(CNN Español) – Desde su inauguración en 2016, la Torre BBVA se ha ido convirtiendo en un ícono de la Ciudad de México. No solo es un edificio moderno, sustentable e innovador, también se trata de un espacio que promueve el sentido de comunidad y que celebra en su diseño a la cultura mexicana.
Ubicado en Paseo de la Reforma, la principal avenida de la capital mexicana, este altísimo rascacielos marca la entrada hacia el Bosque de Chapultepec —un parque enorme tapizado de frondosos árboles— o, depende desde dónde se mire, es también donde comienza el centro financiero de la capital mexicana.
El proyecto de 50 pisos, grandes terrazas y jardines elevados fue diseñado por el arquitecto mexicano Víctor Legorreta y el británico Richard Rogers, después de que ganaran un concurso en 2010. De ahí surgió LegoRogers, la fusión del despacho británico Rogers, Stirk Harbour + Partners (RSHP) y el mexicano Legorreta + Legorreta.
Una arquitectura sustentable que va de la mano con el diseño
Con la Torre BBVA, Legorreta y Rogers refuerzan la posibilidad que existe de construir a partir de una arquitectura que responde al medio ambiente y es estética al mismo tiempo.
Aprovecharon las cualidades de un entorno urbano arbolado que rodea al edificio y el clima de la Ciudad de México para integrar un sistema que permite la circulación natural del aire, sin necesidad de utilizar el aire acondicionado gran parte del año.
Además, el edificio está totalmente iluminado con tecnología LED, la cual permite un aprovechamiento más eficiente de la luz, y su diseño interior libre de muros hace que la iluminación natural ocupe un lugar central, reduciendo el consumo en un 20%.
“Tanto Rogers como nosotros somos apasionados de la sustentabilidad […] De ahí salió esta idea de hacer una doble fachada en la que hubiera como un filtro, que dejara ver de adentro para fuera pero que no permitiera el paso del sol”, dice Legorreta en una entrevista con CNN en Español.
No solo se usa menos la energía eléctrica en este rascacielos, también cuenta con “plantas de tratamiento para la recirculación del agua”, lo cual se traduce en una reducción del consumo en un 80,5%.
Estas innovadoras soluciones en materia ambiental con las que cuenta la Torre BBVA le valieron la Certificación LEED (Liderazgo en Energía y Diseño Ambiental, por sus siglas en inglés) Platino, otorgada por el U.S. Green Building Council, un movimiento global que aboga por la edificación sostenible.
A su vez, la ingeniería utilizada en la segunda fachada se complementa con un diseño que evoca las figuras geométricas particulares de la cultura prehispánica y los colores vibrantes que caracterizan a México.
“El uso del color, por supuesto es muy mexicano porque yo no me imagino ningún otro lugar del mundo donde poder hacer una torre de más de 50 niveles con una fachada morada… en Londres, en Tokio o en Nueva York tendría que ser gris”.
Un edificio que reinterpreta el espacio laboral
La idea de esta torre es una reintrerpretación de la organización tradicional de un espacio de oficinas. Según Legorreta, para el banco BBVA era importante que su sede en la Ciudad de México fuera un espacio que promoviera la convivencia dándole un sentido de comunidad.
“Tiene esta parte alegre y esta parte humana y que la gente pueda venir con otro espíritu a trabajar, a ver amigos, a tener más comunidad y no nada más a cumplir con una labor específica”.
Para ello crearon comedores con acceso a jardines de triple altura, inspirados en los patios centrales de las construcciones clásicas de la época colonial, que les dan variedad a las instalaciones del edificio.
También cuenta con un helipuerto que “era una zona que iba a ser puramente utilitaria y acabó siendo una terraza fenomenal para ver toda la ciudad”, cuenta el arquitecto mexicano.
Construir un edificio de 235 metros en una zona sísmica
Uno de los grandes retos a los que se enfrentaron Legorreta y Rogers fue al de construir un edificio de 235 metros de altura en una de las zonas sísmicas más riesgosas de la Ciudad de México.
“Es todo un reto porque todavía estás en la orilla de lo que era el Lago de Texcoco. Entonces, el suelo es muy malo, para empezar. El suelo firme lo encontramos a más de 52 metros de profundidad”.
Legorreta explica que tuvieron que crear un proyecto en el que la ingeniería y la arquitectura fueran de la mano.
“Tuvimos que hacer una cimentación a más de 52 metros con pilas y todo un muro alrededor del edificio, que se llama muro Milán, para que fuera estable. Después tuvimos que poner una estructura que también tuviera flexibilidad pero que resistiera los temblores”, explica.
Víctor Legorreta inició este proyecto con su padre, el reconocido arquitecto mexicano Ricardo Legorreta, quien falleció a finales de 2011, un año después de que ganarán el concurso junto a Richards para construir la Torre BBVA y cuando apenas iniciaban con los planos ejecutivos.
“Por supuesto que me hubiera encantado que mi papá también lo viera terminado. Yo creo que estaría muy orgulloso de este proyecto y de alguna forma pues es un homenaje a él de una ciudad donde vivió toda su vida y que quiso mucho”.