A bordo de la aerolínea del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos: detrás de escenas en un vuelo de deportación
Alexandria, Louisiana (CNN) - Los hombres se mueven en fila a través de la pista solitaria, uno a uno.
Los grilletes alrededor de sus tobillos resuenan con cada paso, un golpe constante que marca el rugido del motor.
Algunos hombres caminan con zapatillas sin cordones.
Otros llevan zapatos casuales de color azul marino, suministrados por la penitenciaria.
Otro calza botas de trabajo machadas con pintura.
Esta podría ser la última vez que pisan suelo estadounidense.
El Boeing 737 a su lado tiene como destino final Ciudad de Guatemala.
Estos hombres, como todos los pasajeros de la aerolínea del Servicio de Inmigración y Control de Estados Unidos (ICE por sus siglas en inglés), tienen solo un boleto de ida.
En el último año, Estados Unidos deportó a casi 100.000 personas en aviones chárter como este. Con los arrestos de inmigrantes en aumento, el número de vuelos de deportación podría aumentar.
Mientras los detenidos caminan hacia la aeronave en esta mañana húmeda, los contratistas de seguridad esperan sobre el asfalto, en una rutina que les resulta familiar.
Un guardia con guantes realiza señas para que un detenido que se encuentra frente a él siga sus órdenes.
Apunta a su boca. El detenido la abre ampliamente.
El guardia busca señales de contrabando.
Mira en los bolsillos del detenido. Revisa bajo las medias, palpa sus pantalones. Abre las esposas, pero solo por unos segundos y también revisa debajo de ellas.
Edy Segundo Mota Pérez se frota la muñeca derecha, justo antes de que el guardia coloque las esposas nuevamente y las cierre con llave.
Mota sube la escalera de metal hacia el avión, lo hace cuidadosamente para no perder una de sus zapatillas rojas que tiene los cordones desatados o para no tropezarse con los grilletes entre sus piernas.
En cerca de 30 minutos termina el control de seguridad. 116 pasajeros ingresan al avión: primero los hombres, esposados y encadenados de los pies; luego las mujeres y las familias, sin esposas o grilletes.
Menos de la mitad tienen cargos criminales. Todos son ciudadanos guatemaltecos con orden de deportación, traídos a este aeropuerto por autoridades inmigratorias estadounidenses, quienes los detuvieron a lo largo de la zona este de Estados Unidos.
Algunos detenidos visten camisetas que indican donde estuvieron.
Uno de ellos promociona una empresa de Nueva Jersey. Otro ofrece pintura “aplicada con orgullo” en Michigan. La camiseta naranja de Mota celebra un torneo de fútbol en Rhode Island.
La compuerta del avión se cierra.
Estas vidas ahora quedan atrás.
Siguiente parada: Guatemala.
Preparándose para el despegue
El país centroamericano es el principal destino de las operaciones aéreas de ICE, el brazo del gobierno de Estados Unidos que opera los vuelos de deportación.
Este Boeing 737 es uno de los 10 aviones chárter que forma parte de la flota de ICE, utilizado para transportar a inmigrantes detenidos a lo largo de Estados Unidos y que son devueltos a sus países alrededor del mundo.
Durante el último año, de acuerdo al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, más de 29.000 inmigrantes que vivían en Estados Unidos de manera ilegal fueron deportados en más de 500 vuelos desde este aeropuerto en Louisiana, uno de los cinco centros de operaciones de la aerolínea de ICE.
En muchos sentidos este avión luce como cualquier otro avión de pasajeros: la azafata luciendo radiante con una elegante bufanda atada al cuello, el letrero luminoso del cinturón de seguridad, el folleto de seguridad en los bolsillos de los asientos.
Una mujer con un acento sureño saluda en inglés a los pasajeros a través del sistema de audio.
Buenos días damas y caballeros. Nuestro tiempo estimado de vuelo esta mañana es de 2 horas y 36 minutos.
Otra asistente de vuelo muestra como abrocharse los cinturones de seguridad, utilizar la máscara de oxigeno e inflar el chaleco salvavidas en caso de emergencia. Este avión como cualquier otra aeronave que parte de los Estados Unidos debe seguir regulaciones federales de seguridad.
Algunos de los detenidos miran fijamente a las azafatas. Otros parecen encantados.
Para aproximadamente una docena de guardias dispersos en asientos a lo largo del avión, este es un procedimiento conocido. Ellos acompañan varios vuelos de deportación a la semana.
Pero para muchos detenidos, este es el primer viaje en avión de sus vidas.
La azafata ofrece un mensaje final, también en inglés.
Les agradecemos y que tengan un buen viaje.
Cuando termina, algunos hombres se alegran.
“¡Hazlo en español!”, grita uno, generando risas a su alrededor.
