(CNN) – Cuando el primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, recibió el Premio Nobel de la Paz en 2019, fue alabado como un pacificador regional. Ahora, sigue en el poder en el contexto de una prolongada guerra civil que, según muchos testimonios, lleva el sello del genocidio y tiene el potencial de desestabilizar la región más amplia del Cuerno de África.
En noviembre de 2020, Abiy ordenó una ofensiva militar en la región norteña de Tigray y prometió que el conflicto se resolvería rápidamente. Un año después, los combates han dejado miles de muertos, desplazado a más de dos millones de personas de sus hogares, alimentado la hambruna y dado lugar a una ola de atrocidades.
Etiopía se enfrentaba a importantes retos económicos, étnicos y políticos mucho antes de que una disputa entre Abiy y el antiguo partido gobernante de la región, el Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (TPLF), desembocara en disturbios.
Pero ahora, con la escalada de hostilidades en otras zonas de Etiopía, crece el temor de que los enfrentamientos en Tigray puedan desencadenar una crisis más amplia con el potencial de desintegrar el segundo país más poblado de África.
A continuación, un análisis más detallado del conflicto que se extiende en Etiopía.
¿Cómo empezó todo?
El conflicto de Tigray tiene sus raíces en tensiones que se remontan varias generaciones en el pasado de Etiopía.
El país está formado por 10 regiones -y dos ciudades- que gozan de una gran autonomía, incluida la capacidad de contar con policía y milicia regionales. Debido a un conflicto anterior con la vecina Eritrea, también hay un gran número de tropas federales en Tigray. Los gobiernos regionales están divididos en gran medida por líneas étnicas arraigadas.
Antes de que Abiy Ahmed llegara al poder, el TPLF había gobernado Etiopía con mano de hierro durante décadas, supervisando un periodo de estabilidad y crecimiento económico a costa de los derechos civiles y políticos básicos. Este gobierno autoritario provocó un levantamiento popular que acabó obligando a dimitir al predecesor de Abiy, Hailemariam Desalegn.
En 2018, Abiy fue nombrado por la clase dirigente para sofocar las tensiones y traer el cambio, sin poner en peligro el viejo orden político. Pero casi tan pronto como se convirtió en primer ministro, Abiy anunció la reorganización de la coalición gobernante que el TPLF había fundado -el Frente Revolucionario del Pueblo Etíope (EPRDF), compuesto por cuatro partidos- en un único y nuevo Partido de la Prosperidad, condenando al ostracismo al TPLF en el proceso.
Al impulsar un nuevo partido político pan-etíope, Abiy hizo que algunas regiones temieran que el sistema federal del país -que garantiza una importante autonomía a los estados étnicamente definidos, como Tigray- se viera amenazado. Los líderes de Tigray se retiraron al sector montañoso en el norte de la región, donde siguieron controlando su propio gobierno regional.
Las tensiones llegaron a su punto álgido en septiembre de 2020, cuando los tigrinos desafiaron a Abiy al seguir adelante con las elecciones parlamentarias regionales que él había pospuesto debido a la pandemia de coronavirus. Abiy calificó la votación de ilegal y los legisladores cortaron la financiación a los dirigentes del TPLF, lo que desencadenó una serie de escaladas entre el gobierno regional y el federal.
El 4 de noviembre de 2020, tras acusar al TPLF de atacar una base del ejército federal en las afueras de Mekelle, la capital regional de Tigray, e intentar robar sus armas, Abiy ordenó un asalto militar contra el grupo, enviando tropas nacionales y combatientes de la región vecina de Amhara, junto con soldados de Eritrea.
Abiy declaró que la ofensiva había sido un éxito después de solo tres semanas, cuando las fuerzas gubernamentales tomaron Mekelle e instalaron una administración interina leal al gobierno central en Addis Abeba. Pero un año después, la situación está lejos de haber terminado.
¿Qué atrocidades se han cometido?
Durante meses, Abiy negó que se estuviera perjudicando a los civiles o que los soldados de Eritrea se hubieran unido a la lucha.
Pero los informes de los observadores internacionales, los grupos de derechos humanos y CNN demostraron que ambas afirmaciones eran falsas.
Según muchas estimaciones, miles de personas han muerto en los combates, y hay informes sobre campos de refugiados arrasados, saqueos, violencia sexual, masacres y ejecuciones extrajudiciales. Muchos más han huido a Sudán, en lo que las Naciones Unidas han calificado como el peor éxodo de refugiados de Etiopía visto en dos décadas. Describen un conflicto desastroso que ha dado lugar a la violencia étnica.
El gobierno de Etiopía ha restringido severamente el acceso a los periodistas, y un apagón de comunicaciones impuesto por el Estado ha ocultado los acontecimientos en la región, lo que ha dificultado la medición del alcance de la crisis o la verificación de los relatos de los supervivientes.
