Nota del Editor: Pedro Brieger es un periodista y sociólogo argentino, autor de más de siete libros y colaborador en publicaciones sobre temas internacionales. Actualmente es director de NODAL, un portal dedicado exclusivamente a las noticias de América Latina y el Caribe. Colaboró con diferentes medios nacionales como Clarín, El Cronista, La Nación, Página/12, Perfil y para revistas como Noticias, Somos, Le Monde Diplomatique y Panorama. A lo largo de su trayectoria, Brieger ganó importantes premios por su labor informativa en la radio y televisión argentina. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
(CNN Español) – El voto positivo de la Cámara de Diputados de la Argentina por la interrupción voluntaria del embarazo es un hito político de trascendencia histórica.
Una marea verde ha inundado el país en estos últimos meses con el color que identifica la “Campaña nacional por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito” que comenzó en el año 2005. En ese año, varios movimientos feministas y de mujeres recolectaron más de 100.000 firmas que entregaron en el Congreso de la nación con la consigna “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. De a poquito, algunas mujeres comenzaron a llevar un pañuelo de color verde con la consigna.
Hoy miles, mayoritariamente jovencitas, lo portan con orgullo.
Hay que destacar que en Argentina existe una larga tradición de movimientos feministas desde el siglo XIX y figuras excepcionales que han dejado una huella incluso universal como Eva Perón, clave para la aprobación del voto femenino en el año 1947. También están las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo que buscaron a sus hijos y nietos desaparecidos durante las dictadura que gobernó entre 1976 y 1983. Además, hubo una presidenta, la actual senadora Cristina Fernandez de Kircher, que gobernó durante ocho años.
Algo sucedió en este último tiempo, potenciado desde la masiva marcha en 2015 contra la violencia hacia las mujeres y la consigna “Ni una menos”, porque hasta hace algún tiempo eran pocas las mujeres que se reivindicaban feministas en público.
El 1 de marzo de este año, en la apertura ordinaria de sesiones, el presidente Mauricio Macri se refirió al aborto y habilitó sorpresivamente que el tema fuera incluído en la agenda del Congreso a pesar de que él mismo, y la mayoría de los referentes de su partido y su gobierno estuvieran en contra. Es muy común que un gobierno impulse el debate sobre una ley que apoya, pero no es lo que sucedió en este caso. Por dicho motivo se especuló que fuera una maniobra política del presidente para tapar las dificultades económicas incluso antes de acudir al Fondo Monetario Internacional, o un guiño al papa Francisco, que suele ser muy duro con las tesis neoliberales a las que adhiere el gobierno de Macri.
Independientemente de la voluntad del presidente la política en ocasiones tiene dinámicas que ni siquiera los principales protagonistas pueden controlar. Es así como se dio una extraña paradoja: el gobierno dispuso el debate de una ley apoyada por la inmensa mayoría de la oposición, incluidos los sectores referenciados por Cristina Fernández, que siempre se manifestó contra el derecho al aborto, y por una minoría de la coalición de gobierno.
Nuevamente, el feminismo demuestra que las reivindicaciones de las mujeres atraviesan a todos los partidos rompiendo esquemas y formando coaliciones impensadas en otros temas. Esto se vio claramente en la Cámara de Diputados de Argentina con la aprobación de la ley, mientras fuera del recinto decenas de miles de pañuelos verdes flameaban al viento.
Ahora, la ola de pañuelos verdes rodeará al Senado para que sancione la ley de manera definitiva. Solo que esta ola ya se está convirtiendo en un verdadero tsunami.