El abogado Edward Martell, a la izquierda, junto al juez Bruce Morrow en la misma sala donde compareció por cargos de drogas hace 16 años.

(CNN) – Era un viernes por la tarde cuando Edward Martell, vestido con un traje morado oscuro y corbata de moño, se paró frente a la sala del juez Bruce Morrow. Con una mano levantada, el nuevo abogado tomaba juramento en su cargo en el Colegio de Abogados del Estado de Michigan.Hace dieciséis años, en esa misma sala del condado de Wayne, Martell se presentó ante Morrow y se declaró culpable de vender y fabricar crack.

Después de haber sido atrapado en una red de tráfico de drogas, el joven de 27 años fue al tribunal preparado para escuchar lo peor: posiblemente 20 años de prisión. En lugar de ello, salió con una sentencia de tres años de libertad condicional y unas palabras de ánimo que, según él, le cambiaron la vida.

“Me di cuenta enseguida de que Morrow era un tipo único”, dijo Martell a CNN. “Entré en su sala y lo observé y me di cuenta de que trataba a los acusados como personas reales. Me dije: ¡vaya, este juez es diferente!”.

“Nunca olvidaré lo que me dijo. Me dijo ‘Sr. Martell, usted no tiene que estar por ahí vendiendo drogas. Usted tiene una grandeza dentro de usted. Lo reto a que sea el CEO de una empresa de la lista Fortune 500’”.

Cuando salió del edificio, Martell, que ahora tiene 43 años, se dijo a sí mismo que estaba listo para cambiar. Estaba listo, dijo, para un capítulo más feliz en su vida.

Aunque Martell dice que estaba preparado para enfrentarse solo a los desafíos que se avecinaban, Morrow permaneció a su lado desde el día en que salió de aquel juzgado.

“Le dije a Ed, mi puerta está siempre abierta para ti, aquí está mi número, quiero saber lo que estás haciendo, quiero que me mantengas en tu vida”, dijo Morrow a CNN. “Le di a Ed una oportunidad. Todo el mundo merece ser tratado con un gran sentido de humanidad e importancia”.

Edward Martell en la sala del juez Bruce Morrow el día que juró su cargo.

Martell se convirtió en un visitante habitual de la sala de Morrow, sentándose tranquilamente en la parte de atrás mientras el juez avanzaba en su agenda. Los dos se reunían para comer y pasaban horas en conversaciones que les enseñaban todo lo que necesitaban saber el uno del otro.

Encontrar la fuerza para crecer

Martell, de origen mexicano e hijo de una madre soltera, estaba acostumbrado a luchar.

Creció en una vivienda de bajos ingresos, dependiendo de la ayuda del gobierno para sobrevivir cada día.

“De pequeño no me di cuenta de lo difícil que era hasta que me hice mayor y fui víctima de muchas de las tentaciones que existen para los jóvenes”, dijo.

Martell dijo que recibió su primera condena por un delito juvenil cuando tenía 13 años. Dos años después, fue condenado por otro delito grave. Entonces abandonó la escuela secundaria y se fue de casa, dijo.

Toda su vida estuvo relacionada con el tráfico de drogas, hasta el momento en que conoció a Morrow.

“He estado frente a muchos jueces, por lo menos 20”, dijo Martell. “He tenido más o menos una infracción en la mayoría de las ciudades del condado de Wayne. Sabía que estaba destinado a la cárcel. Supongo que todo lo que necesitaba era un poco de amor”.

El juez pudo ver durante años el crecimiento de Martell, empezando por su inscripción en un colegio comunitario, hasta ganar una beca académica completa para la Universidad de Detroit Mercy, y graduarse como el mejor de su clase.

A continuación, Martell fue aceptado en la facultad de Derecho de la universidad, donde recibió otra beca completa. Lo más difícil, dijo, fue pasar la solicitud de carácter y aptitud para demostrar que era moralmente apto para ejercer la abogacía.

“Tuvimos una audiencia, él tuvo que contratar a un abogado, yo testifiqué sobre su carácter y aptitud”, dijo Morrow. “Ese fue el gran problema, que estas personas lo miraran y tomaran una decisión sobre si era apto o no cuando no habían estado un día en sus zapatos”.

Después de semanas de preocupación, de encontrar gente que lo respaldara y de escribir una solicitud de 1.200 palabras para apoyar su convicción de que era competente para ser abogado, Martell recibió un resultado favorable.

“Lloré como un bebé”, dijo.

Tras aprobar el examen de abogacía en su segundo intento, Martell estaba cerca de la meta.

El día en que se convirtió en abogado recién juramentado

Era un día soleado, con cielo azul y sin nubes, cuando Martell se preparó para convertirse oficialmente en abogado. Se esforzó por mantener las manos firmes mientras se abotonaba la camisa.

Era el momento que había estado esperando desde el día en que decidió convertirse en una nueva persona.

“Estaba nervioso. Estaba emocionado. Fue una experiencia irreal”, dijo Martell. “Todavía tengo que pellizcarme a veces”.

Cuando entró en la sala de Morrow, seguido por su madre, sus hermanos y sus propios hijos, trató de contener las emociones irrefrenables del momento.

“Los dos estábamos muy contentos, muy emocionados, pero intentamos mantener la calma, como si no fuera gran cosa, para no parecer agitados y tontos”, dijo Morrow. “Si Ed usara lápiz labial, le hubiéramos podido ver manchas en las orejas, así de grande era su sonrisa. Es una mirada que nunca olvidaré”.

Edward Martell y el juez Bruce Morrow se abrazan tras el juramento de Martell.

Tras un breve discurso, Martell prestó juramento. El juez y el exconvicto se dieron un abrazo, ambos con lágrimas en los ojos.

“Le veo como mi hijo”, dijo Morrow. “Fue como llevar a tu hija al altar. Fue uno de los momentos en los que me sentí muy feliz. Mi alegría era para él”.

Aunque la historia tuvo un final feliz, no es el final. Ambos dijeron que aprendieron lecciones que llevarán consigo el resto de sus vidas.

La experiencia “reforzó” el compromiso de Morrow de no juzgar a los demás, especialmente a los que tiene delante, no por “su procedencia, su forma de hablar, su falta de buenas decisiones”, dijo.

“Podrías pensar ‘Ay, qué decisión más absurda’, pero si supieras lo que tenían ante sí para elegir, dirías `Sabes qué, yo también habría elegido eso’”.

“El amor cambia a las personas”, añadió. “Esa es la lección más importante que todos deberíamos aprender de esta historia”.

Mientras que Martell le enseñó a no juzgar apresuradamente, Morrow le enseñó a Martell la importancia de comprometerse con el cambio. No solo por ti mismo, sino por los que te rodean.

“Es mi deber cambiar el sistema”, dijo Martell. “No quiero ser la excepción; debo ser la norma. Para que eso ocurra, no puedo utilizar esta historia para impulsar mi carrera, tengo que utilizarla para allanar el camino a otros que se encuentran en el mismo lugar que yo hace tantos años”.

Después de tres años como asistente de derecho penal en el Perkins Law Group, Martell se incorporó al equipo como abogado penalista. Ahora, padre de cuatro hijos, su objetivo ya no es mejorar su propia vida, sino mejorar la de sus hijos y la de las generaciones siguientes.

Con cada paso que da, Morrow promete estar al lado de Martell, sosteniéndolo cuando sienta que va a caer y recordándole que debe celebrar cada logro.

“Morrow me abrió la puerta y me indicó la dirección correcta, pero nunca me abandonó”, dice Martell. “Sentí que era su hijo y que estaba orgulloso de mí. Era todo lo que soñaba”.