CNNE 617843 - richard branson responde a roger waters- no sabe de lo que habla

Nota del editor: Pedro Brieger es un periodista y sociólogo argentino, autor de más de siete libros y colaborador en publicaciones sobre temas internacionales. Actualmente se desempeña como director de NODAL, un portal dedicado exclusivamente a las noticias de América Latina y el Caribe. Colaboró con diferentes medios nacionales como Clarín, El Cronista, La Nación, Página/12, Perfil y para revistas como Noticias, Somos, Le Monde Diplomatique y Panorama. A lo largo de su trayectoria Brieger ganó importantes premios por su labor informativa en la radio y televisión argentina.

(CNN Español) – La disputa política en Venezuela se ha trasladado también a la música con conciertos a favor de la oposición en la ciudad colombiana de Cúcuta y, dentro de Venezuela, uno que organiza el gobierno para contrarrestar el que organiza la oposición. Increíble pero cierto.

En realidad, la música siempre estuvo muy ligada a la política. En la tradición popular alemana hay canciones anticlericales de 1600 con un gran sentido político, y más recientemente, la serie de Netflix “La Casa de Papel” le dio vida otra vez a la canción Bella Ciao de la resistencia antifascista italiana. Además, casi todos los movimientos políticos tienen himnos o canciones que los identifican.

En América Latina después del triunfo de la revolución cubana en 1959 florecieron artistas populares como Mercedes Sosa, Victor Jara, Violeta Parra, Chico Buarque o Alí Primera y Cecilia Todd en Venezuela -entre tantos otros- con canciones de fuerte contenido social latinoamericanista y que pasaron a formar parte del folclor de apoyo político a los movimientos populares. Durante muchos años, esta música fue vista como la contracara de la llamada “comercial” o “pasatista”, despolitizada y complaciente con las diferentes dictaduras. Mientras perseguían y asesinaban representantes de la música popular, algunos íconos de la música superficial podían actuar con absoluta libertad.

El siglo XX fue también el de los grandes conciertos. El primer festival de música que reunió multitudes fue el de Woodstock en 1969 en plena guerra de Vietnam, que se convirtió en un hito antibélico replicado luego en diversas formas. La posibilidad de convocar multitudes fue aprovechada para recaudar fondos a través de recitales por causas menos “políticas”, como fue el caso del gran concierto por Bangladesh organizado por George Harrison en 1971. El ex -beatle se puso al frente de un evento en Nueva York con el objetivo de recaudar fondos y ayudar a miles de desplazados en dicha región que se separó de Pakistán.

En el caso de la convocatoria al concierto en Cúcuta, su organizador, el británico Richard Branson, magnate del mercado discográfico global, dijo que se realizaba a pedido del presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, para atraer la atención mundial a la crisis en Venezuela y recaudar fondos para ayuda humanitaria bajo la consigna “Live Aid”, una manera de retomar aquellos conciertos de 1985 realizados para ayudar a la gente hambrienta en Etiopía. Pero el gobierno de Nicolás Maduro decidió responder con la organización de otro festival, puertas adentro, con la consigna “Manos fuera de Venezuela”.

Roger Waters, el cantante de Pink Floyd, grabó un video diciendo que el concierto de Cúcuta no tenía nada que ver con ayuda humanitaria sino con un cambio de régimen. Waters aludiendo a lo ocurrido en Iraq, Libia y Siria, e interpeló a Peter Gabriel para que no fuera a Cúcuta a apoyar la que califica de intervención extranjera en Venezuela.

Como pocas veces, varios artistas de todo el mundo se involucran en la crisis política de un país. Solo que esta vez, las canciones tendrán melodías muy diferentes.