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Nota del editor: Rafael Domingo Osle es profesor investigador en el Centro de Derecho y Religión de la Universidad de Emory y catedrático de derecho en la Universidad de Navarra

(CNN Español) – Reza el resabido refrán: piensa mal y acertarás, pero creo que sería mucho más correcto si dijera: piensa mal y enfermarás. Sí, la calidad de nuestro pensamiento es esencial para desarrollar una buena salud mental. De la misma manera que nuestro cuerpo enferma cuando comemos cosas nocivas, así también la mente enferma cuando se alimenta de pensamientos negativos: que si mi marido se lleva demasiado bien con la secretaria; que si mi jefe me mira mal, que si mi hijo no me dice la verdad; que si no me valoran, y un largo etcétera de pensamientos tan inútiles como dañinos que no conducen a ningún sitio y nos agotan psicológicamente. Dicen los expertos que pensar intensamente en la posibilidad de tener un accidente de tráfico consume casi tanta energía vital como cuando de hecho ocurre.

Piensa bien, con prudencia, con acierto, con magnanimidad, sin dejarte llevar por las emociones negativas. No juzgues nunca las intenciones de los demás por obvias que parezcan. Mantén tu mente fresca, despejada, libre, sin rumiar ideas nocivas, ni conservar malos recuerdos que consuman tu energía. La mente es como una casa. Hay que mantenerla limpia para que sea habitable. Y para ello, además de sacudirle el polvo, hay que aprender a no ensuciarla. Me lo decía un japones: mi país está muy limpio porque nos enseñan a no manchar.

Además de buenos pensamientos, la mente necesita disciplina. La disciplina mental es como el deporte para el cuerpo. No permitas a tu mente que haga lo que quiera contigo, que actúe caprichosamente, que te domine. Si así ocurre, la mente, en vez de ser tu fiel servidora, se convertirá en la loca de la casa.

Mi sugerencia para hoy es la siguiente: aprende a cultivar pensamientos positivos y a controlar tu mente con acierto. Las consecuencias en tu salud mental no se harán esperar.