Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es escritor y analista político de CNN. Sus columnas se publican en decenas de diarios de España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de la Internacional Liberal. Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor.
(CNN Español) – Nayib Bukele, el extravagante presidente de El Salvador, avanzó peligrosamente hacia un golpe de Estado en su país el domingo.
El hombre que declaró ser el presidente “más guapo y cool del mundo mundial”, tomó el Parlamento rodeado de partidarios, militares y policías. Trató de forzar a la mayoría a aprobarle un crédito de US$ 109 millones, entonces en discusión, pero como no tuvo quórum suficiente, se retiró… hasta el próximo intento.
¿Por qué lo hizo? A mi juicio, porque se autopercibe como una especie de monarca, mucho más inteligente que el resto de los salvadoreños, designado por Dios para gobernar a su antojo.
Recuérdese que este señor se declara muy creyente, aunque no se sabe exactamente a quién o a qué le reza.
Da igual. De acuerdo con sus declaraciones, ese Dios nebuloso que inspiró la maniobra, fue el mismo que le aconsejó abortarla.
Para Bukele, la República es una incomodidad permanente. Para él la separación de poderes y los mutuos controles son escollos innecesarios.
Como ganó las elecciones haciendo campaña, esencialmente, en las novísimas redes sociales, piensa que esa trama de pesos y contrapesos es algo muy antiguo.
Obviamente, eso terminará muy mal, de la misma manera que la monarquía absolutista fue erradicada por la fuerza de nuestros países.
Gobernar es difícil. Requiere paciencia y aceptar los dictados de la Constitución. El camino adoptado por Bukele está empedrado de ilegalidad, pobreza para el pueblo y a lo mejor, hasta la cárcel para él.
En 1992 Alberto Fujimori también tomó el Parlamento. Muchos años después acabó en la prisión. Si Bukele no rectifica podría ocurrirle lo mismo.