Nota del editor: Roberto Rave es politólogo con especialización y posgrado en negocios internacionales y comercio exterior de la Universidad Externado de Colombia y la Universidad Columbia de Nueva York. Con estudios en Management de la Universidad IESE de España y candidato a MBA de la Universidad de Miami. Es columnista del diario económico colombiano La República. Fue escogido por el Instituto Internacional Republicano como uno de los 40 jóvenes líderes más influyentes del continente.
(CNN Español) – El miedo se apodera de muchos de nosotros, de muchas familias y de nuestras casas. ¿Hace cuánto no sentíamos este miedo? ¿Hace cuánto no reflexionábamos sobre la cercanía invisible de la muerte? Todas estas preguntas nos hacen pensar sobre cuál sería nuestro legado para la humanidad, para nuestra familia y amigos. ¿Qué le dejaríamos a este mundo efímero, casi virtual, fugaz?
Ha llegado la hora de detenernos, pero no porque repentinamente nos hubiésemos dado cuenta de la rapidez con la que se mueve (o nos mueve) el mundo de hoy. La situación actual nos obliga a reflexionar en la soledad de nuestro hogar, esa soledad que tanto evitamos por el miedo de encontrarnos con nosotros mismos, de afrontar nuestra frívola realidad. Las únicas herramientas palpables que tenemos ante el encierro físico y psicológico que puede resultar desesperante, son las de abrazar (a quien se pueda), querer y comprender. Abrazar tan fuerte, como si nunca hubiésemos abrazado. Dejar el móvil a un lado y preguntar, irónicamente después de años de convivencia: ¿Cómo estás? - Sí. Aunque suene ilógico, hace mucho no preguntamos esto - y darnos cuenta de que hemos sido una víctima más, antes del encierro, de la vil rapidez de los clics y de los “me gusta”, y se nos olvidaron los “me gusta” que más importaban. En palabras de Joseph Ratzinger: “Yo no dudo en afirmar que la gran enfermedad de nuestro tiempo es su déficit de verdad. El éxito, el resultado, le ha quitado la primacía en todas partes. La renuncia a la verdad y la huida hacia la conformidad de grupo no son un camino para la paz”.
Sin profundizar en la ya conocida crisis económica desatada por la pandemia, nos hemos visto obligados a abrir esa ventana que mira a un infinito mundo de oportunidades para replantearnos humanamente. Tal vez hemos errado, centrándonos en la concepción del éxito material, vaciando de contenido la verdadera trascendencia humana. Ha llegado el momento de volver a lo esencial, de reestructurar nuestra escala de valores, de confrontar nuestros sueños efímeros. Como bien dijo el filósofo Séneca: “¿Quieres saber qué es libertad? No ser esclavo de ninguna cosa, de ninguna necesidad, de ningún azar”.
Sin más preámbulos, quiero en este artículo proponer un decálogo para estos días de cuarentena. Desde que leí el capítulo 42 de Don Quijote de la Mancha, me apasionan los decálogos. Muchos pasaremos los próximos 15 días, tal vez más, entre cuatro paredes con la plena conciencia de que esta situación tiene como primera medida el salvaguardar la salud de nuestros seres queridos y salir triunfantes ante la inesperada pandemia. A continuación, las propuestas que construí junto con una amiga a quien le abordan estas mismas inquietudes:
1. Mantener la laboriosidad. Permanecer en casa no implica vivir en un ocio constante. Es importante tener un horario, como si estuviéramos en una jornada normal.
2. No caer en la mediocridad. Que nuestra presentación personal y nuestro lugar de trabajo sean óptimos y muy similares a los de una situación de normalidad, con más comodidad, pero sin mediocridad.
3. Ser eficiente. Pese a que los ratos libres van a ser más frecuentes, procurar sacar adelante aquellos deberes y proyectos que hemos dejado a un lado en el afán cotidiano.
4. Ayudar. En estas épocas de valorar más lo poco o lo mucho que tenemos, no puede llegar la noche sin haber hecho algo por los demás, sin haber ayudado con alguna labor en nuestra casa o a nuestros amigos o conocidos, inclusive desconocidos.
5. Estar alegres. Mantener la alegría y contagiarla a quienes por cualquier motivo padecen la desesperanza -normal- de la coyuntura. El colegio en el que estudié tiene un lema que me ha tocado desde siempre el corazón: “Ser felices para hacer felices a los demás”.
6. Hacer ejercicio. Dedicar al menos 30 minutos a la actividad física.
7. Leer. Apartar tiempo para una lectura que tenga que ver con temas espirituales o de formación humana. Estos tiempos son tiempos de reflexión.
8. Ser agradecidos. Las circunstancias actuales nos muestran la fragilidad de la vida. No nos acostemos sin antes despedirnos y agradecer a las personas que más queremos. También, estos días hacen que seamos mas conscientes del valor de amanecer con salud. Es por esto que no sobra dar gracias por un nuevo día.
9. Tener disciplina. Respetemos los horarios de sueño. No caigamos en la tentación de las series de TV y procuremos dormir bien. Recomendación especial: un breve examen de 3 minutos de lo que fue nuestro día, antes de ir a la cama, no caería mal.
10. Amar. De último, pero no menos importante: querer a nuestros compañeros de cuarentena, quererles de verdad.