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La 'bóveda' del fin del mundo' se abre para Siria
02:42 - Fuente: CNN

(CNN) – En 2014, Mark Sabbatini notó grietas en las paredes de su apartamento. Luego, un bulto misterioso apareció en su dormitorio y la escalera comunal del bloque de apartamentos se torció. “Las puertas y ventanas no se cerraban correctamente”, dice.

Sabbatini, editor de un periódico local, vivía en Longyearbyen, la ciudad más al norte del mundo ubicada a solo 1200 kilómetros del Polo Norte, que también es la capital de un grupo de islas noruegas llamadas Svalbard.

El derretimiento del permafrost causó estas grietas en el bloque de apartamentos de Mark Sabbatini.

El paisaje de Svalbard está lleno de montañas irregulares, fiordos y glaciares. La ciudad, que experimenta cuatro meses de oscuridad en invierno y cuatro meses de luz en verano, está construida en un terreno permanentemente congelado llamado permafrost.

Durante años, el permafrost proporcionó una base tan dura como el concreto. Pero ahora se está derritiendo, lo que está demostrando ser un problema.

Sabbatini dice que su edificio quedó dañado porque comenzó a hundirse en el blando suelo.

Inger Hanssen-Bauer, investigadora principal del Instituto Meteorológico de Noruega y editora de un nuevo informe sobre Svalbard, dice que el clima en Longyearbyen probablemente se está calentando más rápido que en cualquier otra ciudad de la Tierra. Esto se debe al calentamiento acelerado del Ártico, ya que las temperaturas crecientes reducen el hielo y la capa de nieve, se refleja menos la luz solar y las superficies más oscuras que han estado expuestas, absorben más energía solar.

La cubierta de hielo del Ártico en 2018 fue significativamente menor que en 1980.

Según Hanssen-Bauer, la temperatura media anual en Longybearbyen en 1900 fue de -7,8 grados centígrados. Desde entonces, ha aumentado 3,7 grados centígrados, más de tres veces el promedio mundial de alrededor de un grado centígrado. La ciudad experimenta cada vez más días en que la temperatura supera los cero.

“Todas las proyecciones muestran que esto continuará”, dice ella.

El clima no solo se ha vuelto más caliente, sino también más húmedo.

A finales del siglo XX la precipitación anual en Longyearbyen era de unos 200 milímetros (20,1 centímetros), dice Hanssen-Bauer. Pero en la última década, la ciudad ha sufrido ocasionales lluvias torrenciales de 50 milímetros (5,1 centímetros) de lluvia en un día.

Longyearbyen es la ciudad más septentrional del mundo.

El clima cambiante podría poner en peligro la vida de los residentes de Longyearbyen, está matando de hambre a los animales que viven en su interior y ha puesto en peligro una institución que salvaguarda el suministro mundial de cultivos.

Casas bajo amenaza

En la primavera de 2017, Christiane Hübner puso en un enorme trineo su cabaña que está junto al mar y la movió 80 metros hacia el interior. El permafrost en el que una vez estuvo su hogar se había empapado con el clima más cálido y húmedo, y estaba erosionándose rápidamente por el mar.

La casa de Christiane Hubner tuvo que se movida unos metros hacia una ubicación segura.

El invierno anterior, las olas altas eliminaron 13 metros de la costa en un día, dice ella. Eso dejó su cabaña encaramada a una precaria distancia de cuatro metros de la orilla.

Muchos de los edificios de Longyearbyen son vulnerables porque están construidos sobre pilares de madera hundidos en el permafrost. Con el nuevo clima, los pilares se mojan y comienzan a pudrirse, desestabilizando las casas.

Sin embargo, lo más peligroso de todo son las avalanchas, que son más probable que ocurran con la lluvia intensa y el permafrost degradado.

Un dron capturó la ciudad después de la avalancha de 2015.

