanas, viaja 18 horas en cada sentido para llevar pañales y leche para su hijo. Pero la mayor parte del mes, permanece en las inmediaciones del puente para ganarse la vida para su familia.
Víctor Martínez, estudiante de secundaria, hace el largo viaje en autobús desde Caracas para comprar arroz, pasta y jabón para su familia cada seis semanas. Debido a las actuales protestas y los temores sobre la seguridad de los estudiantes lleva más de un mes sin ir a clase. Cuando se le preguntó acerca de su próximo viaje para llevar alimentos a su familia, Martínez dijo: “Depende de cuánto tiempo dure la comida que compro aquí”.
Víctor Martínez, hace el viaje desde Caracas para comprar alimentos para su familia
Algunos viajan principalmente para comprar medicinas, como Katiuska Reyes, que compra la medicina para su pequeño hijo. “Las encuentro aquí, no las encuentro allí”, dijo. Ella también llena sus bolsas de plástico negro con productos femeninos, arroz, pañales y leche.
Katiuska Reyes, de regreso a Venezuela tras comprar algunos productos básicos
Y a medida que las personas fluyen de nuevo hacia Venezuela, un hombre grita: “¡Viva Maduro!”. A poca distancia a otro hombre grita a nadie: “¡Que se atreva Maduro a venir aquí!”.