CNNE 1071745 - ¿hay diferencia entre populismo y autoritarismo?

Nota del editor: Roberto Rave es politólogo con especialización y posgrado en Negocios Internacionales y Comercio Exterior por la Universidad Externado de Colombia y la Universidad de Columbia en Estados Unidos. También posee estudios en Administración de la Universidad IESE de España, y es candidato a la Maestría de Administración de Negocios por la Universidad de Miami. Es columnista del diario económico colombiano La República. Fue escogido por el Instituto Internacional Republicano como uno de los 40 jóvenes líderes más influyentes de América. Fue asesor del Congreso de la República de Colombia en 2016, y de la Alcaldía de Medellín en 2018, así como fundador del centro de pensamiento Libertank. Síguelo en Twitter. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.

(CNN Español) – Tal vez han sido los años más convulsionados que las nuevas generaciones han experimentado. Una pandemia ha puesto a prueba a los gobiernos del mundo, sus economías, su talante solidario y, sobre todo, su capacidad de reinventarse en medio de la incertidumbre, que es -sin duda alguna- la definición perfecta de lo que todos padecemos hoy: una profunda incertidumbre.

El examen no ha sido solo de resiliencia, sino también de criterio para enfrentar como ciudadanos los populismos llenos de soluciones utópicas inalcanzables a los problemas que padecemos. El populismo no es un modelo ideológico, sino más bien una herramienta, un método usado para vender ideas inalcanzables.

En medio de estas circunstancias, cabe preguntarse sobre el año que iniciamos y sus perspectivas. Según el Fondo Monetario Internacional, la economía latinoamericana será la de menor crecimiento durante 2022. La de China crecerá 5,6%; Estados Unidos, 5,2%; Oriente Medio y Asia Central, 4%; Europa, 4,3%; África subsahariana, 3,8%, y América Latina y el Caribe, solo 3%.

Dentro de la región latinoamericana las perspectivas indican que Colombia será la nación que más crecerá en 2022, con 3,7%. Le siguen Perú, con un 3%; México, con 2,9%; Argentina, 2,2%; Chile, con 1,9%, y Brasil –donde habrá elecciones este año– crecerá 0,5%, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (Cepal).

En medio de la crisis económica, ha resurgido la pandemia de los populismos de todo tipo en nuestra región. Tenemos mandatarios como el presidente electo de Chile, Gabriel Boric, que habla de crear nuevos impuestos a las empresas, aplicar un royalty minero, y eliminar a los bancos como fuente de financiamiento del sistema educativo. Xiomara Castro, de Honduras, tiene en su plan de propuestas crear una Asamblea Constituyente para reescribir la Constitución; y asuntos económicos como la eliminación del cobro de peajes en todo el territorio. A esto se suman los Gobiernos de México, con la famosa rifa del avión presidencial (que resultó en otra cosa) y la nacionalización de la industria energética o Pedro Castillo en Perú, con su propuesta de campaña repetida de reescribir la Constitución y aumentar impuestos. En los primeros días del mandatario Castillo, su moneda experimentaba una fuerte caída debido a la huida de capitales al extranjero. Mucho antes de esto, en Bolivia tuvimos a Evo Morales, quien cambió la Constitución para poder quedarse en el poder por mas de 10 años. Desencantan también algunas posturas como la de Bolsonaro, que promovió durante mucho tiempo una cultura antivacuna y de desinformación sobre el covid.

En mi opinión, estos Gobiernos comparten la idea de un Estado más grande, traducido en más impuestos, en más control sobre el sistema económico, social y educativo y menos libertades económicas e individuales. ¿Qué pasa con la receta del aumento del Estado y el incremento de más impuestos para las empresas? El crecimiento económico depende en gran medida del desarrollo de las empresas, que son generadoras de empleos formales y de riqueza. Cuando una empresa deja un país, queda un rastro de pobreza y vulnerabilidad a su paso. Bien decía Ronald Regan: “El mejor programa social es un empleo”.

Sumado a estos sucesos, en 2020 la pandemia de covid-19 “tuvo un fuerte efecto negativo en las inversiones de las empresas transnacionales. En América Latina y el Caribe ingresaron US$ 105.480 millones por concepto de inversión extranjera directa (IED), lo que representa unos US$ 56.000 millones menos que en 2019. De esta forma, en 2020 se alcanzó el valor más bajo de la última década”, según afirma el informe de la Cepal de inversión en América Latina y el Caribe. A su vez, se incorpora a la ecuación económica la presión inflacionaria fruto de las complejidades logísticas y la fuerte reactivación de la demanda.

En conclusión, 2022 será un año de grandes retos para América Latina. Tal vez, el mayor de ellos será el de dar un paso adelante dejando atrás las viejas ideas populistas que insisten en imponer Estados más grandes, con más burocracia, mientras se desincentiva la generación de más empresas y más empleo.