CNNE 1058439 - entre 100 y 200 estadounidenses se quedaron en afganistan
Frida Ghitis.

Nota del editor: Frida Ghitis (@fridaghitis), exproductora y corresponsal de CNN, es columnista de asuntos mundiales. Es colaboradora de CNN, columnista del diario The Washington Post y columnista de World Politics Review. Las opiniones expresadas en este comentario le pertenecen. Ver más opiniones aquí.

(CNN) – En todos los países hay personas que tienen dudas sobre la existencia del covid-19, que son activistas antivacunas o que rechazan el uso de mascarillas. Estados Unidos no es el único lugar en el que hay quienes tienen miedo a los inmunizantes, están enfadadas por las restricciones impuestas durante la pandemia, se muestran abiertas a teorías conspirativas descabelladas y desconfían de los expertos. Pero hay una razón clave por la que la nación más rica del mundo, hogar de muchos de los mejores expertos en salud pública del planeta, es el epicentro al rojo vivo de una pandemia que no se detiene.

Estados Unidos es uno de los pocos países importantes en los que las personas que se oponen a medidas de sentido común ocupan puestos de poder, desde donde pueden configurar políticas, influir en amplios sectores de la población y convertir la pandemia en un arma para su propio beneficio político. En Brasil, otro lugar donde esto ha sucedido, el presidente Jair Bolsonaro, conocido como el Trump de los trópicos, se enfrenta a investigaciones por sus políticas con la pandemia y sus catastróficas consecuencias.

Algunos en el Partido Republicano han convertido la crisis del nuevo coronavirus en el vehículo que esperan les impulse a nuevas alturas políticas.

Mientras el presidente Joe Biden intenta frenar la marcha mortal del virus, no es difícil ver lo que hay detrás de los continuos esfuerzos de sus oponentes para frustrar los planes de la Casa Blanca. Es un juego cínico de indecible crueldad. Si Biden no logra contener la pandemia, su esperanza es que puedan utilizar ese fracaso para obtener el control del Congreso en las elecciones de mitad de período de 2022, y allanar el camino para un presidente republicano en 2024.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden.

Después de que Biden revelara su plan de seis pasos contra la pandemia, que todavía está en pleno apogeo, y que incluye la obligación de vacunarse, Fox News lo tachó de “autoritario”, y los funcionarios republicanos prometieron luchar contra sus nuevos mandatos en los tribunales. Fue otra batalla en su campaña para derrotar a Biden socavando los esfuerzos de salud pública de Estados Unidos.

La evidencia de esta estrategia fue visible en la Conferencia de Acción Política Conservadora de julio, cuando la multitud vitoreó después de que un orador dijera que el Gobierno de EE.UU. no lograba “embaucar” a la gente para que se vacunara (Biden quería conseguir que el 70% de la población se vacunara con al menos una dosis antes del 4 de julio, un objetivo que EE.UU. alcanzó un mes después). Imagínese: en realidad estaban vitoreando al coronavirus.

Mientras tanto, los políticos individuales se centran en avanzar en sus propias carreras. Parece que personas como el gobernador de Florida, Ron DeSantis; el gobernador de Texas, Greg Abbott, y otros, están tratando de superarse unos a otros con medidas que desafían el sentido común. Uno podría ser perdonado por pensar que quieren que el virus gane.

Su objetivo es tratar de erigirse en herederos del expresidente Donald Trump, que presionó en contra de las opiniones de los expertos en salud pública, motivado al menos en parte, sin duda, por el temor a lo que las restricciones de la pandemia podrían hacer a la economía, y por tanto a sus perspectivas de reelección. Trump también instó a sus seguidores a enfrentarse a los gobernadores demócratas que trataban desesperadamente de evitar que los hospitales y las morgues se desbordaran con las víctimas del covid-19. “¡Libera a MICHIGAN!” y “¡Libera a MINNESOTA!”, tuiteó en mayúsculas, entre otras muchas exhortaciones incendiarias y dañinas.

Parece que sus aspirantes a herederos tomaron nota de la forma en que las bravuconadas de Trump atraían a sus seguidores, así que ahora están intentando parecer duros y defender alguna versión retorcida de la libertad, aun cuando pueda llegar a matar. Y mata.

El expresidente Donald Trump.