En diciembre de 2015, una tormenta feroz provocó una avalancha que envió desde la montaña nieve, hielo y rocas hacia las casas, matando a un hombre de 42 años y una niña de dos años. Christiane Hübner dice que sus perros escaparon por poco de la muerte en 2016 cuando un deslizamiento de tierra cayó en el patio donde viven los animales. En 2017, una segunda gran avalancha golpeó la ciudad y destruyó más casas.

Equipos de búsqueda y rescate trabajan después de la avalancha de diciembre de 2015. (NTB scanpix via AP) NORWAY OUT)

“Ya no podemos confiar en el permafrost”, dice Hege Njaa Aschim, gerente de comunicaciones de Statsbygg, la agencia gubernamental noruega responsable de bienes raíces que posee el 75% de los edificios de la ciudad.

Statsbygg está construyendo 60 apartamentos a una distancia segura de las laderas de las montañas y evaluando cuántas de sus propiedades deben ser demolidas y reemplazadas.

En lugar de pilares de madera, las casas nuevas usan postes largos de acero que pasan a través del permafrost hacia la roca de fondo. Además, los edificios están equipados con sensores que detectan la temperatura, la lluvia y el movimiento, y alertan a las autoridades sobre cualquier cambio preocupante con respecto a los apartamentos. “No nos arriesgamos”, dice Aschim.

En Longyearbyen está ubicada la iglesia más al norte del mundo. Ha sido designada como uno de los primeros edificios que Statsbygg renovará.

Para algunos, la construcción de viviendas a prueba de cambio climático no está pasando lo suficientemente rápido.

Sabbatini, el editor del periódico, tuvo que abandonar su departamento en febrero de 2016, después de que el gobierno de la ciudad ordenara una evacuación inmediata. No ha podido regresar a su apartamento, pero se ha quedado en Longyearbyen gracias a la ayuda y el apoyo financiero de sus amigos y lectores. Otros no han tenido tanta suerte.

Sabbatini dice que, como resultado de la destrucción y las evacuaciones, “los pisos vacíos y asequibles son increíblemente difíciles de conseguir”. Añade que algunos de sus amigos se han visto obligados a abandonar la ciudad, mientras que otros han recurrido a vivir en campamentos o edificios no residenciales, tales como embarcaciones.

Salvar las semillas del mundo

Justo fuera de Longyearbyen está un edificio que debe protegerse a toda costa.

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Se filtra agua a la 'bóveda del juicio final'
00:55 - Fuente: CNN

A menudo conocida como la “bóveda del día del juicio final”, la Bóveda Global de Semillas de Svalbard almacena copias de las semillas de cultivos del mundo. Fue creado para actuar como respaldo en caso de catástrofes como enfermedades, plagas, guerras y cambio climático.

La bóveda contiene casi un millón de paquetes de semillas que se originan en casi todos los países del mundo, incluidos los alimentos básicos de todos los días, como el trigo y el arroz, así como especies raras como el frijol de Bermudas en peligro crítico de extinción.

“Svalbard es lo último en protección contra fallas para la biodiversidad de los cultivos”, dice Marie Haga, directora ejecutiva de Crop Trust, que construyó la bóveda en 2008 en asociación con el gobierno noruego.

Haga dice que Longyearbyen es el lugar perfecto para la bóveda de semillas porque el área no es propensa a volcanes o terremotos, y el sistema político noruego también es “extremadamente estable”.

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La bóveda está ubicada en lo profundo de una montaña, se parece un poco la guarida de un villano de James Bond y se accede a ella por un túnel de 120 metros de largo. Debido al clima, es relativamente fácil enfriar el aire de la bóveda a la temperatura requerida de -18 grados centígrados.

Pero tan pronto como se abrió el banco de semillas, quedó claro que iba a haber problemas.

Normalmente, el permafrost que es perturbado por el trabajo de construcción se volverá a congelar con el tiempo, dice Haga. Pero contra lo esperado, el terreno alrededor del túnel de entrada de la bóveda nunca se volvió a congelar.

