Crédito: Alex Wong/Getty Images

Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España y ha sido asesor de los presidentes Alejandro Toledo de Perú, Vicente Fox de México y Alvaro Colom of Guatemala. Izurieta también es analista de temas políticos en CNN en Español. 

Sergio Angelini es presidente ejecutivo del Grupo MSA S.A. y Comitia MSA Copr. Cuenta con una larga trayectoria como experto en gestión de procesos de misión crítica. Es especialista en procesos electorales y ha dirigido la implementación exitosa de tecnología electoral en materia de escrutinios y voto electrónico en América Latina. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.

(CNN Español) – El “caso Iowa” no es un accidente. Lo sucedido es la consecuencia previsible de una sucesión de errores humanos que emergen de la negligencia y la falta de profesionalismo de quienes tenían la responsabilidad de realizar el escrutinio de los votos obtenidos en cada una de las 1678 asambleas. La autoridad electoral, el Partido Demócrata de Iowa, ha tenido que recontar y validar los votos antes de que sean sumados. Es inaceptable que los responsables de los centros electorales tengan que pasar horas al teléfono para informar a un comando central los resultados electorales de sus asambleas partidarias. Lo sucedido es de una incompetencia inaudita. Al menos, no debería ser un hecho propio de cualquier institución de EE.UU.

Iowa es un pujante estado de EE.UU., país que ha sido y sigue siendo referente de muchísimas cosas: una economía sana y liberal, estabilidad económica social y política, instituciones fuertes e independientes, exigente en el profesionalismo de sus líderes, desarrollador de centros de innovación, de avances tecnológicos y también del ejercicio de una política moderna y democrática. Es el país que cobijó el desarrollo de Apple, Amazon e IBM , entre otras tantas compañías globales. Es el mismo lugar donde están las universidades tecnológicas más reconocidas del mundo. Siendo esto así ¿no debería estar a la vanguardia en materia de tecnología y procedimientos eleccionarios? ¿Acaso no fue suficiente hace 20 años pasar por la vergüenza internacional de tener que transitar un recuento voto por voto durante semanas en el estado de Florida para determinar el resultado de la elección presidencial de 2000, entre Bush y Gore?

Pues no parece que hayamos aprendido la lección. Lo que pasó esta semana en la elección de Iowa es una vergüenza: donde la ineptitud es tal que “hasta” se descarta la existencia de corrupción. Pocos piensan que en el proceso electoral de Iowa hubo fraude o interferencia tecnológica. Los errores fueron principalmente de incompetencia.

Entendemos que cada estado define sus estándares dentro del marco de sus leyes locales; sin embargo, una elección estatal partidaria no es otra cosa que el primer eslabón de una cadena que concluye con el de la elección nacional, por lo tanto, las consecuencias de la negligencia observada tienen implicaciones de índole nacional, por lo que sus estándares de calidad y transparencia deberían ser, cuando menos, mínimos.

La ayuda de la tecnología (máquinas) para el conteo y/o transmisión de resultados, es solo un aspecto de las herramientas empleadas en un sistema que se supone consistente, y que como tal, debió haber sido sometido a pruebas bajo rigurosa supervisión que garantizara la transparencia. Es inaceptable y hasta cierto punto, un insulto a la inteligencia del ciudadano medio, que alguien esgrima como defensa que una aplicación de software les ha fallado por falta de capacitación de los usuarios, o porque se olvidó una clave, o porque no tuvieron tiempo de aplicar un parche de último momento. Es de una improvisación pocas veces vista.

La paciencia de la gente se está agotando. Al ritmo de los tiempos que vivimos, nadie puede darse el lujo de decir a los ciudadanos, cualquiera sea su partido de preferencia, que espere pacientemente los resultados de una asamblea pues se contarán a mano por tal o cual razón. La tecnología debe ayudar a facilitar y fortalecer los procesos y no poner bajo sospecha por su mala praxis lo más puro de una democracia, el respeto al voto de cada ciudadano.

Por último, deben tenerse muy presente las consecuencias colaterales que originan este tipo de sucesos indeseables. Si no, ¿cuánto tiempo cree el lector de estas líneas que habrá de transcurrir hasta que aparezcan quienes hagan utilización de este infeliz incidente para posicionar sus intereses en contra de la tecnología, o del modelo asambleario (caucus) o de la transparencia con la que los partidos políticos administran sus procesos eleccionarios?

Es hora de ponernos a hacer las cosas que corresponden. No dejemos que la incompetencia de los responsables descanse en excusas tecnocráticas. La tecnología es un recurso inanimado, la estupidez es humana.