(CNN) — Esta vez, nos dijeron, iba a ser diferente.
El asesinato de 17 personas en la escuela secundaria Stoneman Douglas hace 13 días fue el último en una larga lista de tiroteos en escuelas que comenzó hace casi 20 años en la escuela secundaria Columbine en Colorado. Pero, al contrario que en todos los tiroteos masivos que han seguido en las dos últimas décadas, los estudiantes de Stoneman Douglas estuvieron hablando sobre lo que sucedió en su escuela. Ellos pidieron que los políticos actuaran, y no aceptaban un “no” por respuesta.
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Luego el Congreso regresó a Washington el lunes. Y esto parecía el mismo viejo guión en la legislación sobre armas.
La Cámara rápidamente dejó claro que ellos ya habían aprobado legislación para sobre el sistema nacional de verificación de antecedentes (NICS) el año pasado y que el balón estaba, por lo tanto, en el Senado. (Un “arreglo de NICS” que se combinó con una medida respaldada por los defensores de los derechos de las armas que permitía a personas con permisos ocultos portar sus armas cuando cruzaran a otro estado).
“Creemos que el Senado puede tomar todo nuestro proyecto de ley pero si el Senado no puede, cruzaremos este puente cuando lo logremos”, dijo el portavoz Paul Ryan sobre una potencial legislación de armas en una conferencia de prensa el martes.
Y después el Senado. Bueno, ellos, “senadearon”.
Los líderes republicanos —liderados por el jefe de la mayoría John Cornyn, de Texas— intentaron obtener el consentimiento unánime de la versión del Senado al proyecto de ley ‘Fix NICS’, que Cornyn y el senador demócrata de Connecticut Chris Murphy habían propuesto tras el tiroteo en Sutherland Spring, en Texas, en 2017. Eso hubiera permitido su aprobación por mayoría simple.
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Pero el republicano de Utah Mike Lee objetó. El líder de la minoría en el Senado Chuck Schummer, demócrata de Nueva York, también discutió en una declaración que la legislación no iba lo bastante lejos para solucionar los problemas creados por este último tiroteo en una escuela.
Todo esto significa que el Senado está empezando de cero en el debate sobre las armas este martes, sin un camino obvio para avanzar en la legislación que pudiera lograr los 60 votos.
Mientras tanto, el presidente Donald Trump, que la pasada semana insistió en hacer cambios mayores en las leyes de armas —verificaciones universales de antecedentes, elevar la edad mínima para comprar un rifle de los 18 a los 21— ahora parece retroceder levemente en medio de la oposición pública de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, en inglés).
Párenme si han visto esto antes.
En 2013, tras los asesinatos en la escuela Sandy Cook en Newtown, Connecticut, hubo muchísimas conversaciones sobre cómo las muertes de tantos niños pequeños podría finalmente ser el punto de giro en el debate de las armas en el Congreso. El presidente Barack Obama prometió actuar. El Congreso parecía preparado para hacerlo.
Después los políticos enmudecieron. Los republicanos, a los que se les unió un grupo de demócratas moderados, mantuvieron el proyecto de ley de armas bipartidista ofrecido por los senadores Joe Manchin, demócrata de Virginia Occidental, y Pat Toomey, republicano de Pennsylvania. Lo mismo ocurrió con otras propuestas destinadas a instituir una variedad de reformas en las armas.
Al final, no ocurrió nada.
El lunes pareció ser un paso más en la misma dirección. Y el martes por la mañana — incluso cuando Trump tuiteó sobre la investigación espacial de Bob Mueller sobre la intromisión de Rusia en las elecciones de 2016—, los republicanos en el Congreso parecían con muy pocas ganas de conseguir aprobar alguna clase de legislación de armas (o quizá una mínima ley de armas).
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“No deberíamos prohibir el uso de pistolas a ciudadanos respetuosos con la ley”, dijo Ryan.
“¿Qué hay de todas esas normas que están ya en los libros y que no implementamos correctamente?”, preguntó el jefe de la minoría en la Cámara Steve Scalise, un republicano de Louisiana, en respuesta a una pregunta sobre qué medidas podría el Congreso aprobar o no después de Parkland. (Scalise fue gravemente herido cuando fue disparado el año pasado por un hombre que apuntaba a una práctica republicana de béisbol).
Todo lo que está escrito ahora en la pared apunta a una probabilidad: a pesar de la elocuencia y franqueza de los estudiantes de Stoneman Douglas y a pesar de los horrores que ocurrieron en su escuela hace 13 días, las acciones en el Congreso empiezan a parecerse más y más a una posibilidad distante.
El Congreso es una entidad cambiable. Trump es la persona menos predecible para presidir la oficina principal. Lo que es solo otra forma de decir que las cosas pueden cambiar y, de hecho, lo hacen.
Pero, el arco de respuesta tras este tiroteo –y las llamadas a la acción– pese a haber sido más amplio y ruidoso que otros antes, empieza a parecer muy familiar. Este arco se inclina hacia la inacción.