(Expansión) – Todo comenzó en 1969. El paro cardíaco que sufrió un japonés de 29 años, a causa del exceso de trabajo, alertó a la sociedad nipona. Pero no fue sino hasta finales de la década de los 80 que el síndrome de Karoshi –palabra que significa muerte en el idioma asiático– tomó relevancia.
Este síndrome, que según el Consejo Nacional en Defensa de Víctimas de Karoshi, ha terminado con la vida de más de 10.000 personas (aunque las cifras oficiales aseguren no rebasar los 340 casos), parece elegir a los profesionales que trabajan más de 100 horas extra al mes.
“Empleados jóvenes y saludables que han sido expuestos a las evaluaciones de líderes autócratas y terminan con trastornos del sueño, estrés excesivo, ansiedad e incapacidad para concentrarse, son los candidatos ideales”, menciona Emiliano Villavicencio, especialista de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad La Salle.
Estos síntomas impiden que el cerebro y el corazón funcionen bien, lo que incrementa las posibilidades de sufrir paros cardiacos, derrames cerebrales e, incluso, morir, según Diana Cover, directora general de Te Queremos Escuchar, plataforma que ofrece atención psicológica en línea.
“Vivimos inmersos en una cultura que nos mantiene trabajando en sentido de competencia, más que de colaboración, lo que nos impide desconectarnos y relajarnos en tiempo de recreación”, expone la psicóloga y comparte que en México, de 75.000 muertes registradas por infarto en el último año, 30% se relacionan con el estrés laboral.
¿Cómo detectarlo?
Para Villavicencio, un individuo que vive con prisa, habla rápido y responde, en su mayoría, con monosílabos o frases muy cortas, es un posible candidato del síndrome de Karoshi, ya que se trata de alguien con demasiados pendientes en la mente y sin capacidad de concentrarse en uno solo.
“La falta de orden y planificación que se tiene en las actividades cotidianas genera estrés y, por ende, reacciones emocionales exageradas, por ejemplo, llorar al recibir una llamada de atención”, expone el académico de La Salle.
Otra forma de identificar a los candidatos potenciales es su estado de ánimo: la mala actitud, el enojo y la tristeza son los que más experimentan. Esto sin dejar de lado la culpa que les causa no ser el último en salir de la oficina o dejar actividades inconclusas. “Parece que tienen la necesidad de mantenerse ocupados”, apunta.