Nota del editor: La senadora por California Kamala Harris es una de los 20 precandidatos presidenciales demócratas que participaron en un debate el miércoles 31 de julio en CNN. Las opiniones expresadas en el siguiente artículo son propias de la autora.
(CNN) – Durante la campaña, los votantes suelen preguntarme sobre las personas en mi vida que hicieron posible que esté frente a ellos como precandidata a presidente de Estados Unidos. Les cuento sobre dos mujeres que fueron centrales en la formación de quien soy hoy. La primera es mi madre, Shymala. Medía metro y medio, pero si la hubieran conocido, habrían creído que medía al menos dos metros. Fue una madre maravillosa y una persona con una fuerza especial. Nos inculcó a mi hermana y a mí un profundo sentido de la responsabilidad de abogar por quienes no tienen voz y por los vulnerables, y de luchar siempre por la justicia.
La segunda persona es la señora Frances Wilson. Fue mi maestra de primer grado en la escuela primaria Thousand Oaks en Berkeley, California. La señora Wilson me inculcó un sentido de esperanza y coraje durante mis años formativos y creyó en mí a cada paso.
Muchos de nosotros hemos tenido a ese maestro que marcó profundamente nuestras vidas, que nos vio y nos convenció de que éramos especiales. Quizás no éramos particularmente especiales, pero nos convencieron de que lo éramos y les creímos. Esos maestros están en todo Estados Unidos.
Cuando anuncié mi primera gran propuesta legislativa de esta campaña, la de darle un aumento a cada maestro de escuela pública en Estados Unidos, pensé en la señora Wilson y en los innumerables maestros de todo el país que inspiran, enseñan y moldean nuestro futuro.
Porque, a decir verdad, hay dos grupos de personas que crían a nuestros hijos: los padres -frecuentemente con la ayuda de abuelos, abuelas, tías y tíos- y nuestros maestros. Pero la realidad es que cada año que pasa, los maestros que están criando a los hijos de nuestra nación se ven forzados a hacer más con menos. Todos conocemos las historias de maestros que gastan dinero de su propio bolsillo en los muy necesarios materiales escolares, o los maestros que se pasan horas extras después de clase apoyando a los alumnos que se han quedado rezagados. Nunca olvidaré aquella vez en Carolina del Sur, cuando conocí a una educadora que levantó la mirada de la mesa en su trabajo de medio tiempo en un restaurante, y se dio cuenta de que había otros tres educadores que trabajaban allí con ella.
Hoy en Estados Unidos, según el Instituto de Políticas Económicas, los maestros de escuelas públicas ganan un 11% menos que otros profesionales similares; hay más probabilidades de que tenga un segundo trabajo alguien que es maestro a alguien que no lo es, y el maestro promedio gana (al año) US$ 1.000 menos que hace 30 años.
Eso no está bien. Todos los niños merecen una educación de nivel internacional, sea cual sea su código postal, y entre todos los factores educativos que afectan su éxito, no hay nada más importante que los maestros. Pero no actuamos en consecuencia.
La brecha en el pago a los maestros es una falla nacional que merece una respuesta nacional valiente. Por eso diseñé un plan para realizar la mayor inversión en maestros en la historia de Estados Unidos, dándole al maestro promedio un aumento (anual) de US$13.500.
Con mi plan, el gobierno federal hará de inmediato una inversión para subir los salarios de todos los maestros de cada estado. Luego incentivaremos a los estados para hacer más: por cada US$ 1 que contribuya un estado al aumento salarial, el gobierno federal invertirá US$ 3 hasta que se cierre por completo la brecha salarial antes de finalizar mi primer mandato. E iremos incluso más allá en las comunidades más necesitadas, con inversiones adicionales centradas en las escuelas más necesitadas de Estados Unidos, que de manera desproporcionada sirven a los estudiantes de color. Mi plan incluirá también una inversión multimillonaria en programas respaldados por la evidencia que eleven la profesión de la enseñanza.
Mi plan de pago a los maestros no se trata solo de los salarios. Se trata de valorar y respetar a los maestros como los profesionales que son. Se trata de hacer una inversión que redituará enormemente a nuestro país y sentará las bases de nuestra economía futura. Se trata de garantizar que cada niño tenga la oportunidad de triunfar.
Muchos años después de haber terminado primer grado, subí al escenario para recibir mi diploma de la facultad de Derecho y cuando miré al público vi a la señora Francis Wilson sonriéndome. Estaba allí para alentarme como lo había hecho siempre. Llevo conmigo sus lecciones cada día, cuando llegué a fiscal de distrito, a fiscal general (de California), a senadora y como precandidata a presidente de Estados Unidos. Cuando me pare en el podio a debatir el miércoles, la señora Wilson no estará entre el público, pero las lecciones que me enseñó y la confianza que me inculcó estarán conmigo, y por eso le estoy eternamente agradecida.
(Nota: este artículo fue escrito antes de la participación de la senadora Harris en el debate de los precandidatos demócratas).
(Traducción de Mariana Campos)