Pero las pruebas de las atrocidades comenzaron a filtrarse a principios de este año.
Investigaciones separadas realizadas por CNN y Amnistía Internacional en febrero descubrieron pruebas de masacres llevadas a cabo por las fuerzas eritreas en las ciudades tigrinas de Dengelat y Axum a finales del año pasado.
Otra investigación de CNN publicada en junio reveló nuevos detalles de una matanza cometida por soldados etíopes en la ciudad tigrina de Mahibere Dego en enero. El informe identificó a uno de los autores de la masacre y geolocalizó restos humanos en el lugar del ataque.
En un reportaje exclusivo desde Tigray en abril, CNN captó a tropas eritreas -algunas disfrazadas con viejos uniformes militares etíopes- operando con total impunidad en el centro de Tigray, ocupando puestos de control y bloqueando la ayuda humanitaria vital a poblaciones hambrientas más de un mes después de que Abiy prometiera a la comunidad internacional que se irían.
Todos los actores del conflicto han sido acusados de cometer atrocidades, pero las fuerzas eritreas han sido vinculadas a algunas de las más espantosas. Además de perpetrar asesinatos en masa y violaciones, también se han encontrado soldados eritreos bloqueando y saqueando la ayuda alimentaria en múltiples partes de Tigray.
El gobierno de Eritrea ha negado cualquier implicación en las atrocidades. El gobierno de Etiopía se ha comprometido a investigar cualquier delito.
El conflicto, que estalló durante la temporada de cosecha de otoño tras la peor invasión de langostas del desierto en Etiopía en décadas, sumió a Tigray aún más en una grave inseguridad alimentaria.
En septiembre, la ONU afirmó que un “bloqueo de facto de la ayuda humanitaria” limitaba su capacidad de acceso a más de 5 millones de personas en Tigray -el 90% de la población- que necesitaban ayuda humanitaria, incluidas 400.000 personas que se enfrentaban a condiciones de hambruna.
Ese mismo mes, el jefe de ayuda de la ONU, Martin Griffiths, declaró que franjas de la región desgarrada por la guerra estaban sumidas en una hambruna “provocada por el hombre” e instó al gobierno etíope a facilitar el acceso.
El gobierno etíope ha rechazado repetidamente las acusaciones de que está bloqueando la ayuda. Pocos días después de los comentarios de Griffiths, Etiopía ordenó la expulsión del país de siete altos funcionarios de la ONU, incluidos los de las organizaciones que coordinan los esfuerzos de ayuda.
¿Por qué Abiy ganó el Premio Nobel de la Paz?
Menos de un año antes de que Abiy lanzara un ataque contra su propio pueblo, describió la guerra como “el epítome del infierno” durante su discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz. Se le concedió el galardón por su papel en el fin de un largo conflicto con la vecina Eritrea y por impulsar importantes reformas en Etiopía.
Eritrea formaba parte de Etiopía, pero se independizó en 1993 tras 30 años de lucha armada. Entre 1998 y 2000, Etiopía y Eritrea libraron una guerra en la que murieron miles de personas de ambos bandos, lo que condujo a un largo y peligroso estancamiento y a una congelación total de la cooperación.
Una vez en el poder, Abiy se apresuró a normalizar las relaciones con Eritrea, en parte aceptando el dictamen de una comisión internacional sobre las fronteras entre ambos Estados.
Abiy también dio pasos significativos hacia las reformas internas, lo que hizo concebir esperanzas de que lograría un cambio duradero. Además de forjar una tregua con Eritrea, levantó una severa ley de seguridad, liberó a miles de presos políticos, se movilizó para abrir la industria de las telecomunicaciones y ampliar la inversión privada.
Pero su reputación como líder capaz de unir a Etiopía se ha deteriorado rápidamente, y su tan alabado acuerdo de paz con Eritrea parece haber allanado el camino para que ambos países entren en guerra con su enemigo mutuo, el TPLF.
Desde que comenzó el conflicto, la violencia de carácter étnico ha irrumpido en otras partes del país, incluida la región natal de Abiy, Oromia, la más poblada del país. En mayo, el grupo armado Ejército de Liberación Oromo (OLA) prometió librar una “guerra total” contra el gobierno de Abiy.
A pesar de las promesas de eliminar las divisiones étnicas y allanar el camino hacia una transición pacífica y democrática, Abiy ha invocado cada vez más el libro de jugadas de los regímenes represivos: cerró los servicios de Internet y telefonía, detuvo a periodistas y reprimió a los críticos. Abiy también ha sido criticado por alimentar una retórica “inflamada” en medio del conflicto de Tigray, cuyas fuerzas ha descrito como “maleza” y “cáncer”.
