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China y Estados Unidos: una relación que Biden tendrá que mejorar
01:42 - Fuente: CNN

(CNN) – Cuando el presidente de Estados Unidos Richard Nixon bajó las escaleras alfombradas de rojo del Air Force One para estrechar la mano del primer ministro de China, Zhou Enlai, en un frío día en Beijing, el 21 de febrero de 1972, la visita fue aclamada por muchos como un gesto que cambiaría el mundo.

La llegada de Nixon –la primera vez que un presidente estadounidense pisaba suelo chino desde la creación de la República Popular China en 1949– se produjo tras más de 20 años de hostilidad y casi ningún contacto entre ambos países.

La visita de ocho días abriría la puerta al establecimiento de relaciones diplomáticas entre el país más rico del mundo y el más poblado. También reconfiguraría el orden mundial tal y como se conocía: cambiando la dinámica de poder de la Guerra Fría y participando en la transición de China desde su empobrecido aislamiento a un nuevo papel como creciente agente de poder mundial y socio económico de Estados Unidos.

Sin embargo, 50 años después, es probable que este hito se celebre con poca fanfarria por parte de Beijing o Washington.

El presidente de EE.UU., Richard Nixon, con el primer ministro Zhou Enlai (izquierda) y el líder del Partido Comunista de Shanghai, Zhang Chunqiao, en un banquete de despedida durante la visita de Nixon a China, en 1972.

Por el contrario, el aniversario de la histórica visita de Nixon llega en un momento bajo de las relaciones entre Estados Unidos y China. Muchos en Washington ven ahora a China como una creciente amenaza económica y militar, mientras que una China cada vez más asertiva y nacionalista bajo el liderazgo de Xi Jinping ha rechazado lo que considera una interferencia estadounidense en sus asuntos y en su región.

Las tensas relaciones han reducido el margen de cooperación, e incluso Estados Unidos mantuvo a sus diplomáticos fuera de los Juegos Olímpicos de Beijing a principios de este mes en protesta por el historial de derechos humanos de China.

La isla autónoma de Taiwán también sigue siendo una zona de conflicto potencial, y el embajador de China en Washington la describió a principios de este año como el “mayor polvorín” entre las dos partes.

Al acercarse el 50º aniversario de la visita de Nixon, Beijing y Washington no han dado ninguna indicación de que se vayan a realizar conmemoraciones importantes, y cualquier actividad oficial estará muy lejos del 30º aniversario, cuando el entonces presidente, George W. Bush, celebró la ocasión con una visita a Beijing.

Los discretos esfuerzos de hoy contrastan con la fanfarria diplomática que rodeó el encuentro hace 50 años, cuando Zhou, el hábil estadista bajo el liderazgos del anciano líder chino, Mao Zedong, declaró que se había abierto “la puerta del contacto amistoso”, mientras brindaba por el presidente estadounidense, la primera dama y su séquito en un elaborado banquete en el Gran Salón del Pueblo.

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“[La visita de Nixon] tiene que ser uno de los puntos de inflexión más importantes de la historia del siglo XX, quizá el más importante de la era posterior a la Segunda Guerra Mundial”, dijo Scott Kennedy, asesor principal en Negocios y Economía de China, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) de Washington.

El hecho de que “se pudiera prever un encuentro de mentes que transformara la política internacional” era notable, dijo Kennedy, señalando las enormes diferencias ideológicas entre las naciones: China, como país comunista en medio de la Revolución Cultural, y un Estados Unidos que se había empeñado en contener la expansión del comunismo.

Según Suisheng Zhao, director del Centro de Cooperación China-Estados Unidos, de la Escuela de Estudios Internacionales Josef Korbel, de la Universidad de Denver, una relación diplomática con Estados Unidos, formalizada en 1979, tendría también grandes implicaciones para China.

“EE.UU. tenía la llave para la modernización de China, por lo que esta se benefició enormemente… Sin EE.UU., no creo que se vería a China como una gran potencia hoy en día”, dijo.

