(CNN) – Semanas antes de pedir a los gobernadores que enviaran tropas de la Guardia Nacional para ayudar a custodiar la frontera entre Estados Unidos y México, el presidente Donald Trump tuiteó que la frontera es “muy peligrosa”, “MUY PELIGROSA” y “cada vez más peligrosa”.
El vicepresidente Mike Pence, en un discurso el 1 de marzo ante empleados del Departamento de Seguridad Interior, calificó de espeluznante e inaceptable que “los ataques contra nuestros agentes de la Patrulla Fronteriza hayan aumentado en un 73 por ciento” durante el último año fiscal. Y miembros del Congreso, en su mayoría republicanos, pero no solo de ese partido, se han hecho eco de la idea de que los agentes de la Patrulla Fronteriza se enfrentan a un creciente número de peligros extraordinarios por parte de traficantes de drogas y miembros de pandillas. “Desafortunadamente, esos ataques son cada vez más comunes”, declaró la legisladora demócrata Martha McSally, republicana de Arizona, en una audiencia en el Congreso en enero.
Los agentes también han hablado. “Hacemos un trabajo extremadamente peligroso y, según recuerdo, los agentes de la Patrulla Fronteriza sufren más ataques que otros agentes o funcionarios dentro de la profesión policial”, afirmó Brandon Judd, presidente del Consejo Nacional de Patrullas Fronterizas, una entidad dentro del sindicato de la Patrulla Fronteriza, en un comunicado emitido el año pasado en el que hablaban del apoyo del grupo al presidente Trump.
Pero los datos muestran algo diferente. Los agentes de la Patrulla Fronteriza tienen una vida laboral mucho más segura en promedio que la mayoría de los demás agentes del orden público. Los inmigrantes que son detenidos al cruzar la frontera -un promedio de dos personas por mes en el año fiscal 2016- tienden a ser menos violentos que aquellos a los que se enfrenta la policía local. Y no hay indicios claros de que la frontera sea cada vez más peligrosa para los agentes.
Las agresiones contra los aproximadamente 19.500 agentes de la Patrulla Fronteriza han disminuido. Después de un fuerte aumento en el año fiscal 2017, según las cifras de Aduanas y Protección de Fronteras (CBP, por sus siglas en inglés), las agresiones contra agentes disminuyeron un 32% hasta finales de marzo en comparación con el año pasado.
Esa aumento de 2017 se debió principalmente a un cambio en la forma en que el CBP contabiliza los ataques que infla los números, según informó The Intercept la semana pasada. En un incidente ocurrido el año pasado en el sur de Texas, por ejemplo, seis personas lanzaron piedras, palos y botellas a siete agentes de la Patrulla Fronteriza. Según los estándares del FBI y otras agencias federales que elaboran informes anuales sobre agentes asesinados y agredidos en todo el país, el incidente se registraría como siete agresiones. Con su nueva metodología, el CBP multiplicó los seis atacantes por los tres tipos de proyectiles multiplicados por siete agentes. El total, según esa forma de contar, fue de 126 agresiones, lo que equivale a más de una tercera parte del aumento registrado en 2017.
En un comunicado, el CBP le dijo a CNN que cambió la forma de contabilizar las agresiones en el año fiscal 2015 para los agentes de aduanas y en febrero de 2016 para los agentes de la Patrulla Fronteriza. Agregó que informa de los incidentes y agresiones “honestamente y de la manera más transparente posible”. Acerca de su decisión de describir el incidente del sur de Texas como 126 agresiones, la institución dijo que “todos esos números tienen valor para mostrar la frecuencia de los incidentes de agresiones, el volumen de agentes agredidos y la intensidad o violencia de un incidente”.
El 25 de abril, en un testimonio ante el Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes, el comisionado del CBP Kevin McAleenan insistió ante los legisladores que “vimos un aumento de las agresiones el año pasado. Creo que eso es una muestra de la intensidad de esos incidentes”.
Pero incluso con esta forma peculiar de contabilizar, los agentes de la Patrulla Fronteriza sufren, en promedio, una cuarta parte de las agresiones que enfrentan los policías locales o los agentes del sheriff o alguacil. En el año fiscal 2016, el año más reciente del que se tienen datos, los casi 600.000 agentes de la ley cuyas dependencias informaron al FBI de ataques y muertes sufrieron promedio de una agresión por cada 10 agentes, en comparación con una por cada 44 agentes de la Patrulla Fronteriza. Incluso durante el año pasado, en el que supuestamente hubo un incremento, la tasa de agresión a agentes fronterizos fue menos de la mitad que la de otros agentes de la ley en 2016.
