Crédito: Justin Sullivan/Getty Images

Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España y ha sido asesor de los presidentes Alejandro Toledo de Perú, Vicente Fox de México y Alvaro Colom of Guatemala. Izurieta también es analista de temas políticos en CNN en Español. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.

(CNN Español) – En momentos como estos, de profunda crisis de salud pública, ansiedad, incertidumbre y crisis económica, es cuando nos preguntamos si estamos en buenas manos.

Este no es un “virus chino”, como bautizó Donald Trump al covid-19. No le culpo a él ni a ninguna nacionalidad porque cada gobierno tiene su buena dosis de responsabilidad por el manejo de esta crisis. Los virus no llevan pasaporte. Los seres humanos hemos estado expuestos a terribles epidemias de variados orígenes y lo seguiremos estando. La gran mayoría (la polio, la peste, el sarampión, la viruela, la tuberculosis, el tétanos neonatal, la difteria, la tos ferina, la meningitis, las hepatitis, el sida) ha sido mucho más infecciosa y/o mortales que el coronavirus. Pero el progreso de la ciencia, que ha creado las vacunas, y de la salud pública, que las administra, ha tenido resultados tan estupendos que ahora muchos creen que ya no necesitamos ciencia, ni salud pública, y que es suficiente con hacer creer que sabemos algo para salir del paso. Gente como esa hay bastante y no hace daño mientras no las pongamos en posiciones de poder en momentos de crisis.

Gracias a la ciencia, conocemos cómo y dónde se desarrolló este virus. El covid-19 tiene su origen en malas prácticas sanitarias que algunos gobiernos permitieron (o toleraron en nombre de la “cultura local”, por no afectar cierta actividad económica específica, o por no sacrificar apoyo popular). Sin duda, sus líderes tienen responsabilidad por no habernos dicho la verdad desde el inicio y durante gran parte de este trágico proceso. Su inacción o encubrimiento nos ha traído la gravísima consecuencia de no habernos permitido prepararnos.

Lastimosamente, en la vida el tiempo perdido no lo puede recuperar nadie. Ya habrá oportunidad para repartir responsabilidades, las mismas que deben tener principalmente como objetivo no repetir los mismos errores, sobre todo con un virus como este, que probablemente sea cíclico. Como decía en mi artículo anterior, este virus durará unos meses, muy probablemente vendrá en olas y dure un par de inviernos como amenaza. Esperamos pasar esta y que la próxima nos encuentre más preparados con pruebas efectivas y disponibles masivamente; con los insumos básicos y necesarios para atender a los pacientes; con un sistema de salud listo para ejecutar planes de emergencia que administren estas olas cíclicas; que tengamos un tratamiento exitoso y una vacuna disponible al público durante el invierno de 2021.

Hay mucho que no sabemos. Parte del tiempo perdido llevó a no haber estado listos para someter a prueba a los pacientes y a millones de personas que podrían haber sido contagiadas y no tienen síntomas. Esa información nos permitiría dar a la ciencia y a los responsables políticos elementos para tomar decisiones. Ahora, gracias a la ciencia y la información (insuficiente aún por la irresponsabilidad de las respectivas autoridades) ya sabemos qué causa esta pandemia y los virólogos, médicos, patólogos, epidemiólogos y otros científicos lo están estudiando a profundidad (sus características y movimientos) para que, en un tiempo récord para la historia de la humanidad, pero algo tardío para nuestras necesidades de hoy, lo logremos combatir.

En momentos como estos hay mucho que aún no sabemos, pero sabemos esto:

-Debemos practicar el mayor distanciamiento físico posible para evitar más contagios

-Limitar al máximo nuestra circulación pública a lo imprescindiblemente necesario

-Educarnos en la higiene

-Apoyar y agradecer a los soldados de estas batallas, no solamente a los médicos y enfermeros, sino a los que nos traen las compras, a los empleados de los almacenes y farmacias, a quienes limpian las casas y los hospitales; en suma, a nuestros hermanos de toda condición

-Demostrar la solidaridad con aquellos que están siendo más directamente afectados, los que perdieron sus trabajos o no pueden trabajar de manera remota

-Exigir a nuestros líderes que estén a la altura de este reto. No es momento para la política y sobre todo, no es momento para fabricar noticias (las que tenemos ya son más que suficientes); peor aún, no es el momento para la ignorancia (como la demostrada por líderes como Andrés Manuel López Obrador o Jair Bolsonaro). Debemos tomar este reto con la responsabilidad y la altura que exige

-Agradecer a aquellos empresarios que, pese a no tener ingresos, están ocupados en encontrar maneras de no despedir a sus empleados. Ellos son fundamentales para hacer florecer la economía y liderar el progreso

Hoy lo urgente es trabajar juntos para que los doctores, enfermeras y personas de la limpieza de los hospitales y centro de salud tengan los equipos necesarios para hacer su trabajo. No es el momento de proteger monopolios. Lo que estamos buscando es permitir que el sistema de salud sea capaz de administrar esta crisis sin desbordarse. Lo que se busca es bajar el tope de la curva epidémica, o, como ahora lo llaman, hacer que las olas epidémicas sean más planas para que los hospitales no se saturen mientras dura la crisis, que tengamos tratamiento y ojalá, vacuna.

Esto es una guerra contra un virus. Los médicos, enfermeros, personal de limpieza son los que ahora están al frente en el campo de batalla. Debemos agradecerles a todos aquellos que están trabajando para permitir que el ciclo de producción no se detenga, a los que trabajan en el transporte público, a los empleados del correo y a miles más. También es el momento que que demostremos nuestra solidaridad con quienes no tienen trabajo y con quienes temen perderlo en los próximos días o semanas.

Cada generación ha tenido sus retos. No dejo de pensar en aquellos que vivieron dos guerras mundiales. Cada reto define a su generación, la hace más grande y capaz. Estoy convencido de que esta crisis nos dará una pauta para reflexionar acerca del valor de la vida, sobre la calidad de vida y el sentido de la urgencia, sobre la importancia de valorar a quienes amamos, en ser cordiales con el vecino y solidario con el que más sufre.

Sin duda son y serán tiempos difíciles. Pero estoy convencido de que esta crisis tiene fecha de expiración. No sabemos exactamente cuántas semanas o meses durará, pero prevaleceremos como sociedad y como parte de nuestra naturaleza. Nuestro futuro, nuestro progreso como seres humanos auténticos y, por tanto, solidarios, se definirá de la manera en que prevalezcamos.