Crédito: Drew Angerer/Getty Images

Nota del editor: David Bittan Obadia es abogado y analista de temas políticos e internacionales. También es columnista del diario El Universal en Venezuela. Ha participado en el Congreso Judío Mundial y es miembro del American Jewish Committee y de la Federación de Comunidades Judías de España.

(CNN Español) – Durante la reciente campaña electoral en Estados Unidos la población hispana se mostró atenta a un tema que ya es crucial para ellos: me refiero a DACA, el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, que se traduce en la protección a más de 700.000 jóvenes, mejor conocidos como soñadores (dreamers), para evitar su deportación.

Es inaceptable que DACA sea utilizado por algunos como herramienta política y que mantenga sometido, por tanto tiempo, a un gran estrés y a una permanente presión psicológica a un sector de la población que vive en el país.

Los seres humanos al nacer no podemos elegir a nuestros padres, nuestro nombre, sexo, el lugar de nuestro nacimiento; tampoco, hasta cierta edad, podemos elegir nuestro lugar de residencia.

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Con este ejemplo vemos las verdaderas dimensiones de los cientos de miles de personas que, sin poder de elección, terminaron viviendo en EE.UU. Además, en muchas ocasiones, es el único lugar conocido por ellas y donde han permanecido por años. Muchos de los soñadores solo hablan inglés y no cuentan con arraigo en el país originario de sus padres o en el país de su nacimiento.

Mas de 250.000 niños son hijos de beneficiarios de DACA. Más que una cifra, esta es una realidad a la cual debemos prestar atención porque solo es cuestión de tiempo para que los dreamers, al cumplir la mayoría de edad, puedan pedir a sus padres. Bajo esta premisa luce totalmente innecesario dilatar la solución de este grave problema.

Desde mi punto de vista, DACA debe dejar de ser una protección temporal y debe convertirse en un plan que ofrezca un estatus legal inmediato y un camino para obtener la ciudadanía.

En su momento, unos jueces coincidían en que la idea de Trump de eliminar DACA era “arbitraria y caprichosa”. Ahora hace falta también la labor del Senado, pero sobre todo que el presidente electo Joe Biden cumpla con su promesa de los primeros días de su gobierno y brinde alguna de tranquilidad a los soñadores. Y que se abra un camino para conseguir una solución definitiva al problema.

En mi opinión, los beneficiarios de DACA deben también hacer su parte, mostrando al pueblo estadounidense su realidad y sus aportes al país. Ellos, al igual que otros inmigrantes, no están gratis en EE.UU.: contribuyen con millones de dólares al sistema de seguridad social, pagan impuestos, son fuente de creación de negocios, generan empleos y también trabajan en el sistema de salud.

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Este es un ejemplo de la dimensión de este grupo, de acuerdo con un informe de la organización Justice for Immigrants:

“Actualmente, solo los jóvenes de DACA agregan un estimado US$ 42.000 millones al PIB cada año. Esto significa que las contribuciones económicas positivas de los beneficiarios de DACA son casi seis veces más que los aproximadamente US$ 7.000 millones que le cuesta el programa a Estados Unidos”, según el reporte de junio.

“Si DACA se terminara en Estados Unidos, la pérdida para la economía podría ser hasta US$ 21.000 millones”, añade el documento.

Estoy convencido de que DACA, más que ser un sueño, ya es un derecho adquirido.