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OPINIÓN | "Síndrome de la Habana", medida de Trump para evitar mejorar las relaciones entre Cuba y EE.UU., dice Jorge Dávila Miguel
02:28 - Fuente: CNN

Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es licenciado en Periodismo desde 1973 y ha mantenido una carrera continua en su profesión hasta la fecha. Tiene posgrados en Ciencias de la Información Social y Medios de Comunicación Social, así como estudios posuniversitarios en Relaciones Internacionales, Economía Política e Historia Latinoamericana. Dávila Miguel es columnista de El Nuevo Herald en la cadena McClatchy, y analista político y columnista en CNN en Español. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente al autor. Mira más en cnne.com/opinion

(CNN en Español) – Después de una larga investigación, un grupo de expertos de inteligencia estadounidenses concluyó que no hay evidencia de que el “síndrome de La Habana” fuera causado por un “arma de energía” o un adversario extranjero. El director de la CIA, William J. Burns, declaró que los analistas habían llevado a cabo “una de las investigaciones más grandes e intensivas en la historia de la Agencia”.

¿Qué quiere decir esto? Primeramente, que no existe conocimiento de armamentos o equipos capaces de provocar los malignos efectos –un sonido penetrante que invade la habitación donde estás, te envuelve en un vértigo y hasta puede causarte daño cerebral, entre otros. Se estudiaron unos 1.500 casos en 96 países (de los cuales 200 fueron funcionarios estadounidenses), e incluso sucedió en la Casa Blanca. Olivia Troye, experta en contraterrorismo, declaró que bajaba por las escaleras de las Oficinas Ejecutivas Eisenhower, en la Casa Blanca, cuando escuchó el penetrante sonido “en el costado de mi cabeza, estaba en el lado derecho de mi cabeza y sentí vértigo”, dijo. “Estaba inestable, sentía náuseas, estaba un poco desorientada y recuerdo que pensé: no te caigas por las escaleras”.

Imagino que no se cayó, porque si no lo habría contado durante su comparecencia en “60 Minutes” de la cadena CBS.

El segundo hallazgo del reciente informe de inteligencia, que no hay pruebas de que haya sido causado por un “adversario extranjero”, es consecuencia simple del primero: no puede haber un país agresor, si el arma no existe.

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Pero durante siete años Cuba ha sido culpada. El nombre “síndrome de La Habana” ha sido repetido una y otra vez, ligado a cualquier caso o alucinación que sucediera a lo largo y ancho del globo terráqueo. Y le ha servido a la administración estadounidense para continuar su política de aislamiento hacia la isla. Durante el mandato del entonces presidente Donald Trump –acababa de empezar, en 2016– surgió el síndrome. Y al final de su controversial mandato –después de reforzar el embargo– incluyó de nuevo a Cuba en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, donde se mantiene.

El tercer hallazgo de este informe sobre el “síndrome de La Habana” es de este columnista. Y responde a la pregunta: ¿por qué liberar a Cuba de ser un agresor, precisamente ahora? El informe de inteligencia estadounidense demoró poco más de un año en concluirse. Recordemos que el presidente Biden prometió en su campaña electoral revisar la política de Trump hacia Cuba, avanzando en algunas cuestiones. Aunque después se dijo que tenía otras prioridades. Pero al parecer habría llegado el momento de establecer algunos cambios. No en balde el senador republicano por la Florida Marco Rubio envió una carta al presidente, instándolo a que desistiera de su acercamiento con Cuba y en la que mencionaba concretamente la visita de funcionarios de inteligencia cubanos a Estados Unidos como un peligro, debido a que Cuba fue incluida de nuevo por Trump en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo.

Dicha inclusión fue una medida totalmente política del expresidente Trump y desprovista de toda realidad objetiva, con el único propósito de complacer a su electorado cubanoestadounidense. La pregunta es sencilla y su respuesta, evidente. ¿Cómo Cuba puede promover el terrorismo internacional si se encuentra en la peor crisis político-económica de los últimos 70 años? Si importa hasta el 80% de los alimentos que consume su población, si su sistema de salud está falto de fundamentales medicinas y equipamiento, si salieron de la isla casi 300.000 cubanos hacia Estados Unidos en 2022. La cuenta no da. Es cierto que la administración de Biden ha dado pasos para relajar el embargo comercial, permitiendo la exportación a las recientes empresas privadas cubanas –hay ya más de 6.500– de cada vez más productos estadounidenses. Pero se mantiene la voluntad política de, como dijo el viceministro cubano de Relaciones Exteriores, Carlos Fernández de Cossío, de beneficiar a unos mientras castiga a otros. Es cierto también que la crisis productiva nacional tiene como causa, además del embargo comercial estadounidense, la histórica mala gestión económica del gobierno cubano.

Pero definitivamente, como se dice popularmente en Cuba, “el pollo del arroz con pollo”, lo fundamental en una revisión real de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, es sacar a la isla de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo. Porque no es cierto, ni posible, que ese país tenga recursos para apoyar el terrorismo internacional. En favor de sacarla se han manifestado algunos expertos en el tema como Mark Sullivan, William LeoGrande, Fulton Armstrong y Guillaume Long. Es uno de los pocos reclamos que se le hacen al presidente Biden, quien lo prometió en su campaña electoral.

Lo que está claro es que el interés de Cuba es, primordialmente, salir de la lista de países patrocinadores del terrorismo y el interés de Estados Unidos es que La Habana libere a los cientos de presos por las protestas del 11 de julio de 2021. Ese es el nudo fundamental ahora. El proceso para sacar a Cuba de la lista es largo y el Estado cubano no ha dado señal al respecto.

Así que, ¿quién mueve ficha primero? Si el gobierno de Biden quiere normalizar sus relaciones con Cuba, aunque Cuba sea la parte a la que le urge, debería empezar por dar ese paso. No por política simple y escasa, sino por el compromiso que, como se proclama a menudo, tienen las democracias con la verdad. America the beautiful. Aunque sabemos que no es así. El interés político siempre supera a la verdad y la justicia. Las posiciones fuertes a la negociación. Cubita bella.