Nota del editor: Frida Ghitis, exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de temas internacionales. Es colaboradora frecuente de opinión de CNN, columnista colaboradora de “The Washington Post” y columnista de “World Politics Review”. Síguela en Twitter @fridaghitis. Las opiniones expresadas en este comentario son propias de la autora.
(CNN) – El yerno y asesor del presidente Donald Trump, Jared Kushner, rara vez habla al público. Ahora sabemos por qué. Cuando se paró en el podio de la Casa Blanca el jueves, lo que los estadounidenses escucharon fue la escalofriante actuación del creyente en un pequeño gobierno, hecha en un momento en que solo un gran gobierno puede salvar la situación.
De todas las veces que podía ocurrir una pandemia, ¿tuvo que suceder justo durante el reinado de una administración que quiere reducir el gobierno a una fracción de su capacidad? ¿Tenía que venir bajo un presidente que no respeta la experiencia o las calificaciones esenciales, que se ha rodeado de personas cuyo talento principal es su capacidad para rendirle homenaje público?
Si alguna vez hubo un momento para un gran gobierno, para programas ambiciosos, para un papel central de las autoridades federales, es ahora. Si alguna vez hubo un tiempo para personas calificadas en el gobierno, es ahora.
La presencia translúcida de Kushner, su afecto, sin el más mínimo indicio de empatía, en perfecta sincronía con sus insensibles palabras, fue un espectáculo apropiado para nuestros tiempos de pesadilla.
Ahora sabemos por qué Trump lo ha puesto a cargo de tantos problemas insolubles. Kushner padece una superabundancia de confianza injustificada en sí mismo. Él es un Trump introvertido; arrogancia sin rimbombancia.
Kushner reprendió a los gobernadores, con ciudadanos que literalmente jadeaban por aire, por pedirle al gobierno federal que ayudara a encontrar ventiladores que salvaran vidas. “No nos pidan cosas cuando no saben lo que tienen en sus propios estados. Solo porque tienen miedo, preguntan a sus profesionales médicos y ellos no lo saben”, dijo.
En un momento sugirió que la reserva federal de suministros médicos de emergencia no está destinada a los estados. “Se supone que es nuestra reserva”, dijo. No está claro a quién se refería con “nuestra”.
Es un hecho bien documentado que Trump ocupó innumerables puestos gubernamentales con personas completamente descalificadas para sus trabajos. No es sorprendente, entonces, que la implementación de los programas de emergencia esté resultando menos que impresionante. Millones de estadounidenses ya han perdido sus empleos apenas unas semanas después de la pandemia, por lo que el Congreso aprobó rápidamente billones de dólares en programas de ayuda.
Muchos profesionales del gobierno están haciendo todo lo posible en una emergencia sin precedentes, pero los primeros días del plan de rescate no son alentadores. Los trabajadores de restaurantes, desempleados de repente, con familias que alimentar, pueden no recibir el cheque prometido de US$ 1.200 por meses. A pesar de los votos para que las personas contaran con el dinero en dos semanas, parece que podría tomar 20 semanas, es decir, cuatro meses, que los cheques sean enviados por correo.
Las pequeñas empresas que se preguntaban si llegaría la ayuda a tiempo para evitar la bancarrota, vieron con esperanza cuando el secretario del Tesoro Steven Mnuchin dijo el jueves que los préstamos de emergencia estarían disponibles a partir del día siguiente. Pero justo cuando habló, los bancos dijeron que todavía necesitaban la orientación de la Administración de Pequeñas Empresas antes de poder desembolsar los fondos.
Los programas son enormes. Quizás los problemas puedan resolverse pronto.
Pero no hay excusa para la incompetencia y las demoras durante esta crisis de coronavirus que han sido resultado directo del desdén de Trump & Co. por el gobierno.
La realidad ineludible es que algunos desafíos son tan desalentadores que solo el gobierno puede organizar una respuesta efectiva; algunos tan catastróficos, que solo el gobierno federal tiene la fuerza para hacerlo.