En octubre de 2016, durante una fuerte lluvia, el agua inundó la mitad del piso del túnel y se congeló en bloques de hielo. Aunque el agua no llegó a la bóveda en sí, “sabíamos que había que tomar medidas”, dice Haga.

Trabajos de construcción en el nuevo edificio de servicios y entrada del túnel de la bóveda de semillas.

Statsbygg prometió 100 millones de coronas noruegas (unos 11,7 millones de dólares) para los trabajos de reconstrucción, más del doble del costo original de la estructura.

“Reemplazamos el túnel de entrada de acero con un túnel de concreto a prueba de agua”, dice Aschim. Statsbygg también transfirió equipos eléctricos que producen calor desde el interior del túnel a una instalación separada y cavó zanjas para desviar el agua de deshielo.

Las tuberías que contenían un refrigerante se pasaron a través del suelo y una estera de congelación fue colocada en la parte superior del túnel para ayudar a que el permafrost permanezca congelado.

Vida silvestre en peligro

Kim Holmen, director internacional del Instituto Polar Noruego y residente de Longyearbyen, ha estado observando el paisaje cambiante de la antigua ciudad minera del carbón durante más de tres décadas.

“En esta época del año, solíamos tener un metro de hielo en el fiordo, podía ver desde mi ventana. Ahora, está abierto todo el año”, dijo Holmes en febrero.

El bacalao polar, que solía nadar en el fiordo, ha desaparecido junto con el hielo del que dependen. El bacalao del Atlántico ha llegado a su lugar, nadando hacia el norte hasta las cálidas aguas, dice Holmen.

Los animales terrestres no pueden reubicarse y los renos hambrientos son ahora algo común, dice Holmen. “Durante el invierno, los renos pisan el suelo con sus patas delanteras para quitar la nieve y poder pastar”, dice. Pero la nieve está cediendo cada vez más a la lluvia. “Cuando el agua toca el suelo, se congela”, dice. Los renos son incapaces de atravesar el hielo para alcanzar la hierba de abajo”.

Cuando la lluvia se congela y se forma hielo, los renos de Svalbard corren el riesgo de morir de hambre. (Ben Birchall/PA Images via Getty Images).

Los osos polares también pasan hambre. “El hielo marino flotante se desconecta de la tierra en el verano”, explica Holmen. “Si los osos pierden el viaje, quedan varados en la costa durante el verano”.

En el pasado, cuando no pudieron cazar focas en los témpanos de hielo, los osos superaron los meses más cálidos buscando huevos en los acantilados. “Pero ahora, debido a que la desconexión del hielo ocurre antes y dura más tiempo, los osos se encuentran con escasez de alimentos”.

Un futuro de calentamiento

Según el nuevo informe, se prevé que la temperatura promedio en Longyearbyen aumente entre 7 y 10 grados centígrados, y la precipitación, entre 40% y 65%, para finales de siglo, dependiendo del nivel de emisiones globales de carbono.

Quizás lo más preocupante de todo, el deshielo del permafrost podría alimentar aún más el calentamiento global.

“El permafrost contiene una cantidad inmensa de carbono, suficiente para duplicar la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera”, dice Frans-Jan Parmentier, un científico del clima del Ártico que realiza investigaciones en una estación en las afueras de Longyearbyen.

Dice que es vital reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de manmad-e para evitar que ocurra la emisión de carbono.

Kim Holmen, del Instituto Polar Noruego, dice que la historia de Longyearbyen es una “advertencia” para otras partes del mundo. Las suposiciones de que el cambio climático actual “no es tan grave”, han demostrado ser erróneas, dice, y agrega que la creciente fuerza y frecuencia de los eventos extremos “necesita atención”.

En el caso de Longyearbyen, las avalanchas “han cambiado el estado de ánimo en el pueblo de manera bastante dramática”, dice Holmen. “Nos identificamos como personas que podrían ‘soportar la tormenta’”.

Pero esa confianza ha sido reemplazada por la ansiedad.

“La brutalidad de la naturaleza solía traer alegría, pero ahora asusta a la gente”, dice Holmen.