Nota del editor: Michael D’Antonio es el autor del libro “Never Enough: Donald Trump and the Pursuit of Success” y coautor con Peter Eisner de “The Shadow President: The Truth About Mike Pence”. Las opiniones expresadas en este comentario son suyas. Ver más opiniones en CNNe.com/opinion.
(CNN) – Cuando Donald Trump declaró en el 2016, “solo yo puedo arreglarlo”, estaba diciendo que el destino del país dependía de él. Prometió tantas veces ganar, que nos cansaríamos de oírlo y preguntó “¿Qué tienes que perder?” Como presidente, convirtió todo en una pelea entre el Equipo Trump (los buenos) y todos los demás (los malos). Intimidó a los que no pudo persuadir e incluso sobrevivió a un juicio político. Pero ahora, frente a una pandemia, una crisis económica y el replanteo del problema del racismo, los límites del método del presidente son obvios y parece estar a punto de convertirse en lo que más teme: un perdedor.
El mayor problema actual de Trump es su fracaso épico abordando una pandemia que ha matado a más de 125.000 estadounidenses. Para tomar prestada una frase del presidente, el coronavirus está furioso, “como nadie lo ha visto antes”. En respuesta, los gobernadores de la brigada “negar el peligro” de Trump, están convirtiéndose y combatiendo la pandemia. Ahora están apareciendo mascarillas en el “país Trump”, donde cada vez más personas quieren esfuerzos más fuertes en el sector de la salud pública.
¿Dónde está Trump en la pandemia? Bueno, después de vender hidroxicloroquina, un medicamento que resultó ser inútil para el covid-19, de calificar la respuesta federal como un éxito cuando fue un fracaso abismal y de negarse a aparecer en público con una mascarilla, de pronto, dejó de hablar de ello. Sin embargo, nos mostró cuál es su posición, al realizar un temerario mitin en un lugar cerrado donde muchos asistentes, para demostrar su lealtad, optaron por renunciar a las mascarillas. Más recientemente, envió a su animador principal, el vicepresidente Mike Pence, a una conferencia de prensa en la que mintió y dijo: “Ralentizamos la propagación. Aplanamos la curva”.
Pence mostró los límites de su compromiso, cuando un día después de la conferencia de prensa, reconoció el peligro de la pandemia al cancelar los eventos de campaña. Con este movimiento, pareció hacerse eco de las decisiones tomadas por aquellos que se quedaron en casa después del mitin de Trump en Tulsa. El presidente había predicho que llegarían 40.000, pero según la estimación de un jefe de bomberos solo había 6.200, lo que decepcionó tanto a Trump que aparentemente comenzó a considerar que su candidatura a la reelección está en problemas.
Los problemas de Trump incluyen no solo la pandemia, sino el aumento del desempleo y la contracción concurrente de la economía general causada por ella. En general, la pandemia ha conllevado problemas económicos donde sea que ha golpeado, pues la política de salud pública de quedarse en casa, estranguló la economía. Sin embargo, en Estados Unidos, la ausencia de una respuesta nacional efectiva exacerbó la propagación del virus y agravó sus efectos económicos. De esta manera, las fallas en las medidas de salud pública de Trump le robaron la oportunidad de hacer del progreso económico el centro de su campaña de reelección.
El tercer problema que paraliza a Trump, las relaciones raciales y la vigilancia policial, es otro ejemplo de cómo el instinto del presidente de convertir todo en una pelea le ha hecho daño. Con los estadounidenses saliendo a la calle para declarar que “Black Lives Matter” y para protestar contra los asesinatos policiales de sospechosos negros, el presidente nadó contra la corriente cuando llamó repetidamente a la “ley y orden” y sugirió que está respaldado por una “mayoría silenciosa”. Además de esta retórica, Trump desplegó agentes federales para demostrar que podía actuar con dureza mientras hablaba.
Aunque gran parte de la nación retrocedió cuando los manifestantes pacíficos fueron expulsados por la fuerza de Lafayette Square en Washington para permitir que Trump caminara hasta una iglesia cercana para una sesión de fotos, él mantuvo su práctica de reforzar cada una de sus posiciones. Hace poco ha agregado la defensa de los estatutos que honran a los racistas y a los confederados traidores, declarando su compromiso de defender “nuestra herencia”.
Cada situación que afecta al presidente ahora, la pandemia, la economía, las relaciones raciales, desafía su instinto de lucha. En el pasado fue capaz de desviarse de las normas estadounidenses y usarlas para obligar a otros a tomar decisiones difíciles. En política insultó a oponentes respetados como John McCain y Hillary Clinton. Como presidente se hizo amigo de dictadores y hombres fuertes mientras maltrataba a sus aliados.
Los republicanos que se unieron a él se mantuvieron a su lado a través de los muchos escándalos en los que se han visto involucrados sus socios, condenados por delitos graves y en un juicio político donde fue salvado por senadores republicanos después de que el líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, anunciara de antemano, que no sería condenado.
Cada vez que parecía que Trump había ido demasiado lejos, sus seguidores mantenían la fe en él. Pero ahora hemos llegado a un lugar donde las opciones binarias no funcionarán. El coronavirus mata sin tener en cuenta la personalidad o la política y exige una respuesta matizada que provenga de una mente cuidadosa. Lo mismo vale para la crisis económica causada por la pandemia. Y este momento en la historia racial estadounidense requiere el corazón y el alma de un unificador valiente, no el instinto del hombre que una vez me dijo: “Siempre me encantó luchar. Todo tipo de peleas, incluso las físicas”.
Con su mente limitada, corazón deficiente y alma vacía al descubierto, Trump se está dando cuenta que un hombre que declara “solo yo puedo arreglarlo” corre el riesgo de ser responsabilizado cuando todo se rompe. Es por eso que su asistente de campaña de 2016 Sam Nunberg dice que Trump está corriendo el riesgo de sufrir una de las peores derrotas de la historia y el presentador de televisión político Joe Scarborough especula sobre la renuncia de Trump. Trump está “actuando como si no quisiera ser reelegido”, dice Scarborough. “Está actuando como si realmente quisiera perder de la peor manera y derribar al partido republicano con él”.
Expuesto por sus propias acciones, el hombre que convierte todo en un referéndum sobre sí mismo ha dado a los estadounidenses otra opción clara. Ha demostrado que lo que tenemos que perder son nuestras vidas y que la elección realmente es entre él o nosotros. Ahora tendremos que decidir si todos nos uniremos al Equipo América y daremos al bravucón su merecido.