Londres (CNN) – Te costaría encontrar a alguien en Europa que no se sienta feliz de ver el final de 2020. El covid-19, el brexit y la carnicería política internacional de este año han golpeado al continente y exacerbado las tensiones que han asolado a la Unión Europea durante años.
Pero esos problemas no desaparecerán en 2021.
Sin una pandemia, sin conversaciones tensas con el Reino Unido o un presidente estadounidense tan anti-Unión Europea como Donald Trump, Bruselas finalmente podría encontrar un espacio para abordar los problemas que han socavado durante mucho tiempo al bloque, aunque no será fácil.
Hasta cierto punto, las crisis de 2020 han enmascarado una debilitante falta de unidad en toda la UE. A pesar de las elevadas ambiciones de Bruselas de una mayor integración y convertirse en una fuerza global por derecho propio, enfrenta un retroceso en cuestiones que van desde la adhesión interna al estado de derecho hasta una estrategia coordinada para tratar con China. El estado de derecho es probablemente el problema más inmediato a resolver.
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Después de meses de dolorosas negociaciones, los estados miembros del bloque acordaron tanto un presupuesto a largo plazo como un paquete de recuperación de covid que totalizó casi US$ 2 billones. Las naciones que se han visto más afectadas por la pandemia en 2020 necesitan desesperadamente esos fondos.
Sin embargo, dos estados miembros europeos pasaron una buena parte de 2020 objetando la liberación de esos fondos: Hungría y Polonia.
Los gobiernos de Viktor Orban y Mateusz Morawiecki se opusieron a que los fondos estén vinculados al cumplimiento del estado de derecho, lo cual no es sorprendente ya que ambos están siendo investigados por infracciones a nivel de la UE. Las acusaciones formuladas contra ambos países van desde la represión de quienes critican al gobierno hasta socavar la independencia del poder judicial.
El problema en Europa con Hungría y Polonia en 2020
Durante la crisis del coronavirus, también se han expresado preocupaciones sobre el uso de medidas de emergencia en numerosas naciones de la UE, incluidas Hungría y Polonia, que restringen los derechos fundamentales de los ciudadanos.
Durante mucho tiempo se había especulado que Bruselas intentaría vincular el presupuesto de la UE al estado de derecho como una forma de controlar a los estados delincuentes.
Desafortunadamente, intentar hacerlo en 2020 durante una pandemia y la recesión subsiguiente ha fortalecido el impacto del veto al que todos los estados miembros tienen derecho.
En este caso particular, la intransigencia en Budapest y Varsovia finalmente condujo a un compromiso en Bruselas en el que ambas partes cedieron terreno, lo que en el gran esquema de las cosas podría interpretarse como la UE arruinando uno de sus principios clave.
“Hungría y Polonia podrían ser los casos más extremos. Pero muchas otras naciones han retrocedido en las libertades civiles en los últimos años”, dice Jakub Jaraczewski, funcionario legal de Democracy Reporting International.
“Vincular el estado de derecho directamente al dinero de la UE no es en sí mismo una mala idea”, explica. “Pero si más de una nación está empujando los límites restringiendo las libertades y socavando a los jueces, inevitablemente encontrará que estos estados se respaldan entre sí a nivel de la UE, socavando todo el asunto”.
Uno de los debates de la Unión Europea en 2020
Varias voces influyentes en Bruselas habían sugerido previamente aprobar los fondos de recuperación de covid sin Hungría y Polonia, avanzando en un grupo de 25, en lugar de 27. Ese enfoque, sin embargo, habría conllevado el riesgo de abrir otro debate tenso dentro de la UE: precisamente, cuán unida debe ser la Unión.
Antes del brexit, no era solo el Reino Unido el que tenía movimientos populistas que agitaban para salir de la UE. En 2020, cuatro años después, los partidos euroescépticos de Europa ya no buscan abandonar el bloque, ahora quieren tomar el control.
“Está claro que nuestro electorado no busca actualmente una salida de la UE, por lo que nuestro enfoque es generar suficiente apoyo euroescéptico para alejarlo del desastre que se avecina de una unidad cada vez más estrecha”, dice Gunnar Beck, miembro del Parlamento Europeo para el partido de extrema derecha de Alemania Alternativa für Deutschland (AfD).
Beck cree que el movimiento euroescéptico europeo tiene potencial para crecer, incluso cuando se restablezca la normalidad después del brexit y Joe Biden, un partidario de la UE, reemplace a Trump.
“La UE ha estado en crisis perpetua desde 2010 y no ha resuelto ninguno de los problemas que estas crisis han causado, ya sea la crisis de la eurozona, la crisis migratoria o ahora la crisis de covid”, dice.
En 2021 habrá varias oportunidades para demostrar que tiene razón o no.
Elecciones en Europa en 2021
Las elecciones se llevarán a cabo en varios estados miembros, incluidos Alemania y los Países Bajos, dos naciones influyentes en Bruselas. Ambos países tienen fuertes movimientos populistas euroescépticos. AfD es la oposición oficial en Alemania, mientras que en los Países Bajos Geert Wilders, un hombre a menudo descrito como el Trump holandés, defenderá su posición como líder del partido de oposición más grande.