Además, la tasa de policías locales muertos a manos de agresores es también mucho mayor. En noviembre pasado, los políticos que pedían medidas de seguridad más estrictas en la frontera enseguida se aprovecharon de la misteriosa muerte del agente de la Patrulla Fronteriza Rogelio Martínez, encontrado junto a otro agente malherido junto a una alcantarilla cerca de la Interestatal 10 en el oeste de Texas. Apenas empezada la investigación, el gobernador de Texas Greg Abbott y el senador Ted Cruz lo calificaron de “ataque”, el sindicato de la Patrulla Fronteriza lo tildó de “emboscada” y Trump dijo que Martínez había sido “brutalmente golpeado”.
Pero, como informó CNN, después de una amplia investigación, el FBI concluyó que no había indicios de que hubiera habido gente presente o de que se hubiera cometido delito alguno. Una teoría citada por los investigadores es que los dos agentes cayeron en la alcantarilla en la oscuridad.
Exactamente un agente fue “asesinado en un acto criminal” en el cumplimiento del deber desde principios de 2015: fue Isaac Morales, apuñalado durante una pelea cuando estaba fuera de servicio afuera de un bar en mayo de 2017 después de que se identificara como agente de la Patrulla Fronteriza (se considera una muerte “en cumplimiento del deber”). En ese mismo período, los informes del FBI contabilizan 179 agentes muertos de forma criminal. Esto supone un promedio de uno por cada 10.227 policías al año, durante los últimos dos años de los que se tiene información completa. En el mismo período de dos años, que finalizó en 2016, ningún agente de la Patrulla Fronteriza fue asesinado de manera criminal.
Parte del motivo por el que el número de muertes y agresiones contra los agentes de la Patrulla Fronteriza es relativamente bajo es que, para empezar, tienen muy pocos encuentros con personas que cruzan la frontera. El año pasado, las detenciones de personas que intentaban cruzar la frontera cayeron a su nivel más bajo desde 1971. En el tramo más transitado de la frontera, el Valle del Río Grande, la Patrulla Fronteriza promedió 44 detenciones por agente el año pasado, menos de una por semana por persona.
A esto hay que sumar que las áreas que patrullan suelen ser pacíficas. Un estudio que publicará pronto el Wilson Center concluyó que, de 2011 a 2015, “en promedio, las tasas de crimen violento y homicidio [en los condados fronterizos de los EE. UU.] fueron menores que en los condados de tamaño similar que no son fronterizos”, dijo Christopher Wilson, subdirector del Wilson Center.
Esto no quiere decir que los agentes no se enfrenten a peligros reales y en ocasiones únicos.
En 17 años como agente de la Patrulla Fronteriza, “me han disparado, golpeado, pateado, golpeado, abofeteado y mordido”, dijo Chris Cabrera, un portavoz del sindicato que patrulla el sector del Valle del Río Grande.
“Es mucho más complicado que los simples números”, declaró Art del Cueto, vicepresidente del sindicato de la Patrulla Fronteriza y agente en el sector de Tucson. Agregó que los agentes no están obligados a informar de los ataques menores. “Hay agentes atacados que ni siquiera hablan de eso”.
Del Cueto también explicó que las cifras de agresiones contra agentes en el terreno pueden ser menores debido a que en la Patrulla Fronteriza hay muchos agentes cuya labor es supervisar y trabajan en oficinas. Rosemarie Pepperdine, una agente de Tucson, testificó en una reciente audiencia de seguridad fronteriza en Washington que “un departamento de policía grande promedio tiene un supervisor por cada 10 oficiales. La Patrulla Fronteriza tiene un supervisor por cada cuatro agentes”.
Debido a que los agentes suelen patrullar solos en áreas remotas, también, “pueden encontrarse en situaciones en las que la ayuda está a 45 minutos o una hora”, dijo Daniel Benavides, quien dejó recientemente la Patrulla Fronteriza después de cinco años como agente en Tucson. “Si tienes algún problema puede pasar mucho tiempo antes de que lleguen refuerzos”.