La economía, por cierto, seguirá siendo vulnerable mientras el virus prospere. La única forma de consolidar el crecimiento es controlar el coronavirus. Por desgracia, la amenaza del covid-19 ahora es enorme, con unos 150.000 nuevos casos y 1.500 muertes al día. Es difícil imaginar tanta angustia, sobre todo cuando se puede prevenir.

De hecho, la situación podría empeorar. Los expertos advierten que cuanto más tiempo se tarde en sofocar la pandemia, mayor será la posibilidad de que surja una variante más contagiosa y resistente a las vacunas.

Para evitarlo, necesitamos sentido común y disciplina.

DeSantis lidera la manada cuando se trata de luchar contra medidas razonables. Este supuesto defensor del libre mercado y de los negocios ha planteado las medidas más duras contra las protecciones para enfrentar el covid-19. Muchos estados liderados por los republicanos –Alabama, Arkansas y Georgia, entre ellos– han aprobado leyes que prohíben los requisitos de prueba de vacunación, pero Florida fue uno de los primeros en decir a las empresas cómo dirigir sus negocios al prohibirles exigir los llamados pasaportes de vacunas a los clientes.

En otros países, mostrar una prueba de vacunación en medio de una pandemia es ahora algo rutinario. Después de todo, tiene mucho sentido. Anima a más personas a vacunarse, protege a los individuos vulnerables y permite volver a una cierta apariencia de normalidad. Y lo que es más importante, también ayuda a que las empresas sigan abiertas. Sin embargo, en Estados Unidos, plantear requisitos de vacunación es políticamente explosivo.

Incluso empresas como el sector de los cruceros, que ven en los requisitos de vacunación su única vía de supervivencia, tienen que enfrentarse a las absurdas y contraproducentes normas de Florida.

Mientras la industria de los cruceros intentaba mantenerse con vida, DeSantis casi la hunde con una orden que habría creado multas de hasta US$ 5.000, por pasajero, por exigir una prueba de vacunación, lo que potencialmente supondría millones en multas por cada viaje. La orden dejó perpleja a la gente. Después de todo, una de las primeras cosas que aprendimos en los primeros días de la pandemia es que, en un barco de pasajeros, el covid-19 puede propagarse como un incendio en madera seca.

El gobernador de Florida, Ron DeSantis.

Las compañías de cruceros demandaron a Florida y ganaron. DeSantis está apelando el fallo, pero mientras tanto, otros negocios podrían enfrentarse a multas de US$ 5.000 por pedir a los clientes o visitantes una prueba de que están vacunados.

Los tribunales también han anulado la escandalosa prohibición de Florida de imponer mascarillas en las escuelas. Una vez más, parece que DeSantis ha olvidado la vieja pasión republicana de que las comunidades decidan lo que ocurre en sus escuelas. DeSantis llegó a amenazar con retener la financiación y los salarios de los funcionarios escolares si desafiaban su decreto y exigían a los estudiantes que llevaran tapabocas.

DeSantis está apelando también ese fallo, pero un juez dictaminó –el miércoles– que las escuelas pueden ignorar los recursos del gobernador mientras el caso avanza en los tribunales. Perder la batalla judicial, sin embargo, no es un gran problema para DeSantis, mientras pueda disfrutar del brillo de su desafío. Mientras tanto, miles de personas se enferman y cientos mueren cada día en Florida.

No son solo los gobernadores, por supuesto. Está la maquinaria mediática de la derecha que bombea constantemente desinformación. A la cabeza de esa carga está, por supuesto, Fox News, que cuenta con populares presentadores, como Tucker Carlson y Laura Ingraham, cuyos programas son un escaparate de material para socavar la lucha contra la pandemia. Por ejemplo, han dicho que las vacunas podrían ser peligrosas, han promocionado medicamentos no probados y han arremetido contra el uso de mascarillas como una afrenta insostenible contra la libertad, sin tener en cuenta las pruebas de que ayuda a salvar vidas.

Parece que el objetivo de difundir toda esta desinformación y escepticismo es avivar la desconfianza en la ciencia y las instituciones para que las figuras de la derecha aumenten su propia posición y, lo que es más importante, socaven la administración Biden y refuercen así las posibilidades electorales del Partido Republicano.

Jugar con la vida de las personas por puro beneficio político es una táctica moralmente repugnante. Quienes promueven falsas curas y presionan contra las vacunas y las mascarillas para mejorar sus perspectivas políticas están contribuyendo a que se produzcan miles de muertes más, desestabilizando la economía e impidiendo que el resto de nosotros recuperemos nuestras vidas.