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Nota de la editor: la Dra. Leana Wen (@DrLeanaWen) es presidenta de Planned Parenthood Federation of America. Anteriormente, fue la comisionada de salud para la ciudad de Baltimore. Las opiniones expresadas aquí son propias de la autora. 

(CNN) – En mi vida como inmigrante en comunidades de bajos ingresos, como médico de emergencias y como promotora de la salud pública, he visto más muertes prevenibles de las puedo o quiero recordar.

Cuando tenía 10 años, mi vecino murió frente a mí de un ataque de asma, porque él y su familia eran inmigrantes indocumentados y su abuela tenía miedo de lo que pudiera suceder si pedían una ambulancia. Vi a otros vecinos partir por la mitad su pastillas para la presión y racionar su insulina para luego sucumbir a las consecuencias de un tratamiento deficiente de la hipertensión y diabetes. Todo por no tener acceso a la asistencia sanitaria.

Luego, como médico de emergencias, traté a una joven que fue traída de urgencia a la sala de emergencias por los paramédicos. Yacía en la camilla sobre un charco de sangre. Cuando llegó a nosotros, no tenía pulso y estaba inconsciente. Resultó ser que no tenía cobertura de salud, así que le pidió a su cuñado que tratara de practicarle un aborto en su casa. Hicimos lo que pudimos para resucitarla, pero murió.

Una y otra vez he visto cómo nuestro sistema sanitario le falla a las mujeres debido a políticas discriminatorias. Una de mis pacientes, madre de tres hijos, esperó un año antes hacer una cita para que le examinaran una masa en el pecho. Cuando la vi, el cáncer se había propagado a todo su cuerpo. Esperó a hacerse ver por un médico porque carecía de cobertura de salud y tenía mucho miedo de ir al médico. Pero ese miedo tuvo un costo: su vida. Si su cáncer hubiera sido detectado y tratado antes, quizás hubiera sobrevivido.

También sé —por mis experiencias cuando era una niña a los 8 años recién llegada a esta país, y por mis años como comisionada de Salud de Baltimore— que nadie debería tener miedo de buscar tratamiento médico por su estatus inmigratorio, su identidad de género, sus ingresos, su orientación sexual, su raza o su religión. En el último siglo, Planned Parenthood ha hecho mucho para brindarle cuidado sanitario a millones de personas.

Todo lo que aprendí como líder de salud pública me ha llevado a esta conclusión: la amenaza a la salud femenina es la mayor catástrofe de salud pública de nuestros tiempos. El trabajo de Planned Parenthood –darle cuidados de salud accesibles a la mayor cantidad de mujeres (y hombres… a todas las personas) posibles– no solo es lo correcto. Es algo urgente.

Mantener enferma a la gente es una herramienta de opresión. Las personas enfermas no pueden participar plenamente de la economía. Se topan con obstáculos para cuidar a su familia. En ocasiones, no pueden completar su educación. El gobierno de Trump sabe todo esto y promulgó muchas políticas para quitarles la atención sanitaria —y el poder— a las mujeres y a las comunidades LGTBI, a las comunidades de color, a la gente de bajos ingresos y a los inmigrantes.

Actualmente, una de cada cinco mujeres en este país ha ido alguna vez Planned Parenthood para pedir atención médica. Me enorgullece ser una de ellas. Como muchos jóvenes, sabía que podía contar con esta institución para recibir atención de salud reproductiva con compasión, respeto y con un interés genuino. Como presidenta, planeo seguir construyendo ese legado. Nuestra misión –brindar atención médica pase lo que pase– es ahora más importante que nunca.

Si necesita pruebas, mire la reacción del gobierno de Trump a las elecciones intermedias. Luego de meses de organización, liderada principalmente por mujeres, y en particular por mujeres de color, la gente eligió a una cantidad récord de mujeres y a una ola de defensoras de la atención sanitaria para el Congreso de Estados Unidos. Sin embargo, menos de veinticuatro horas después, el gobierno de Trump finalizó una reglamentación que les permitirá a los empleadores negar métodos anticonceptivos a sus empleados aduciendo objeciones religiosas. ¡Estamos en 2018 y seguimos debatiendo sobre el control de la natalidad! Nueve de cada 10 mujeres usan anticonceptivos en algún momento de su vida. Son cuidados de salud estándar. Como los exámenes de los senos. Como los exámenes de salud femenina. Como el aborto, que como el anticonceptivo, es reconocido en la medicina como parte de toda la gama de opciones dentro de la atención de la salud reproductiva.

El ataque del gobierno de Trump contra el control de la natalidad es solo el último de un cúmulo de embates, que incluyen las restricciones y otros cambios al Título X, el único programa nacional de anticonceptivos asequibles y otros cuidados de la salud reproductiva; cambios al Programa de Prevención del Embarazo Juvenil, contra el que peleamos (y ganamos) en Baltimore; y los esfuerzos por impedir que la gente que depende de Medicaid busque cuidados de salud preventivos en Planned Parenthood, incluidos los métodos anticonceptivos.

Mientras tanto, con la confirmación de Brett Kavanaugh a la Corte Suprema, el derecho al aborto legal y seguro peligra como nunca antes. Actualmente ya hay obstáculos significativos para acceder al aborto. En los últimos siete años, se promulgaron más de 400 leyes que restringen directamente los abortos. Aduciendo que intentan “proteger a las mujeres”, estados como Missouri y Carolina del Norte han promulgado períodos de espera de 72 horas y otros, como Iowa y pronto Ohio, están aprobando leyes que directamente prohíben los abortos después de las seis semanas, cuando muchas mujeres no saben siquiera que están embarazadas. Si se revierte o se sigue erosionando Roe vs. Wade, Planned Parenthood estima que 25 millones de mujeres, 1 de cada 3 mujeres en edad reproductiva en este país, estarían viviendo en estados en que el aborto es ilegal o es incluso considerado un acto criminal.

El nuevo Congreso, los nuevos gobernadores y legislaturas estatales que se preparan para trabajar por el pueblo tienen la obligación —que emana de las mujeres, las personas LGBTI, los inmigrantes, las personas de color y todos los que creen que la salud es un derecho humano— de luchar para que la salud reproductiva y la salud de la mujer sean tratadas como lo que son: atención estándar. La nueva realidad política significa que tenemos las oportunidad de expandir el acceso a la salud y que nos hemos comprometido a cumplir con ese reto.

Nuestros 600 centros de salud seguirán brindando a nuestros pacientes de todo el país la atención de salud que salva y cambia vidas, y seguiremos luchando por defender el acceso a esta atención de salud, incluido el derecho a un aborto seguro y legal. Como presidenta, también buscaré expandir nuestra atención, nuestros servicios y nuestro impacto. Nos concentraremos en reducir las disparidades de salud y en cubrir las necesidades de las mujeres, las familias y las comunidades.

Hay batallas por delante. Pero también incontables oportunidades de construir un mundo más sano y más equitativo. En Planned Parenthood, nunca hemos estado más preparados para hacer realidad ese mundo.