Visita de Nixon a China: el camino a Shanghai

En su momento, la visita fue un hito fenomenal. Las imágenes transmitidas a Estados Unidos que mostraban al presidente estadounidense recorriendo la Gran Muralla con la primera dama, Pat Nixon, y a los reporteros visitando las “comunas” de Beijing, fueron algunas de las primeras que la mayoría de los estadounidenses habían visto de la China comunista.

El reportero estadounidense Dan Rather, que formaba parte de la cohorte de prensa que acompañaba a la delegación presidencial, dijo más tarde en un documental del Instituto Estados Unidos-China, de la Universidad del Sur de California, que viajar a China era como “dejar la Tierra y adentrarse en el cosmos de algún planeta lejano”.

El presidente Nixon y la primera dama Pat Nixon visitan la Gran Muralla China.

Para los chinos, la acogida del presidente estadounidense –que apareció en la portada del Diario del Pueblo reunido con Mao– rompió con años de propaganda antiestadounidense.

“Mao y Nixon eran totalmente opuestos [ideológicamente]. Es irónico que llegaran a la misma conclusión al mismo tiempo para tener un avance histórico en las relaciones”, dijo Xu Guoqi, profesor de Historia de la Universidad de Hong Kong (HKU).

Los riesgos eran altos para ambos líderes. En China, Estados Unidos era un enemigo reciente de la guerra de Corea y un objetivo constante de la propaganda. Estados Unidos estaba navegando por un complejo conjunto de relaciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial en Asia y se enfrentaría a las preguntas de sus aliados.

Además, desde 1949 Estados Unidos reconocía a otro Gobierno de China: el dirigido por el general Chiang Kai-shek, que huyó con sus fuerzas nacionalistas a la isla de Taiwán, después de que el Ejército Rojo de Mao se impusiera en la guerra civil china.

La separación entre Beijing y Washington era tan grande que incluso encontrar un canal de comunicación para abordar la reunión fue un ejercicio de ensayo y error, que solo se produjo tras la ayuda de un presidente de Pakistán que actuó como intermediario, la buena voluntad china hacia un equipo de ping-pong estadounidense y un viaje secreto a China, en 1971, del asesor de Nixon, Henry Kissinger.

Pero el anticomunista Nixon y el revolucionario comunista Mao “eran ambos líderes muy realistas. Tenían cartas concretas que debían jugar”, dijo Xu.

Un enemigo en común

Para Nixon, se trataba de recalibrar las relaciones para sacar al Ejército estadounidense de la costosa e impopular guerra de Vietnam. Para Mao, existía un interés por conseguir el reconocimiento mundial de su Gobierno frente a la reivindicación contraria de Chiang de Taiwán.

Pero también había una preocupación compartida que ayudó a impulsar a ambos líderes en su reunión de 1972.

Mao Zedong se reúne con el presidente Richard Nixon en Pekín, 1972.

“Estados Unidos y China fueron capaces de superar su antipatía para alcanzar esta distensión solo gracias a su enemigo común: la Unión Soviética”, dijo Kennedy, del CSIS. “Sin eso, no habría habido esta distensión”.

Xu, de la HKU, señala los conflictos fronterizos que habían surgido entre los vecinos comunistas: “[Mao] llegó a la conclusión de que… necesitaba a alguien que ayudara a China a lidiar con la Unión Soviética”, dijo.

En las reuniones que tuvieron lugar entre los recorridos por la Gran Muralla, las tumbas de la dinastía Ming y el idílico lago del oeste de Hangzhou, las dos partes concretaron los últimos detalles de un acuerdo conocido como el Comunicado de Shanghái.

En él, EE.UU. “reconoció” en un lenguaje cuidadoso “que todos los chinos de ambos lados del estrecho de Taiwán mantienen que solo hay una China”. Ambas partes acordaron trabajar para normalizar las relaciones y reducir los riesgos de conflicto a nivel internacional. Sería el primero de los tres grandes comunicados en una década para construir el marco de la relación.

Una vez terminada la diplomacia, Nixon hizo un último brindis durante un banquete en el Hotel Jinjiang de Shanghái.

“Si somos capaces de encontrar un terreno común en el que ambos podamos apoyarnos, en el que podamos tender el puente entre nosotros y construir un nuevo mundo, las generaciones venideras mirarán hacia atrás y nos agradecerán esta reunión que hemos celebrado en esta última semana”, dijo.

