(CNN) – En la misma semana en que la tormenta tropical Fred causó inundaciones catastróficas en Carolina del Norte y el huracán Grace tocó tierra por segunda vez en México, el huracán Henri se dirigía hacia Nueva Inglaterra, y sería el primero en tocar tierra allí en 30 años.
Los huracanes —también llamados ciclones tropicales o tifones fuera de Norteamérica— son enormes motores térmicos de viento y lluvia que se alimentan del agua cálida del océano y del aire húmedo. Ahora los científicos dicen que la crisis climática los está haciendo más potentes.
La proporción de huracanes de alta intensidad ha aumentado debido a las temperaturas globales más cálidas, según el informe climático de la ONU publicado a principios de este mes. Los científicos también han descubierto que es más probable que las tormentas se estacionen y provoquen lluvias devastadoras y que duren más tras tocar tierra.
“Tenemos mucha confianza en que el calentamiento por el efecto invernadero aumenta la intensidad máxima del viento que pueden alcanzar los ciclones tropicales”, dijo a CNN Jim Kossin, científico principal del Servicio Climático, una organización que proporciona modelos y análisis de riesgos climáticos a gobiernos y empresas. “Esto, a su vez, permite que los huracanes más fuertes —que son los que crean el mayor riesgo de lejos— se vuelvan aún más fuertes”.
Científicos como Kossin han observado que, a nivel mundial, un mayor porcentaje de tormentas están alcanzando las categorías más altas (3, 4 y 5) en las últimas décadas, una tendencia que se espera que continúe a medida que aumenta la temperatura promedio global. También se están acercando a los polos, moviéndose lentamente a través de la tierra, volviéndose más húmedos y estancándose en un lugar, encontró Kossin.
“Hay evidencia de que es más probable que los ciclones tropicales se estacionen”, dijo Kossin, nombrando a los huracanes Harvey, en 2017, Florence en 2018, y Dorian en 2019, como ejemplos. El huracán Harvey arrojó más de 1.524 milímetros de lluvia en algunas partes de Texas, causando alrededor de US$ 125.000 millones en daños, según el Centro Nacional de Huracanes, y matando a más de 100 personas.
“Todos estos fueron devastadores para los lugares donde se estancaron”, agregó. “La combinación de un movimiento más lento y más lluvia que cae aumenta enormemente el riesgo de inundaciones costeras y e interiores”.
Un estudio de 2020 publicado en la revista Nature también encontró que las tormentas se mueven más hacia el interior que hace cinco décadas. Los huracanes, que son alimentados por el agua cálida del océano, generalmente se debilitan después de pasar sobre la tierra, pero en los últimos años se han sostenido más tiempo después de tocar tierra. El estudio concluye que las temperaturas más cálidas de la superficie del mar provocan una “descomposición más lenta” al aumentar la humedad que transporta el huracán.
Y a medida que tormentas como Henri tocan tierra, las lluvias torrenciales, los vientos dañinos y las tormentas se convierten en las amenazas más importantes, a menudo perniciosas. También se espera que la marejada ciclónica, producida por el viento que sopla el agua del océano en la costa, empeore con el tiempo debido a los vientos huracanados más fuertes y al aumento del nivel del mar impulsado por el cambio climático, según Kerry Emanuel, profesor de ciencias atmosféricas en el Instituto de Tecnología de Massachusetts.
“Es un fenómeno muy peligroso”, comentó. “Y es responsable de muchas de las pérdidas de vidas en las tormentas”.
Por cada fracción de grado que se caliente el planeta, según el informe de la ONU, las tasas de lluvia de tormentas de alta intensidad aumentará, ya que el aire más cálido puede contener más humedad. A principios de esta semana, lo que había sido la tormenta tropical Fred arrojó más de 254 milímetros de lluvia en el oeste de Carolina del Norte, según el Servicio Meteorológico Nacional, lo que llevó al río Pigeon cerca de Canton a estar 2,7 metros por encima del nivel de inundación matando a al menos a cuatro personas.
La ciencia detrás de la atribución del cambio climático, que intenta determinar qué papel juega en condiciones climáticas extremas, ha logrado avances significativos en la última década, según el informe climático de la ONU. Surgen olas de calor, inundaciones, sequías y tormentas costeras más altas que los científicos ahora tienen más confianza para vincular a estos eventos con el cambio climático. Pero todavía hay algunas preguntas sobre el desarrollo de huracanes que necesitan respuesta, según Emanuel.
“Saber dónde se desarrollan y hacia dónde se mueven es fundamental para comprender la amenaza”, dijo Emanuel. “Así que tenemos que tener en cuenta el cambio de pistas, el cambio de intensidad, el cambio de frecuencia y el cambio de génesis — y estamos seguros sobre algunos de ellos y no estamos tan seguros de otros elementos”.
Aunque es difícil para los científicos saber si las huellas de las extrañas tormentas en el Atlántico norte, como las de Henri, son cada vez más frecuentes debido al cambio climático, los cambios duraderos a lo largo de la costa en el noreste influirán en las tormentas que toquen tierra allí.
“Una cosa sobre la que podríamos especular es que el océano inusualmente cálido a lo largo de la costa noreste de Estados Unidos y Canadá tiene probablemente una huella humana”, agregó Kossin. “Estas aguas cálidas deberían permitirle a Henri mantener una mayor intensidad a medida que avanza hacia el norte”.
Bob, en 1991, fue el último huracán que tocó tierra en la región de Nueva Inglaterra. Sin embargo, Irene, en 2011, y Sandy, en 2012, fueron destructivas para el noreste cuando llegaron a tierra, a pesar de que no tocaron tierra los huracanes.
La temporada de huracanes de 2020 pasó por el alfabeto tan rápido que se vio obligado a usar letras griegas como nombres de septiembre a noviembre. La temporada de este año ya está por encima del promedio: las tormentas del Atlántico que comienzan con la letra H generalmente ocurren hacia fines de septiembre, lo que significa que Henri se formó más de un mes antes que el promedio.
A medida que el planeta se calienta rápidamente, los fenómenos meteorológicos extremos se volverán más desastrosos y posiblemente más difíciles de predecir.
A menos que se fijen las políticas de gestión climática y de emergencia, Emanuel dice que el daño a la infraestructura y la posible pérdida de vidas aumentará.
“La pesadilla de los pronosticadores es acostarse con una tormenta tropical en el Golfo de México, dirigirse hacia el área poblada y despertar con una Categoría 4”, señaló Emanuel. “Y a medida que el clima se calienta, eso se vuelve cada vez más probable”.