Nota del editor: Dan Restrepo es abogado, estratega demócrata y colaborador político de CNN. Fue asesor presidencial y director para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad durante la presidencia de Barack Obama.
(CNN Español) – Estados Unidos está viviendo una crisis constitucional. Y no la que muchos pensaban que era.
No es el resultado de la confrontación entre el presidente Donald Trump y el fiscal especial Robert Mueller, aunque eso puede estar por venir.
Tampoco es por un enfrentamiento entre el presidente Trump y las cortes, aunque eso casi ha sucedido en el pasado no tan lejano y podría ocurrir de nuevo.
Es un golpe suave contra el presidente y, más importante, contra la democracia estadounidense desde dentro del Ejecutivo.
Esta semana en Washington han estallado dos bombas mediáticas que traen luz a la grave crisis que enfrentamos.
La primera fue un libro escrito por el famoso periodista Bob Woodward – Fear: Trump in the White House – que describe, a través de fuentes anónimas y exfuncionarios, cómo funciona – o mejor dicho, no funciona – la presidencia de Donald Trump.
Aunque el libro todavía no se ha publicado, las partes que se han filtrado a los medios describen, entre muchas cosas increíbles, dos ocasiones en las cual altos funcionarios de la Casa Blanca habrían sustraído papeles listos para la firma de Trump de su escritorio en la Oficina Oval, con el fin de frenar el deseo del mandatario de deshacer el tratado de libre comercio entre Estados Unidos y Corea del Sur y el tratado de libre comercio de Norteamérica.
La otra bomba explotó al día siguiente cuando se publicó una columna anónima en el New York Times, al parecer escrita por un alto funcionariodel gobierno del presidente Trump. Ese artículo de opinión parte de la premisa de que hay “adultos” que están protegiendo a EE.UU. y a los estadounidenses, negando o ignorando órdenes del presidente.
Aunque a muchos quizás les parezca bien que haya gente tratando de limitar el daño que el presidente Trump pueda hacer, lo que describen tanto “Miedo…como la columna anónima es un duro golpe contra la democracia estadounidense y hasta una especie de golpe de Estado”.
Una democracia no sobrevive así.
Si nos gusta o no, Trump, hoy por hoy, es el presidente legítimo de Estados Unidos. Y se tiene que respetar así, tanto fuera como dentro del gobierno.
Esto no quiere decir que el país no necesite protección y que nuestra democracia no necesite rescate. Necesitamos ambas cosas, pero la manera de hacerlo no es jugar al escondido con el presidente y hablar mal de él de forma anónima.
En este momento hay tres grupos que tienen la máxima responsabilidad de salvaguardar nuestra democracia.
Primero, los que están dentro del gobierno y que hablaron con Woodward y también el escritor de la columna anónima. Ha llegado el momento del desapego a los puestos públicos para contar con voz propia y abiertamente las debilidades que tiene este presidente.
Segundo, el Congreso tiene que cumplir su deber institucional y constitucional como contrapeso en el sistema estadounidense.
Como un solo ejemplo, el primer artículo de la Constitución de Estados Unidos entrega la autoridad plena sobre comercio internacional al Congreso, no al Ejecutivo.
Por tradición y por ley, el Congreso ha otorgado a los presidentes de EE.UU. la capacidad de negociar tratados de libre comercio y de manejar temas de comercio internacional. Pero esa capacidad depende de la autoridad del Congreso y de las leyes. Si el Partido Republicano y los funcionarios de esa corriente política quieren proteger verdaderamente de manera constitucional las relaciones comerciales que mantiene este país con Corea del Sur, con Canadá y con México – como bien deberían querer hacerlo– tenemos mecanismos formales para ello. Se deben usar.
Finalmente, los votantes en las elecciones intermedias, pautadas en menos de diez semanas, tienen el poder de mandar un mensaje claro sobre la necesidad de que el Congreso asuma su responsabilidad constitucional ante un presidente como el actual.
Las elecciones tienen consecuencias. Las de la última elección presidencial fueron hacer a Donald Trump el presidente de Estados Unidos. Ahora viene la oportunidad de celebrar comicios con consecuencias muy distintas. Ojalá sea así.