¿Se acabó la distensión?

Cinco décadas después, los vínculos entre Estados Unidos y China han cambiado de manera irreconocible, y los países se han entrelazado profundamente en áreas que van desde la economía hasta la educación.

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00:51 - Fuente: CNN

Pero en los últimos años ha crecido el recelo mutuo, avivado en EE.UU. bajo la anterior presidencia de Donald Trump, cuya administración calificó a China de “competidor estratégico” en 2017, y en una China cada vez más asertiva bajo el líder Xi Jinping.

“La combinación de que China es mucho más poderosa y de que su identidad es más conservadora y nacionalista nos ha vuelto a enfrentar, aunque hay muchas más similitudes entre nuestras sociedades que hace 50 años”, dijo Kennedy.

Estados Unidos no solo ha criticado lo que considera prácticas económicas injustas, sino que también ha denunciado la represión de las libertades en Hong Kong por parte de Beijing, ha calificado de genocidio el trato que reciben los uigures y otras minorías musulmanas en la región de Xinjiang, en el extremo occidental del país, y ha reforzado su relación no oficial con Taiwán, ahora gobernada democráticamente, en medio de un aumento de las agresiones por parte de Beijing.

China, por su parte, ha negado las violaciones de derechos, ha rebatido lo que califica de intromisión estadounidense en sus asuntos internos y ha dicho que Estados Unidos está “jugando con fuego en la cuestión de Taiwán”.

En una reunión por video entre el presidente de EE.UU., Joe Biden, y Xi, en noviembre, ampliamente considerada como una oportunidad para restablecer las relaciones, Biden subrayó la necesidad de “barandillas para garantizar que la competencia no se desvíe hacia el conflicto”. Las dos partes acordaron mantener una estrecha comunicación sobre cuestiones globales, pero mantener la dureza con China se ha convertido en una cuestión bipartidista poco frecuente en un Estados Unidos políticamente dividido.

En una respuesta por fax a una solicitud de comentarios sobre las conmemoraciones del 50º aniversario, un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China dijo el viernes a CNN que los países “deberían seguir el espíritu y el consenso” de esa reunión, para “reforzar la comunicación, gestionar las diferencias, avanzar en la cooperación y devolver las relaciones entre China y Estados Unidos a la vía del desarrollo estable”.

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Una estatua gigante de Mao en un pueblo pobre de China
02:15 - Fuente: CNN

“La valiosa experiencia histórica encarnada en la visita del presidente Nixon a China y la emisión del Comunicado de Shanghái son de gran importancia práctica para el desarrollo de las relaciones entre China y EE.UU. en la actualidad”, dijo el portavoz, añadiendo que China y EE.UU. “celebrarían una serie de actividades conmemorativas en un futuro próximo” cuyos detalles se darían a conocer “a su debido tiempo”.

Zhao, de la Universidad de Denver, dijo que la diplomacia actual podría tomar nota de las inteligentes maniobras de ambas partes en la época de Nixon. “Hoy, no tenemos tales diplomáticos, solo guerreros… ambas partes tratan de ganar. Claro que se puede ganar, pero hay que dar y recibir, eso es la diplomacia”.

“Para dos grandes potencias como China y Estados Unidos, no hay más remedio que trabajar juntos”, dijo.

Kennedy señala otra complejidad: la creciente relación entre Xi y el presidente de Rusia, Vladimir Putin, que a principios de este mes prometió que no habría áreas “prohibidas” en su cooperación.

“En cierto modo, el anuncio [de Xi y Putin] en Beijing es un broche de oro para el Comunicado de Shanghái emitido 50 años antes… hemos llegado al final de esa estrategia y de ese período por el hecho de que Rusia y China están ahora claramente mucho más cerca la una de la otra que cualquiera de ellas de Estados Unidos”, dijo Kennedy.

Esta puede ser una de las razones por las que las celebraciones que se produzcan en cualquiera de las dos capitales serán “muy apagadas”, dijo. “Para algunos, se tratará simplemente de nostalgia”.

Con información de la oficina de CNN en Beijing.