El pasado mes de julio, en medio de la guerra, Abiy y su partido obtuvieron una aplastante victoria en unas elecciones generales que fueron boicoteadas por los partidos de la oposición, se vieron empañadas por problemas logísticos y excluyeron a muchos votantes, incluidos todos los de Tigray, lo que supuso una aplastante decepción para muchos que tenían grandes esperanzas de que se hiciera realidad la transición democrática que Abiy prometió hace tres años.
¿Qué ocurre ahora?
El gobierno de Etiopía declaró un alto el fuego unilateral en junio, cuando las fuerzas de Tigray recuperaron la capital regional, Mekelle. Pero el TPLF descartó categóricamente una tregua, y los combates se han extendido más allá de las fronteras de Tigray a las regiones vecinas de Amhara y Afar.
Etiopía anunció el estado de emergencia en todo el país el 2 de noviembre, días después de que el TPLF afirmara haber capturado dos ciudades clave en Ahmara, en la carretera principal hacia Addis Abeba.
Las fuerzas tigrinas dijeron que se habían unido al OLA contra el gobierno, lo que representaría una alianza histórica de antiguos enemigos.
De confirmarse, el avance de los dos grupos hacia las ciudades de Dessie y Kombolcha supondría un importante punto de inflexión en la batalla que mantienen desde hace un año con las fuerzas gubernamentales de Etiopía. Además, sería lo más cerca que el TPLF ha estado de Addis Abeba desde que en julio se adentró en la región vecina de Tigray, Amhara.
Un portavoz del gobierno negó la toma de las ciudades, pero más tarde publicó un comunicado en el que acusaba a las fuerzas tigrinas de haber ejecutado a 100 jóvenes en Kombolcha. El TPLF negó la acusación.
A medida que las fuerzas de Tigray empujan la línea del frente hacia el sur, el gobierno ha intensificado los ataques aéreos sobre Mekelle y otras ciudades de Tigray, en un intento de golpearlas en el centro de sus supuestas bases.
Su rápido avance ha hecho temer a los dirigentes etíopes que las fuerzas de Tigray puedan amenazar pronto la propia capital. El primer ministro Abiy instó a los ciudadanos a tomar las armas y luchar contra el TPLF. “Nuestro pueblo debe marchar con cualquier arma y recursos que tenga para defender, repeler y enterrar al terrorista TPLF”, dijo Abiy en un post de Facebook, informó Reuters.
El secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, que ha condenado la limpieza étnica en Tigray, dijo que Washington estaba alarmado por los informes sobre la toma de las ciudades por parte del TPLF. “Todas las partes deben detener las operaciones militares y comenzar las negociaciones de alto el fuego sin condiciones previas”, dijo en Twitter.
¿Cuál es la respuesta internacional?
A medida que se endurece el conflicto y se agrava impacto en la población civil, los líderes mundiales han expresado su preocupación por la restricción de la ayuda a Tigray por parte del gobierno etíope y el papel de las fuerzas eritreas en el agravamiento de la crisis.
Altos funcionarios del gobierno del presidente Joe Biden han advertido que Etiopía perderá el acceso a un lucrativo programa comercial de Estados Unidos debido a las violaciones de los derechos humanos, a menos que tome medidas significativas para poner fin al conflicto en curso y aliviar la crisis humanitaria a principios de 2022.
El presidente Joe Biden ha determinado que Etiopía no cumple con los requisitos de elegibilidad de la Ley de Crecimiento y Oportunidades para África (AGOA) “por graves violaciones de los derechos humanos reconocidos internacionalmente”, dijo en un mensaje al Congreso el 1 de noviembre.
El gobierno de Etiopía debe tomar “medidas urgentes” antes del 1 de enero para permanecer en el programa, que concede a las naciones del África subsahariana elegibles un acceso libre de impuestos al mercado estadounidense para miles de productos.
La administración estadounidense también se está preparando para imponer sanciones a las partes del conflicto, en virtud de un decreto firmado por Biden en septiembre, según los funcionarios.
El enviado especial de EE.UU. para el Cuerno de África, Jeffrey Feltman, ha declarado que “a medida que la guerra se acerca a su primer aniversario, Estados Unidos y otros países no pueden continuar con las relaciones habituales con el gobierno de Etiopía”.
El Departamento de Estado anunció anteriormente restricciones de visado para los funcionarios del gobierno de Etiopía y Eritrea, y el gobierno de Biden ha impuesto amplias restricciones a la ayuda económica al país.
Pero no está claro si los esfuerzos de EE.UU. y otros países para forzar la mano de Etiopía han tenido algún efecto.
Con información de Bethlehem Feleke, Nairobi y Jennifer Hansler.