Nota del editor: Dan Restrepo es abogado, estratega demócrata y colaborador político de CNN. Fue asesor presidencial y director para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad durante la presidencia de Barack Obama. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN Español) – Nos quieren borrar.
Y lo quieren hacer para consolidar el poder político. Para avanzar un proyecto ideológico que cada día es más abiertamente racista.
Quieren echar del país los que no piensan como ellos, quieren sistemáticamente ignorar nuestra presencia en el país, y quieren obstaculizar la entrada al país a los que temen por sus vidas y quienes tienen todo el derecho bajo nuestras leyes de buscar asilo como lo han hecho generaciones de nuestros antecedentes.
Aunque tuits y comentarios a la prensa del presidente sobre cuatro congresistas, un esfuerzo ilegal de incluir una pregunta sobre ciudadanía en el censo y cambios a las leyes de asilo, casi garantizados de ser rechazados por las cortes, pueden parecer hechos dispersos y nada relacionados.
No lo son.
En vez, son parte de un esfuerzo de blanquear a los Estados Unidos y radicalmente cambiar su futuro como un país incluyente y dinámico.
Los que apoyaron a Donald Trump en el 2016 nos aseguraron que ni era racista, ni antihispano, ni antinmigrante, a pesar de todas las evidencias a lo contrario. Trump, supuestamente, solo estaba en contra de la inmigración ilegal.
Pero ahora, ante todo lo que contrariamente está ocurriendo, no tienen nada que decir.
El silencio forzado de la gran mayoría de los Republicanos subraya que valoran el poder político y el avance ideológico más que la moralidad y el bien estar común del país.
Este fin de semana, el presidente hizo la cosa más claramente racista de su presidencia que ha estado llena de manifestaciones de su racismo. Les dijo a cuatro congresistas —tres de ellas nacidas en los Estados Unidos y las cuatro, por su puesto, ciudadanas— que se deberían “volver a sus países.”
Es difícil pensar en algo más abiertamente racista que asumir que una latina y dos negrodescendientes son, per se, de “otro país.”
No creo que es coincidencia que las únicas veces que me han dicho lo mismo, es decir, “vete para casa” o “devuelta a México” o a “mi país,” ha sido en ocasiones cuando salí al aire (hace más de 10 años) de la cadena favorita de este presidente (que irónicamente tiene dueño extranjero) para hablar sobre el tema migratorio. (Todo a pesar de ser estadounidense nacido en Washington, DC de padre colombiano y madre española).
Hay un segmento maligno en el país que odia a los que no somos anglo de origen. Y nos odian simplemente por no ser anglo de origen. Y tristemente, el presidente parece ser uno de ellos.
Y las manifestaciones van mucho más allá que sus tuits y declaraciones de que, si hay gente que discrepan de su visión, deben irse del país.
También se ve en el esfuerzo —por el momento abandonado— de literalmente borrarnos del país. Porque, en el fondo, eso es lo que estaban tratando de hacer imponiendo una pregunta sobre ciudadanía en el censo. Todos, incluyendo los que promovieron la pregunta, sabían que resultaría en una subcuenta de la población. Pero importantemente, para ellos, una subcuenta de la población no anglo en el país.
Este esfuerzo de borrarnos del país, como los ataques abiertamente racistas a congresistas de origen no anglo, es un esfuerzo de negarnos poder e influencia política.
Pero tampoco se detienen ahí.
Un supuesto cambio a las leyes de asilo propuestas esta misma semana por la Casa Blanca son transparentemente un esfuerzo más de detener la migración, aun la migración legal, con origen en las Américas.
Aunque el esfuerzo de cambiar esas leyes unilateralmente por parte del ejecutivo casi seguramente fracasará en las cortes, el destino de este proyecto político a base de un racismo abierto no se resolverá en las cortes.
Tampoco se resolverá en las filas del partido Republicano donde casi nadie se ha atrevido rechazar los dichos y acciones racistas más recientes del presidente.
Se resolverá donde, a fin de cuentas, se deben resolver temas existenciales en una democracia: en las urnas.
Y los hispanos tenemos una profunda responsabilidad de hacer todo lo posible para que no simplemente no nos borren del país y de su vida política y que seamos cada día más visibles en todos los sectores.
Se habla mucho de que los latinos somos el futuro, pero ha llegado el momento de ser el presente.
Nuestro futuro —y el futuro del mismo experimento estadounidense— depende en ello.