(Nota del editor: David A. Andelman, profesor visitante en el Centro de Seguridad Nacional de la Escuela de Leyes Fordham y director de su proyecto Red Lines, es colaborador de CNN y columnista de USA Today. Autor de “Una paz destrozada: Versalles, 1919 y el precio que pagamos hoy”. Anteriormente se desempeñó como corresponsal en el extranjero para The New York Times y CBS News en Asia y Europa. Puedes seguirlo en Twitter @DavidAndelman. Las opciones expresadas en esta columna son suyas).
(CNN) — El presidente Donald Trump, apareciendo sin esperarse en la sala de prensa de la Casa Blanca el jueves por la tarde, parecía no poder contenerse. Y por una buena razón.
Una delegación de Corea del Sur pasó la tarde con el presidente y su asesor de seguridad, H.R. McMaster, llevando una importante carta del dictador de Corea del Norte, Kim Jong Un.
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Era una invitación de Kim para reunirse con el presidente lo antes posible. Y Trump aceptó sin demora. No tenía otra opción, si no hubiera aceptado, el mundo se había envenenado en una larga y potencialmente mortífera espiral de un conflicto nuclear. Pero aún queda un camino tortuoso por delante antes de que veamos el final del riesgo nuclear en la península de Corea.
La aceptación de la invitación de Kim significa revertir una larga serie de amenazas y calumnias que Trump ha acumulado sobre el líder norcoreano. Todas las cuales él parecía creer devotamente hasta ahora. Y esto requerirá de una moderación notable y completamente inusual.
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Ahora Trump ya no podrá llamar al líder de Corea del Norte “pequeño hombre cohete”, como él hizo desde el púlpito de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el pasado septiembre. Ya no podrá amenazar con la destrucción total de Corea del Norte si su gobernante prueba sus armas sobre cualquier instalación de Estados Unidos o sus aliados.
No sorprende, sin embargo, que el demonio esté en los detalles. La carta de Kim Jong Un contenía un solo ofrecimiento: detener las pruebas nucleares antes de la reunión entre los dos líderes, que podría ser en mayo. Pero estamos lejos de que Corea del Norte empiece a dar pasos para desmantelar su programa nuclear.
También debemos entender los motivos, especialmente para el lado de Corea del Norte, y las reservas que puede haber en la Casa Blanca de Trump. ¿Fue esta carta un intento de parar las sanciones? ¿Están estas sanciones teniendo mayor impacto de lo que parece desde fuera?
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Si es así, ¿podría ganarse la batalla esperando seis meses, un año? Claramente, el ofrecimiento de Corea del Norte de reunirse “cuanto antes” sugiere una urgencia y que Kim tiene otros motivos.
¿Podría ser esta oferta parte de un astuto esfuerzo para separar a Estados Unidos de Corea del Sur y sus aliados? Si el proceso de paz colapsarla, el dedo acusador señalaría más a Washington que a Pyongyang, y la probabilidad de nuevas sanciones disminuyó.
Quizá Kim está convencido de tener todo el conocimiento nuclear que necesita y cree que ya tiene su cohete y cabeza nuclear. Ahora es el momento de ganar tiempo para pasar a la producción.
Sobre todo, Kim también puede creer que es hora de demostrar que es tan líder mundial como Trump. Una cumbre de iguales podría ir muy lejos en esa dirección.
Con todo, se trata de una oportunidad única, incluso histórica. Y Trump ama estos momentos. Jamás ha habido una reunión entre un presidente estadounidense y ninguno de los tres Kim que han gobernado Corea del Norte desde la Guerra de Corea, hace más de seis décadas.
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Y los tiempos son notables. Primero, hay un nuevo gobierno liberal y de mentalidad pacífica en Corea del Sur que está ansioso por desactivar una situación que amenaza con borrar a su nación del mapa. En segundo lugar, cada vez hay más tensión entre Estados Unidos y China.
Pese a esto, una total desnuclearización de la península de Corea simplemente no va a suceder, o no para mayo. Esto debe hacerse en pasos pequeños. En los años 80, se necesitaron más de dos años de negociaciones entre altos diplomáticos de EE.UU. y la Unión Soviética antes incluso de que fuera posible una cumbre entre Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov.
Esto no quiere decir que ahora no haya otros pasos intermedios que sean enteramente posibles. Y deben ser explorados.
Pero los gestos dramáticos de este tipo requieren una preparación enorme y mucha buena voluntad y moderación por parte de todas las partes. Virtudes que ninguna de las dos partes parece capaz de dominar. Quizá esta sea el primer examen crítico, uno que Trump debe aprobar a toda costa.