No se ofrece ninguna traducción a medida que el vuelo se desplaza por la pista; las regulaciones federales de aviación no lo requieren.
Arrepentimientos y alivio
Las expresiones de alegría se escuchan a medida que el avión despega.
Primero un hombre silba. Luego varias filas a su alrededor se unen.
Pero muchos detenidos están en silencio, en sus rostros se refleja un mar de emociones.
Dos mujeres en la fila 6 esconden sus cabezas bajo sus manos.
Unas pocas filas detrás, un hombre se mueve en su asiento y mira frenéticamente a los demás pasajeros.
Mota, el detenido con la camiseta naranja que promociona un campeonato de fútbol, está en la última fila del avión, sonriendo mientras conversa con el pasajero de al lado.
No es una sorpresa, asegura Mota, que algunos de sus compañeros pasajeros estén contentos. Él está aliviado de regresar a Guatemala tras pasar cerca de un mes tras las rejas.
“Estoy esperando llegar, nada más”, dice.
El hombre de 25 años, llamó a Providence, Rhode Island, su hogar por casi ocho años. Él fue una de las 600 personas arrestadas en operaciones recientes para detener a inmigrantes indocumentados que ingresaron ilegalmente a los Estados Unidos como menores no acompañados.
Mota no se enfrentó a cargos criminales. Pero un juez determinó que había entrado ilegalmente a Estados Unidos y ordenó su deportación en mayo de 2011, según ICE, que describió a Mota como un fugitivo que había incumplido con la decisión del juez.
Mota dice que oficiales de inmigración lo estaban esperando afuera de su casa una tarde de lunes en el mes de julio, cuando regresaba de su trabajo en el área de la construcción.
Él no sabe si alguna vez volverá a Estados Unidos. Regresar y arriesgarse a pasar otro periodo en la detención de inmigración, no vale la pena, asegura.
“No quiero regresar a la cárcel, sin haber cometido ningún delito” , afirma.
Esta triste de dejar atrás a sus hermanos en Estados Unidos. Pero está listo para volver a Joyabaj, Guatemala, donde su madre y su hermana lo esperan para darle la bienvenida. Quiere enfocarse en empezar de nuevo, lejos de las amenazas de las autoridades de inmigración.
El avión está subiendo a 804 km/h y a 10.000 metros sobre el mar azul brillante.
¿Quién está a cargo?
Desde la cabina delantera, un hombre con barba de chivo, camiseta tipo polo y anteojos de sol negro sobre su cabeza observa la escena.
La mayor parte del vuelo está en silencio. Pero claramente este oficial de ICE es el que toma las decisiones.
Decide el momento en que los guardias van a distribuir las botellas de agua, los sándwiches de jamón de pavo y las barras de cereal de granola con chispas de chocolate.
Decide cuando es momento de acompañar a algún detenido al baño.
Decide el momento de retirar las esposas y los grilletes a los detenidos.
En este vuelo, las cadenas se retiran luego de una hora y media del inicio del viaje.
Los guardias entran en acción en todo el avión soltando los seguros. Nuevamente el sonido del metal llena el aire, esta vez mientras guardan las esposas en bolsas de lona verde gastadas.
Cuando estos detenidos se bajen del avión en Guatemala, ya no estarán esposados.
La última vez que pueden ir al baño durante el vuelo ocurre cerca de dos horas después del despegue.
“Apágalo” dice el oficial a los guardias. “Estamos a 20 minutos”.
Damas y caballeros, en aproximadamente 30 minutos vamos a aterrizar. Solicitamos que tomen sus asientos.
La vista desde el aire
En el asiento 5E, Erminio Leiva Cano se inclina tanto hacia su hijo de 17 años, que sus rostros prácticamente están uno al lado del otro, mientras observan a través de la ventana.
En este avión no hay películas o revistas. Mirar por las ventanas es una de las pocas maneras de pasar el tiempo.
Leiva mira a través de las nubes blancas, como buscando alguna señal de algo que le resulte familiar abajo. ¿Será ese México, el país que tuvieron que atravesar en su trayecto hacia lo que pensaron sería un largo futuro en Estados Unidos?
Es su primer vuelo. Leiva de 54 dijo que jamás imaginó que estarían volando en un avión y si lo hicieran, jamás imaginó que sería de esta manera.
Leiva relata que él y su hijo llegaron a Estados Unidos hace 10 meses, con la esperanza de quedarse muchos años.
“En el poco tiempo que llevamos, no logramos hacer gran cosa” asegura.
Leiva y su hijo no se enfrentaron a cargos criminales. Agentes de inmigración de Estados Unidos los detuvieron en Arizona luego de cruzar ilegalmente a los Estados Unidos de acuerdo con ICE. Los funcionarios emitieron una orden de expulsión inmediata, pero los liberaron.