Algunas zonas de la frontera son más peligrosas, como en las afueras del sur de San Diego o Brownsville, Texas, por ejemplo. “En algunos lugares el trabajo es de mucho más alto riesgo”, comentó Robert Lee Maril, profesor de sociología de la Universidad de East Carolina y miembro de la Patrulla Fronteriza durante dos años. En el sector del Valle del Río Grande en Texas, por ejemplo, el CPB registró el año pasado una agresión por cada siete agentes, aunque, una vez más, esas cifras son más altas de lo que se espera que informe el FBI cuando publique su estudio anual sobre muertes y agresiones de agentes de la ley.
Aún así, en general, los riesgos son relativamente bajos. “Si miras la frontera de 2.000 millas, hay muchos espacios en los que no pasa mucho”, comentó Maril. En esos lugares, “principalmente lo que hacen es sentarse en sus camionetas y tomar café y esperar a que suceda algo”. En el sector del Rio, en el centro-sur de Texas, el área menos problemática, hubo un promedio de un ataque por cada 116 agentes el año pasado.
En un caso reciente, la denuncia de agresión presentada por un agente no prosperó en la corte.
El 2 de noviembre de 2017, un tribunal federal de Tucson desestimó los cargos de agresión contra un sacerdote católico y su hermana, ambos ciudadanos estadounidenses, por un incidente en un puesto de control de la Patrulla Fronteriza en el sur de Arizona en diciembre de 2016. El agente de la Patrulla Fronteriza Edmundo López afirmó que, después de quejarse de hostigamiento por parte de los agentes, el padre Abran Tadeo pisó el acelerador, lo que hizo que su RV se moviera y golpeara a López en el hombro con el espejo. Según la denuncia, el agente temió por su vida “pensando que la intención del conductor era atropellarme”. Después de obligar a salir del vehículo a los siete miembros de la familia, López afirmó que la hermana de Tadeo, Andrea, atacó a otro agente.
Pero las grabaciones de video de la familia Tadeo y de una cámara de control de la Patrulla Fronteriza contradijeron la versión de López, como informó el diario Tucson Star. Las imágenes mostraban que Abran Tadeo no había acelerado, el espejo no había golpeado a López, Andrea Tadeo no había atacado al otro agente, y los agentes no habían actuado como si hubieran sido agredidos. Después de revisar las cintas, los fiscales federales optaron por no oponerse a la desestimación de los cargos.
“Cedieron con base en lo que presentamos”, le dijo a CNN Bárbara Catrillo, abogada de Tadeo.
Del Cueto dijo que le preocupa que el despliegue de miembros de la Guardia Nacional pueda provocar un desplazamiento del contrabando de drogas y personas hacia zonas menos resguardadas de la frontera, lo que podría aumentar el riesgo para los agentes en ciertos lugares. Citó como ejemplo de esas zonas la Reserva Tohono O’odham, en Arizona, que ha optado por no permitir que la Guardia Nacional entre en sus tierras.
Al margen de las cifras, Cabrera, portavoz del sindicato, dijo que él cree que la frontera es cada vez es más peligrosa.
“Es muy difícil comparar un trabajo con otro”, señaló Cabrera aludiendo a las estadísticas de agresiones contra agentes de la Patrulla Fronteriza y otros agentes del orden público. “La mayoría de las personas que me encuentro son muy pasivas. No es raro que un solo agente arreste él solo a 13 o 14 personas”.
Por otro lado, dijo, “cuando oponen resistencia, estamos en inferioridad”.
Quizás sea cierto en el caso de agentes individuales. Pero Josiah Heyman, profesor de antropología de la Universidad de Texas en El Paso que ha estudiado la Patrulla Fronteriza y su cultura, cree que la creciente preocupación por los peligros del trabajo de esta institución puede tener más que ver con una utilidad política que con la realidad.
“En una época en la que estaba bajando la inmigración, despertar más miedo puede justificar que haya más agentes”, dijo. “Una de las maneras de fomentar esta idea es hablando de lo peligrosa que es la frontera… y exagerando el tamaño de la amenaza”.
Corrección: una versión previa de este artículo tenía mal escrito el nombre de Josiah Heyman.