El temor de los eurófilos no es que estos partidos extremos lleguen al poder, sino que asusten a los políticos dominantes hasta el punto de que terminen tomando prestada la retórica populista. Esto, como bien saben, es exactamente lo que sucedió en el Reino Unido, cuando Nigel Farage aumentó la presión sobre los conservadores hasta el punto de que no tuvieron más remedio que convocar el referéndum del brexit.
Esta sensación no es nada nuevo en Holanda. El primer ministro en ejercicio, Mark Rutte, causó controversia durante las elecciones de 2017 cuando escribió una carta abierta en la que criticaba el Islam y la inmigración. En 2020, Rutte también criticó los planes de gasto de la UE, exigiendo que el dinero no se desperdicie, una medida inusual para un liberal europeo.
“El giro de Rutte hacia la derecha solo puede entenderse cuando se observa lo peligrosa que podría ser la perspectiva de que Wilders se llevara sus votos”, dice Sarah De Lange, del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Ámsterdam.
“Wilders sigue siendo una gran fuerza. Muchos han predicho su desaparición, pero todavía está aquí con un gran número de seguidores”.
Es un patrón que se ha repetido en muchos otros países de la UE, incluidos Francia, Alemania, República Checa y Austria.
Incluso en la derrota electoral, los populistas pueden reclamar victorias políticas.
“Cuando los populistas caen, los partidos dominantes ven una oportunidad para recoger esos votos y controlar la derecha de sus propios partidos. Cuando adoptan ideas de extrema derecha, eventualmente, eso se filtra al nivel de la UE y cambia la dinámica en Bruselas”, dice Catherine De Vries, profesora de ciencias políticas en la Universidad Bocconi de Milán.
Si bien los populistas pueden no esperar ganar el poder en Alemania o los Países Bajos en el corto plazo, sí ven oportunidades para trabajar con colegas en otras partes de Europa. “Francia, los Países Bajos, Alemania: ninguno de nosotros será el catalizador del cambio, simplemente nos han lavado el cerebro demasiado”, dice Beck.
“Pero si miras a nuestros colegas en Europa central que están libres de la neurosis pro-Bruselas, encontrarás países que están dispuestos a enfrentarse a la UE de una manera que Alemania no lo está”.
Pasado el 2020 queda otra pregunta para Europa: ¿cómo quedará en el escenario mundial en 2021?
El grado en que los estados miembros estén dispuestos a afirmarse juega un papel crucial en el otro tema clave que preocupará a Bruselas en 2021: ¿Dónde debería sentarse la UE en el escenario internacional?
La presidencia de Trump obligó a Europa a pensar seriamente en su relación con Estados Unidos. El hecho de que alguien tan dispuesto a ser una fuerza disruptiva en Europa ocupara la oficina del aliado más importante de la región era obviamente preocupante.
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El término vagamente definido “autonomía estratégica” se ha utilizado en Bruselas durante los últimos dos años. En resumen, es el impulso de la UE para ser más autosuficiente en áreas como la seguridad, la economía, las cadenas de suministro y el cambio climático, por nombrar algunas.
En realidad, es un intento desnudo de emerger como una de las tres principales potencias, junto con Estados Unidos y China.
“Los europeos no se hacen ilusiones de que Estados Unidos va a adoptar un enfoque radicalmente diferente hacia China; Trump ha cambiado permanentemente la narrativa sobre eso”, dice Erik Brattberg, director del Programa Europa del Carnegie Endowment for International Peace en Washington.
“Si bien se sienten aliviados de que la Casa Blanca sea más predecible con respecto a China y está dispuesta a coordinarse con los socios, todavía se resistirán a convertirse en un chip en el tira y afloja de Beijing-DC”, dice.
Esto se complicará para las naciones europeas cuando Biden exija que se prohiban las empresas chinas o que los europeos se pronuncien en contra de los abusos contra los derechos humanos.
De hecho, la intención de la UE de comportarse independientemente de Estados Unidos fue criticada esta semana, ya que los líderes del bloque firmaron un acuerdo de inversión con China que sería impensable para cualquier presidente estadounidense.
“Muchos países europeos, especialmente Alemania, exportan enormes cantidades a China y no querrán cortar ese flujo de ingresos”, añade Brattberg.
Si una política común sobre diplomacia no fuera lo suficientemente dura, es probable que el impulso de Bruselas por una política común de seguridad y defensa provoque una división aún mayor.
Los problemas de Europa en 2020 siguen en 2021
No es ningún secreto que al presidente de Francia, Emmanuel Macron, le gustaría que Europa tomara un mayor control de su propia seguridad. Tampoco es ningún secreto que los líderes de Alemania, los Países Bajos, Portugal y muchos otros se sienten profundamente incómodos ante la perspectiva de desarrollar enormes capacidades militares en todo el continente.
En resumen, muchas naciones de la UE están bastante contentas con que su seguridad esté subsidiada por la OTAN y EE.UU., al mismo tiempo que tienen profundas relaciones económicas con China y Rusia.
Y, como Bruselas ha descubierto hasta ahora en estas discusiones, es muy difícil negociar con quienes se han acostumbrado a tenerlo todo.
2020 fue un año muy difícil para la UE, no hay otra forma de decirlo. Navegó alrededor de las grietas de la división, y probablemente lo hará a lo largo de 2021.
Si tiene la voluntad política o el talento para hacerlo sin ampliar esas grietas es otra cuestión.