Los neoyorquinos mueren a razón de uno cada tres minutos. La economía nacional está ahora en coma inducido, un esfuerzo desesperado por evitar una catástrofe aún mayor. Ahora es cuando la tierra debería temblar con los sonidos de la caballería al rescate. En medio de todo esto, Trump lanza incansablemente pequeños ataques contra los demócratas, y va a Fox News para decirle a Sean Hannity: “No creo que necesites 40.000 o 30.000 ventiladores”, después que Andrew Cuomo, gobernador del estado que es el epicentro nacional de la pandemia abogara por ayuda urgente.
Gabriel Sherman, en “Vanity Fair”, escribió que, según algunos informes, fue Kushner quien le dijo a Trump que “…Estoy haciendo mis propias proyecciones … Nueva York no necesita todos los ventiladores”, asegura un participante en una reunión reciente en la Casa Blanca. Andrew Cuomo explicó durante un foro de CNN sobre el coronavirus: “Es muy simple: una persona ingresa a la unidad de la UCI. Necesitan el ventilador o muere”. La ayuda puede llegar, pero no sin demora.
Si el gobierno federal estuviera en buenas manos, se habría hecho cargo de la crisis mucho antes. Trump no habría resistido las llamadas urgentes para promulgar la Ley de Producción de Defensa hace semanas, cuando la Cámara de Comercio lo persuadió de no usar su poder para ordenar la producción de ventiladores.
Ahora los estados, observando cómo el maremoto de casos avanza en su dirección, están luchando para asegurar los suministros necesarios. Increíblemente, están compitiendo unos contra otros, y ahora compiten contra la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA).
El jueves en CNN, Andrew Cuomo hizo una sugerencia tan práctica, tan lógica, que es difícil creer que no se haya implementado. En lugar de que todos luchen simultáneamente por adquirir los mismos productos -incluso de China, nada menos-, ¿por qué no disponer un despliegue continuo de suministros, distribuidos donde se necesitan, a medida que la pandemia aumenta en diferentes estados en diferentes momentos?
Imagine una administración proactiva, eficiente, transparente y confiable, coordinando la compra, producción y distribución de ventiladores y equipos de protección a los lugares donde se necesitan, y organizando el transporte de excedentes de un estado a otro, según surja la necesidad.
El buen gobierno que desearíamos tener también habría asegurado que todos tengan seguro médico. Increíblemente, Trump rechazó el jueves una propuesta para reabrir la inscripción de Obamacare para que los estadounidenses sin seguro puedan obtener cobertura en medio de proyecciones de que millones podrían enfermarse. Incluso las compañías de seguros de salud estaban presionando para eso, pero Trump dijo que no.
La Casa Blanca dice que está explorando otras opciones, pero no está claro cuáles podrían ser. Con millones perdiendo sus empleos, y el seguro de la mayoría de las personas vinculado al empleo, la cantidad de personas sin seguro podría aumentar en el peor momento posible.
Con una administración más competente, los barcos del hospital de la Marina desplegados con tanta fanfarria no flotarían en su mayoría vacíos, ya que los pacientes se concentran en hospitales desbordados. “Una maraña de protocolos militares y obstáculos burocráticos ha impedido que el Comfort acepte a muchos pacientes”, informó “The New York Times”.
Sin un gobierno fuerte y grande, incluso los parangones del capitalismo, las corporaciones icónicas del país, podrían desaparecer. Gracias a un estímulo, los contribuyentes los están salvando. El gobierno debería salvar a los contribuyentes, sus medios de vida, sus vidas.
Pero este gobierno no cree mucho en el gobierno. Al principio había prometido “deconstruir” el siniestro “estado administrativo”. Es dolorosamente evidente cuánto necesitamos administradores experimentados.
Parafraseando a una figura de otra crisis, vas a una pandemia con el gobierno que tienes. Solo podemos esperar que esta administración mejore rápidamente, y luego deberíamos intentar contar con un mejor gobierno antes de la próxima crisis.