CNNE 578047 - #elapuntedecamilo- nadie habla de los moderadores de contenido
#ElApunteDeCamilo: La invasión de los idiotas
02:02 - Fuente: CNN

Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Camilo. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.

(CNN Español) – Hay que ver cómo es la gente, diría mi tía abuela Coloy.

Más de uno se puso como erizo indignado y hasta arremetió contra el ”elitismo cultural”, cuando hace tres años Umberto Eco dijo en el diario La Stampa que “las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas, que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel”.

Y remataba con una frase lapidaria: “Es la invasión de los idiotas”.

Qué dirían ahora los que entonces pedían la cabeza del escritor y semiólogo italiano, si alcanzaran a leer en el portal de la BBC lo que ha confesado Roz Bowden, quien trabajó como moderadora de contenido en MySpace. Fue tanta la bazofia que tuvo que enfrentar, tanta la imbecilidad, tanta la falta de respeto y compasión, que asegura que cuando se marchó ni siquiera se despidió de nadie. “Vi lo que la gente es capaz de hacer y lo repugnante que es. No quería tocar a nadie. Aborrecía a la humanidad”.

Nadie habla de los moderadores de contenido: diques de contención, paraguas antitorpedos, toreros y psicólogos a un mismo tiempo. No sé cuánto les pagan por eso y si vale la pena, porque la gente es como es y punto.

Pero hay otra gente. Y otro mundo.

Y de esa me entero también por mi Twitter, vía CNN; que, en Utah, EE.UU., durante los últimos diez años, un elenco de voluntarios rotativos ha ayudado a acostarse cada noche a Kathy Felt, una mujer de 66 años en silla de ruedas, quien padece esclerosis múltiple.

Twitter, que suele ser una caja de resonancia de cuanto sucede en este mundo –de hecho, hay días que destila demasiada sangre y tristeza–, también cobija historias como la que acabo de contar.

Por suerte, señor Eco, las ‘legiones de idiotas’ que usted denunciaba con amargura hace tres años, se la tienen que ver cada día con legiones de gente que cree que otro mundo es posible. Yo también. Siempre.