Nota del editor: Paul Begala, estratega demócrata y comentarista político de CNN, fue consultor político para la campaña presidencial de Bill Clinton en 1992 y se desempeñó como consejero de Clinton en la Casa Blanca. Las opiniones expresadas en este comentario son suyas. Ver más artículos de opinión sobre CNNe.com/opinion
(CNN) – “Transferencia digna”. Así es como los militares llaman al proceso solemne de devolver a los héroes caídos a la familia que amaban y al país al que servían. Si alguna vez lo viera, nunca volvería a ser el mismo. El 13 de agosto de 1998 fue, con mucho, el día más difícil que tuve como asistente principal de la Casa Blanca para el presidente Clinton. Los terroristas de al Qaeda liderados por Osama bin Laden habían bombardeado nuestras embajadas en Dar es Salaam, Tanzania, y Nairobi, Kenia, una semana antes. Doce estadounidenses fueron asesinados; algunos eran funcionarios del Departamento de Estado, otros eran marines. Todos fueron héroes.
Acompañé al presidente y a la primera dama, junto con la secretaria de Estado, Madeleine Albright; el secretario de Defensa, William Cohen; el secretario del Tesoro, Robert Rubin, y otros a la Base Conjunta Andrews para dar testimonio de la transferencia digna. Ese mismo día, mi hijo mayor cumplía 6 años. No tenía ni la más mínima preocupación de que su papá no volviera a casa. Pero esas familias ya estaban preocupadas incluso antes de los ataques. Alguien a quien amaban estaba sirviendo a su país a medio mundo de distancia. Casi un cuarto de siglo después, ninguno de sus cumpleaños o bodas, aniversarios o graduaciones ha sido igual.
Nunca he olvidado a esas familias o ese día. Como todos, estaba desconsolado. Pero nuestro dolor pronto se convirtió en resolución. Clinton, especialmente, sintió la carga de vengar sus muertes. Es justo decir que estuvo casi obsesionado con al Qaeda por el resto de su Presidencia. Trató de atrapar a bin Laden y falló por poco. Su sucesor, por supuesto, declaró la guerra contra los talibanes para vengar el 11 de septiembre. Y luego el próximo presidente, Barack Obama, en una notable muestra de coraje, ordenó a las Fuerzas Especiales de la Marina asaltar el complejo de bin Laden. Y se hizo justicia.
Le tomó 13 años a tres presidentes alcanzar a bin Laden, pero cada uno siguió con el tema. No hacerlo habría mostrado debilidad, lo que a su vez provocaría agresión. Todo presidente debe saber esto desde el primer día. En los primeros seis meses del primer año de su primer mandato, Clinton se enteró de que Saddam Hussein había planeado asesinar al expresidente George H.W. Bush. Clinton no invitó a Saddam a unirse al G-7. Bombardeó Bagdad, arrasando la sede de la inteligencia iraquí.
“Combatiremos el terrorismo”, dijo Clinton en un discurso en ese momento. “Disuadiremos la agresión. Protegeremos a nuestra gente”, agregó.
Los informes de que Donald Trump recibió información acerca de que Rusia supuestamente les pagó a terroristas talibanes para matar a las tropas estadounidenses son indescriptiblemente impactantes para mí.
Sí, como usted, pensé que había perdido mi capacidad de ser sorprendido por Trump. El propio Trump ha sido testigo de una transferencia digna. Ha visto descargar los ataúdes cubiertos con la bandera, escuchó los sollozos amortiguados de los desconsolados, vio el dolor sin fondo en los ojos de un niño que perdió a un padre. Cómo puede ser qué, después de que supuestamente se le informara sobre los intentos de Putin de atacar a las tropas estadounidenses, Trump le ofreciera recompensas a Putin, como una invitación para reunirse con las principales democracias del G-7 y venir a EE.UU. para una reunión de los líderes del mundo libre. Un presidente estadounidense que realmente amase a las tropas tal vez podría invitar a Putin a unirse a bin Laden en las puertas del infierno.
Es una lista larga la de las cosas escandalosas que Trump ha dicho y hecho. Pero esto tiene que ser lo peor. Si es cierto, se ha negado a vengar la muerte de las tropas estadounidenses, héroes bajo su mando. Mucho peor incluso que tratar de complacer a Putin en Helsinki, donde traicionó a nuestro país y se puso del lado del presidente ruso sobre la comunidad de inteligencia de Estados Unidos. Peor incluso que Charlottesville, donde un neonazi asesinó a una mujer inocente, y Trump declaró que había “personas muy buenas de ambos lados”, lo que establece una equivalencia moral entre patriotas pacíficos y supremacistas blancos con antorchas.
Como lo informó por primera vez el New York Times este domingo, Trump negó haber sido informado sobre el esquema terrorista de Rusia.
Luego tuiteó que fue informado sobre el tema, diciendo: “Intel me informó que no encontraron esta información creíble y, por lo tanto, no me la informaron a mí ni a @VP. Posiblemente otro engaño de Rusia fabricado, tal vez por las noticias falsas @nytimesbooks, queriendo hacer que los republicanos se vean mal!!!”.
No creo en la negación. Trump miente como tú y yo respiramos: toma oxígeno y exhala mentiras. Además, si la comunidad de inteligencia detectara una amenaza tan grave para nuestras tropas y no informara inmediatamente al comandante en jefe, las cabezas rodarían. Pero incluso si es cierto, Trump seguramente sabe ahora sobre el plan. Es hora de responder. Tiempo de castigo. Tiempo de disuasión. Es hora de hacer temblar a los que apuntan a las tropas estadounidenses.
Si Donald Trump no lo hiciese, por alguna razón, Rusia no debería consolarse con su debilidad. Los patriotas estadounidenses a ambos lados del pasillo están aumentando su apoyo a Joe Biden, en parte porque debemos tener un presidente que proteja a Estados Unidos y a los héroes que nos defienden. Lucharemos contra el terrorismo. Disuadiremos la agresión. Protegeremos a nuestra gente.