Nota del Editor: El Rev. Dr. William Barber II es presidente de Reparadores de la Brecha y copresidente de la Campaña Popular por los pobres: un llamado nacional a la revitalización moral. Su copresidenta, la Rev. Dra. Liz Theoharis, es la directora del Centro Kairos para las Religiones, los Derechos y la Justicia Social en el Seminario Teológico de Union. La Campaña Popular por los Pobres está movilizando a las personas pobres, al clero y a las personas con consciencia a una Asamblea y a una marcha multitudinaria por los pobres en Washington el 20 de junio de 2020. Las opiniones expresadas en este artículo son propias de los autores.
(CNN) – A medida que se acercan las primarias en Nevada y Carolina del Sur, se sigue debatiendo cómo influyó la cantidad de votantes en los resultados de Nueva Hampshire. Para entender la participación en las urnas en el 2020, tenemos que repasar lo ocurrido en 2016. Ese año fue la primera elección sin las protecciones completas de la Ley de los Derechos del Votante.
La demarcación racista de las circunscripciones electorales estaba reconfigurando los distritos de votación para favorecer a un partido u otro. Se cerraron cientos de sitios de votación. El sistema del colegio electoral una vez más desplazó al voto popular. Y para colmo, uno de los factores más impactantes de 2016 fue que casi 100 millones de votantes habilitados (casi el 43% del electorado) no votó, según el proyecto elecciones estadounidenses.
En 2016 había aproximadamente 225,7 millones de votantes habilitados: 65,8 millones votaron por Hillary Clinton y 62,9 millones votaron por Donald Trump, lo que deja a 100 millones de votantes habilitados que decidieron no votar. A partir de estos casi 100 millones de votantes habilitados que no votaron, la Campaña Popular por los pobres: un llamado nacional a la revitalización moral trabajó con el economista Robert Paul Hartley del Centro sobre la pobreza y las políticas sociales (CPSP, en inglés) de la Universidad de Columbia, para calcular –usando datos de la Oficina de Censos— en un informe que se publicará próximamente publicación que 23 millones eran pobres o tenían ingresos familiares bajos, inferiores a dos veces la cifra establecida como la línea federal de pobreza.
Hay un potencial no explotado en este bloque de votantes de 23 millones de electores pobres y con bajos ingresos. En el informe, Hartley muestra que pequeños aumentos en su participación en las elecciones podrían cambiar el escenario político de este país.
Sin embargo, este bloque de votantes sigue siendo en gran medida ignorado por los partidos políticos principales. Ellos y otros estadounidenses pobres rara vez escuchan a los políticos decir su nombre y hablar sobre su situación. En los más de 20 debates anteriores a las elecciones de 2016, no hubo una sola hora dedicada a la pobreza o la inseguridad económica. Esto es verdad para ambos partidos: los candidatos demócratas parecen rehuirle a la palabra “pobre” y de hablar sobre la pobreza, enfocándose principalmente en la clase media, mientras los republicanos ponen un tinte racial a la pobreza. Como resultado, 150 años después de la 15ª enmienda, millones de votantes se están alejando de las urnas.
En nuestro trabajo en 42 estados en el país, entre los 140 millones de personas pobres y de bajos ingresos que están a diario luchando por cubrir sus necesidades en uno de los países más ricos del mundo, hemos sido testigos del potencial no explotado de estos votantes.
En Carolina del Norte, el Movimiento Moral Juntos Adelante lanzó las protestas “Lunes Moral” en 2013 para resaltar el impacto de las políticas del gobernador republicano Pat McCrory de recortar la votación temprana, bloquear la expansión de Medicaid y de reducir los beneficios de desempleo. Mejor conocidos como el “Movimiento del Lunes Moral”, reunimos una coalición de 200 organizaciones, clérigos y personas afectadas para oponer resistencia a estos ataques y a otros a los derechos de la mujer, de los trabajadores, de los inmigrantes y de la comunidad LGBTQ. Poco después de las marchas “Lunes Moral”, las tasas de aprobación de McCrory cayeron significativamente.
El gobernador nunca recobró su popularidad y finalmente perdió el puesto en 2016.
En 2019, nuestra organización sostenida por los votantes pobres y de bajos ingresos en Kentucky hizo que varios condados predominantemente blancos que previamente habían ido tanto a Donald Trump como al republicano en el poder, el gobernador Matt Bevin, se dieran vuelta por pequeños márgenes y eligieran al candidato a la gobernación que abrazó nuestras propuestas. En su discurso de aceptación, el nuevo gobernador, Andy Beshear, hizo referencia a una frase que usamos a menudo en nuestro movimiento e inmediatamente promulgó varias políticas enumeradas en nuestra Agenda Moral, incluido el poner fin a los requisitos de Medicaid y restableció los derechos de votación a quienes alguna vez estuvieron en la cárcel.
La lección que aprendimos es que la organización fusionada -el esfuerzo intencional de reunir a personas pobres negras, blancas y de color en torno a sus intereses comunes— puede cambiar el escenario político.
Estas comunidades pobres y de bajos ingresos no están necesariamente interesadas en un candidato específico, sino en una plataforma sustancial que se ocupe de sus necesidades. Contrariamente a la creencia popular, Trump no fue impulsado a la presidencia por votantes blancos pobres y de clase trabajadora. Según el Estudio Estadounidense de las Elecciones Nacionales, solo 25% de las personas que votaron por Trump eran pobres, blancas (no hispanas), sin título universitario y no estaban necesariamente de acuerdo con su plataforma ni con su agenda. Cuando estuvimos en Harlan, Kentucky, un condado predominantemente blanco que votó a favor de Trump en 2016, le preguntamos a la gente por qué había votado por él. Sabían que no representaba sus intereses, pero respondieron: “Él vino a vernos”.
Aprendamos nuestras lecciones de 2016. Pongamos la pobreza en el centro de la narrativa política y veremos que el cambio vendrá.
Traducción de Mariana Campos