(CNN) – Para Lindsey Averill, la definición de tortura fue su clase de gimnasia de séptimo grado.
Entre los ecos del rebote de los balones de baloncesto y el chirrido de los tenis en el piso del gimnasio, Averill solía oír a unas niñas, que pensaba eran sus amigas, entonando una canción, casi siempre dirigida a ella.
“Masa amorfa”, cantaban las niñas con su voz aguda.
En ese gimnasio de un colegio privado del condado de Westchester, en el norte del estado de Nueva York, es donde Averill dice que se ha sentido más excluida. Y el profesor de gimnasia no hacía nada, dice ella.
“Definitivamente, fui matoneada por personas por las cuales me preocupaba y definitivamente tenía personas que pensaba eran mis amigos, pero no lo eran”, dice Averill, ahora de 39 años, cuando recuerda sus relaciones escolares. Agrega que el peso solía ser el objeto de las burlas de sus compañeros del colegio.
Averill y la niña que le puso el apodo de “masa amorfa” son hoy íntimas amigas, según Averill. Sin embargo, hace muchos años la niña le dio otra definición a la relación que tenían: amiga-enemiga.
“Los niños pueden ser malos. Tenemos que aceptar que eso es parte de ser niños, pero creo que los niños gordos son objetivos específicos”, dice Averill.
“Son especialmente susceptibles porque ya están en una posición en la que sienten que deben luchar por pertenecer, así que es más probable que acepten el tratamiento de un amigo que los menosprecia”.
“Lo que vemos de modo sistemático a través del tiempo es la no reciprocidad de las relaciones de amistad, así que los niños con sobrepeso tienen relaciones con los niños que no tienen sobrepeso. Es algo que hemos visto en varios estudios hechos en distintos momentos y países”, dice Kayla de la Haye, científica del comportamiento y profesora asistente de la Universidad del Sur de California, autora principal de uno de esos estudios, publicado en la revista Plos One.
“Debemos esperar que a medida que las tasas de obesidad aumentan y se vuelve más normal o más común, veamos más personas aceptando eso como una característica más”, dice la experta. “Lo que sorprende es lo sistemático de este rechazo y lo fuertes que pueden ser los efectos en los niños con sobrepeso que son odiados por sus pares solo por esa característica”.
El porcentaje de niños con obesidad en Estados Unidos se ha más que triplicado desde la década de 1970, con cerca de 1 de cada 5 niños en edad escolar que es obeso, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés).
De manera similar, en el Reino Unido, cerca de 1 de cada 5 niños entre 10 y 11 años es obeso, según el Servicio Nacional de Salud.
Las relaciones de amistad-enemistad y el matoneo relacionado con el peso pueden tener un impacto negativo no solo en la salud emocional de los niños con sobrepeso, sino también en su salud física, pues puede llevar a que ganen más peso, según de la Haye.
La obesidad durante la infancia está asociada con un mayor riesgo de hipertensión, colesterol alto, diabetes tipo 2, problemas respiratorios y matoneo y estigma, según los CDC.
LEE: Los niños en Estados Unidos vencen a los niños de Canadá… en obesidad infantil
Pero, ¿por qué los niños con sobrepeso son más propensos a tener relaciones de ‘amigos-enemigos’?
Para el estudio de Plos One, de La Haye y sus colegas analizaron la información de 504 niños de 28 salones de primaria independientes en Holanda. Los datos, recolectados entre el 2001 y el 2002, venían de un proyecto de investigación nacional.
La información incluyó respuestas de cuestionario en las que los niños indicaban quiénes eran sus mejores amigos en el salón de clases, así como cuáles eran los compañeros que detestaban. La altura y el peso de cada niño también hacía parte de la información y servían para calcular su índice de masa corporal.
Los investigadores encontraron que los niños con sobrepeso no solo tenían menos probabilidad de ser nombrados como amigos frente a sus compañeros sin sobrepeso, sino que tenían 1,65 más probabilidades de ser clasificados como aquellos a quienes los demás no querían.
“Es importante enfrentar este ambiente socialmente negativo porque puede tener un impacto negativo en la salud mental de los niños con sobrepeso y porque es un obstáculo para que adopten hábitos saludables”, dice la investigadora. Según ella, el estigma de la obesidad no ayuda a motivar a los niños a perder peso.
Este nuevo estudio tiene limitaciones, pues solo involucró a una muestra de niños holandeses y analizó sus relaciones de amistad dentro de un salón de clases y no afuera del colegio.
“Este es realmente el primer estudio que analiza esas relaciones de odio”, dice de la Haye. “Necesitamos trabajar más para ver si puede generalizarse a niños en Estados Unidos, aunque creemos que así será, pues los estigmas basados en el peso suelen ser muy comunes en todos los países”.
LEE: ¿Los anuncios contra la obesidad infantil propician el bullying?
¿Cómo detener el estigma por el sobrepeso?
Averill y su socia de negocios, Viridiana Lieberman, produjeron un documental llamado Fattitude (por fat, de gordo, y attitude, de actitud), que arroja una luz sobre cómo la cultura popular puede fomentar los prejuicios sobre el peso.
La película se estrenó en mayo en el Festival de Filmes Documentales DOXA, de Vancouver (Canadá) y estará en noviembre en Nueva York, en beneficio de la Asociación de Trastornos de Alimentación por Atracones.
En la mayoría de películas o series de televisión, “si vivo en un cuerpo gordo soy la loca o el monstruo, como Úrsula, la bruja de mar (de La Sirenita), o el Pingüino en Batman o Jabba el Hutt (en La Guerra de las Galaxias), que literalmente es una montaña de grasa”, dice Averill.
“Si soy una mujer gorda en el cine, o soy hipersexual o soy lo opuesto, una persona completamente asexuada que nunca piensa en tener sexo (…) Ese tipo de mensajes se meten en nuestro pensamiento cultural y a partir de entonces tomamos esos estereotipos y los ponemos sobre personas que conocemos en el mundo real”.
A veces, los padres inconscientemente les heredan a sus hijos esos prejuicios sobre el peso, dice Averill.
“Tal vez al mirar a nuestros hijos les decimos: ‘Eres lindo, eres perfecto’, pero cada vez que nos miramos al espejo decimos ‘pero yo soy tan gordo y tan feo’. Así le pasamos ese mensaje directamente a nuestros hijos. Les enviamos el mensaje de que si nuestro hijo es delgado, entonces la gente gorda vale menos”, explica.
Ahora que se ha identificado el estigma del sobrepeso, Eliana Perrin, investigadora de la Universidad de Duke y autora principal de otro estudio sobre el tema publicado el mes pasado en la revista Pediatrics, dice que hay muchas formas de enfrentar ese prejuicio, sobre todo entre los niños.
“Una es motivarlos a pensar activamente en ese estigma y en combatirlo. Incluso aunque tengan prejuicios implícitos, pueden trabajar en evitarlos si actúan en esos prejuicios”, dice Perrin.
“Lo segundo es educar a nuestros hijos en una alfabetización audiovisual, para que cuando vean películas, anuncios publicitarios o participen en las redes sociales, puedan reconocer esos mensajes estigmatizantes y luchen contra ellos”, dice.
“Lo tercero es trabajar con los medios, los padres, los colegios y los médicos para combatir esos prejuicios y reemplazarlos por mensajes positivos que tengan más que ver con lo que hace la gente y no con su aspecto. Tenemos razones para creer que todo esto tiene el potencial de ayudar”, afirma Perrin.