Nota del editor: Roberto Rave es politólogo con posgrado en Negocios Internacionales y Comercio Exterior por la Universidad Externado, de Colombia, y la Universidad Columbia de Nueva York. Con estudios en Gerencia de la Universidad IESE de España y candidato a MBA de la Universidad de Miami. Es columnista del diario económico colombiano La República. Fue escogido por el Instituto Internacional Republicano como uno de los 40 jóvenes líderes más influyentes del continente. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN Español) – Hay razones para ser moderadamente optimistas, con algunos matices, sobre el panorama económico general de América Latina en este año 2019 que apenas comienza. Si en el año pasado predominó la política electoral, por los comicios presidenciales y de congreso que tuvieron siete países de la región, en este nuevo año seguramente predominará la economía, por los grandes retos de crecimiento, endeudamiento, gasto público, reformas e informalidad que viven la gran mayoría de países de la región. Además, hay gran expectativa sobre el rumbo que tomarán los nuevos gobiernos de tres gigantes latinoamericanos: Brasil, México y Colombia.
El primer gran desafío económico que enfrentan la mayoría de los países latinoamericanos es el abultado endeudamiento de sus respectivos estados. El caso más dramático es el de Argentina. Luego de varios años de pésimo manejo económico, el nuevo gobierno de Macri, aunque reconoció que el país iba por un camino equivocado, no logró implementar a tiempo los ajustes y reformas necesarias para enderezar el rumbo, atemorizado por la impopularidad de algunas de estas medidas y paralizado por su falta de liderazgo, viéndose obligado a pedir un enorme rescate de 57.000 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional. Este caso enseña que algunas de las reformas económicas más urgentes hay que aplicarlas pronto, porque de lo contrario, las cosas pueden empeorar.
Según el Banco Mundial, el endeudamiento de la región latinoamericana, en porcentajes del Producto Interno Bruto, está liderado por Venezuela (80,9%), Argentina (80,0%), Brasil (78,0%) y el Salvador (76,3%). Le siguen Uruguay (60,6%), Nicaragua (52,5%), Costa Rica (52,4%), Bolivia (51,6%), Colombia (48,1%), Ecuador (46,4%) y México (45,3%). Al respecto, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe indica con preocupación un aumento de casi un 80% de la deuda externa bruta de América Latina entre 2009 y 2017. Es cierto que algunas potencias económicas tienen deudas muy superiores a las de los países latinoamericanos, entre ellas China con un endeudamiento equivalente al 268% de su PIB. Sin embargo, también es cierto que el ritmo de crecimiento, la solidez y la dinámica de su economía les permite este tipo de manejos.
Asimismo, la inversión extranjera ha venido cayendo en los últimos años, debido a la disminución de la demanda de materias primas o commodities, lo cual tiene su razón de ser en la desaceleración económica de las principales potencias económicas, pero también, en la inestabilidad política y al riesgo-país de una América Latina que, en general, experimenta con mucha frecuencia el peligro de una izquierda populista que sabe aprovecharse de la desigualdad y la inequidad social para prometer idilios inviables desde las realidades económicas.
Ahora bien, respecto al reto del crecimiento económico, la agencia Moody’s Analytics destaca 2019 como un año de recuperación económica general para la región latinoamericana: “Perú será el país con la mayor expansión en 2019, con un 3,7%; seguido de Colombia, con un 3,3%; Chile con un 3,2% y Uruguay con un 3,1%. Brasil, la mayor economía de la región, podría encaminarse hacia un 2% el próximo año, mientras que México, en el segundo puesto, se desaceleraría a un 1,6%. Por su parte, la economía de Argentina se contraerá un 0,8% en 2019, mientras que el PIB de Venezuela se reducirá en un 8%”.
La Cepal coincide con Moody’s respecto a un mejor panorama económico para la región, afirmando que el crecimiento será de 1,7%, esto en medio de un ambiente de turbulencia: “los países de América Latina y el Caribe enfrentarán un escenario económico mundial complejo en los próximos años, en el cual se espera una reducción de la dinámica del crecimiento, tanto de los países desarrollados como de las economías emergentes, acompañada por un aumento en la volatilidad de los mercados financieros internacionales. A esto se suma el debilitamiento estructural del comercio internacional, agravado por las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China”.
Por otro lado, existen otros desafíos importantes para América Latina que frenan el crecimiento y que preocupan durante este nuevo año económico. Uno de ellos es la competitividad. Según el índice de competitividad del Foro Económico Mundial, América Latina ha perdido competitividad frente al mundo. Con excepción de países que mejoraron su calificación, como Chile (subió 3 lugares), Honduras (subió 2 lugares) y Paraguay (subió 1 lugar), los demás descendieron en este importante indicador. Por ejemplo, Colombia, Perú y Brasil cedieron 3 lugares, Panamá bajó 9, mientras que Venezuela continúa su descenso hacia los últimos lugares de la lista.
A su vez, preocupa la institucionalidad, los altos impuestos, las complejas regulaciones y el cambio de reglas de juego para las empresas en la región. No es posible tener verdadero desarrollo social sin crecimiento económico, al tiempo que resulta imposible lograr crecimiento económico sin un sector empresarial amplio, fuerte y dinámico. Es por esto que Latinoamérica debe hacerse viable y atractiva para las empresas, tanto extranjeras como locales. Sin embargo, en el mundo actual ya no basta con tener un denso tejido empresarial, también se requiere que las nuevas empresas estén preparadas para afrontar los retos de la cuarta revolución industrial que está empezando, la de las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial. Sin esto, no habrá futuro para nuestras empresas. Aún con los atrasos que tenemos en términos de infraestructura y tecnología, debemos acelerar el ritmo en temas como la destrucción y creación de empleos a partir de la nueva revolución económica. Este es el gran reto.
Por otra parte, la región tendrá que aprovechar de una mejor manera las Alianzas Publico Privadas (APP), las cuales han sido de gran ayuda para mejorar la infraestructura en los países desarrollados. Nuestros niveles de deuda nos obligan a mirar a las APP como socios necesarios en la disminución de las brechas sociales, por medio de infraestructura de alta calidad para todos.
En conclusión, América Latina tendrá seguramente un leve pero importante crecimiento durante 2019. Sin embargo, antes debe enfrentar la turbulencia y la incertidumbre de los mercados internacionales y de su propio espanto que sin duda alguna pasa por las políticas populistas de izquierda que alejan la inversión extranjera y crean inestabilidad en toda la región.