Leiva relata que junto a su hijo se mudó a Memphis, Tennessee, donde debió llevar un monitor en el tobillo y debía registrarse mensualmente con autoridades de migración.
Su hijo consiguió trabajo en una empresa de techos. Leiva trabajó en una fábrica de paletas.
Ayer nada más, cuenta Leiva, las autoridades los detuvieron y le informaron que el día de su deportación había llegado. Ocurrió tan rápido, asegura, que ni les dio tiempo de avisar a sus seres queridos en Guatemala que estaban regresando.
Los ojos de Leiva se llenan de lágrimas mientras mira por la ventana. Trata de mantener la calma y de animar a su hijo.
“De todos modos, en la vida se necesita valor”.
La vista debajo de las nubes cambia de mar azul a exuberante tierra verde, de llanos a montañas cubiertas de árboles, de árboles a pequeños edificios con techos de metal que reflejan el sol, de pequeños edificios a edificios más altos con tendederos de ropa en las azoteas.
Las nubes se hacen más grandes. El suelo se acerca.
La gente en el avión comienza a alegrarse de nuevo.
Damas y caballeros, bienvenidos a Guatemala. La hora local es 9:45.
Una cálida bienvenida
En el aeropuerto de Ciudad de Guatemala, los funcionarios trasladan rápidamente a los deportados del avión a un área de recepción que la mayoría de los pasajeros que llegan a la capital del país nunca ven.
El pequeño edificio al lado de una pista de la Fuerza Área de Guatemala está lleno de actividad.
Música de tubos de Marimba suena a través de los parlantes, mientras los deportados que acaban de llegar pasan por la puerta.
Personal reparte agua y jugos y los guía hacia una hilera de asientos plegables.
La música se detiene. Un hombre en la parte delantera del salón, que viste un chaleco que dice “MIGRACIÓN”, lee una serie de anuncios en español.
Le asegura al grupo que el proceso de la entrevista que están a punto de pasar será rápido. Él sabe que están ansiosos de reunirse con miembros de sus familias.
“Lo que menos quieren es seguir aquí, ¿verdad?”.
Por favor, les dice, aunque hayan utilizado otro nombre en Estados Unidos, usen su nombre legal aquí.
Un promedio de seis vuelos con deportados llegan de los Estados Unidos a Guatemala cada semana.
En lo que va del año, Estados Unidos ha deportado menos guatemaltecos de lo que deportó en el mismo periodo el año pasado, según autoridades de ese país. Sin embargo, mientras el gobierno de Donald Trump promete acelerar su lucha contra la inmigración ilegal, funcionarios de Guatemala se preparan para una afluencia. Y la cobertura en los medios locales de las últimas olas de deportados ha sido sombría.
“Sus sueños americanos han terminado”, dice un reciente reporte. “Muchos regresan con más deudas que esperanza”.
Pero en esta sala, el gobierno busca enviar un mensaje positivo.
“El hecho de estar sentado aquí significa que ustedes han arriesgado mucho”, dice uno de los funcionarios. “No hay razón para tener vergüenza”.
Unas pocas horas antes, la mayoría de las personas en la sala eran deportados esposados en un avión. Ahora reciben una bienvenida de héroes.
El funcionario en la parte delantera del salón se dirige a la multitud con el fervor de un pastor hablando a su iglesia.
“Quiero recodarles que grandes, pequeños, ricos, pobres, sea como sea, paisano, pero esta es nuestra patria” dice. “Bienvenidos”.
Los aplausos y las demostraciones de alegría estallan nuevamente.
A través del sistema de altavoces, los funcionarios leen nombres, llamando a cada uno de los deportados para una entrevista.
Como los guardias en la pista en Estados Unidos, las autoridades guatemaltecas conocen esta rutina a perfección.
Leiva avanza. Entrega sus documentos a un funcionario que está sentado frente a una pared de colores vivos, con mensajes patrióticos en español y en lengua indígena Quiché:
YA ESTÁS EN TU PAÍS Y CON TU GENTE
It ko chupan ri a tinamit ki kin ri ka winiäq.
De regreso a la pista, los motores del avión de ICE se vuelven a encender.
La aeronave está casi vacía mientras despega hacia Louisiana.
Pero mañana el avión partirá a Honduras, repleto de pasajeros con esposas y grilletes en los tobillos.
Acerca de la historia
El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE) dio permiso a CNN para abordar uno de los vuelos de deportación el 17 de agosto. Funcionarios le pidieron a CNN que oscurecieran los rostros de los funcionarios de ICE y de los contratistas abordo, con excepción de Marlen Pineiro, subdirectora de deportaciones, quien acompañó el vuelo y accedió a conceder una entrevista. La agencia le pidió a CNN que obtuviera permiso por escrito de los detenidos antes de entrevistarlos o de mostrar sus rostros.