(CNN) – En un principio buscaban una casa vacacional, pero Alan Andrew, originario de Pensilvania, y su marido belga Vincent Proost acabaron trasladándose a Portugal a tiempo completo tras comprar una granja abandonada en la región del Alentejo.

La pareja, que se conoció en una cita a ciegas en Londres en 2006, llevaba cerca de dos décadas viviendo junta en el Reino Unido cuando empezó a buscar un nuevo hogar en Europa.

Aunque ninguno de los dos había pasado mucho tiempo en Portugal, Proost, diseñador de interiores, pensó que podría ser el lugar adecuado para ellos y sugirió que pasaran algún tiempo explorando el país juntos.

“Para ser sincero, tenía más ganas de un lugar como Italia”, cuenta Andrew a CNN Travel. “No conocía realmente Portugal”.

Tras viajar por el país durante unos meses, se enamoraron de Alentejo, situado en el sur de Portugal, a unos 190 kilómetros de la capital, Lisboa, y decidieron buscar casa allí.

Proyecto aventurero

Alan Andrew y Vincent Proost compraron una granja portuguesa en ruinas en 2019. Al no poder salvar la vivienda, decidieron derribarla y construir una nueva propiedad desde cero. Crédito: Vincent Proost

“Cada dirección tiene unas vistas preciosas”, añade Andrew, que trabaja como psicólogo educativo. “Para mí, es como una mezcla de la sabana africana y la Toscana”.

Habían visto unas 80 propiedades en la zona, antes de dar con una granja en ruinas situada en la aldea rural de Figueira e Barros.

Pero pronto quedó claro que sería imposible salvar la casa y que el proyecto iba a ser mucho mayor de lo que habían previsto.

“Llevaba abandonada unos 50 años”, explica Andrew. “El tejado había desaparecido por completo. Se estaba desmoronando. Sabíamos que íbamos a tener que construirlo desde los cimientos”.

La casa original tuvo que ser demolida. Crédito: Vincent Proost

Se dieron cuenta de que tendrían que mudarse definitivamente a Portugal para poder dedicarse de lleno a la construcción y a la preparación de la granja.

“De repente se convirtió en un proyecto”, dice Proost. “Y yo dije: ‘Vale, vámonos’. Y así lo hicimos. Construimos la casa desde cero justo antes de la pandemia, lo que fue toda una aventura”.

Después de comprar la propiedad en el verano de 2019, se trasladaron oficialmente a Portugal, alquilando una casa cercana mientras finalizaban la venta y pasaban por el proceso de obtener la residencia.

La pareja también comenzó a reunirse con arquitectos y constructores para armar planes para su nuevo hogar antes de comenzar la construcción.

Decidieron reformar primero el granero de la propiedad para convertirlo en una “casa de piscina”, de modo que pudieran vivir allí mientras se realizaban las obras.

Nuevos comienzos

Alan Andrew, originario de Estados Unidos, y Vincent Proost, de Bélgica, tienen una vida completamente nueva en Portugal, y dicen que no podrían ser más felices. Crédito: Vincent Proost

Pero justo cuando las cosas empezaban a ponerse en marcha, llegó la pandemia del covid-19. Innumerables países de todo el mundo, incluido Portugal, entraron en estado de confinamiento, y la pareja, a la que se había pedido que abandonara la casa que tenían alquilada, se encontró sin ningún sitio al que ir.

“Todos los hoteles estaban cerrados”, explica Proost. “Así que tuvimos que dormir en una tienda de campaña durante dos semanas”.

Al final pudieron quedarse en el granero, aunque al principio sin electricidad, mientras esperaban a que empezaran las obras de renovación.

Afortunadamente, el granero se terminó en pocos meses y siguieron viviendo allí mientras se realizaban las obras de la casa principal. La granja original se derribó en septiembre de 2020.

“Durante mucho tiempo, realmente no podíamos salir de la zona de nuestro pueblo”, dice Andrew. “Y acabábamos de mudarnos aquí, así que no conocíamos a nadie. Estábamos los dos solos las 24 horas del día en la granja. En cierto modo era estupendo, porque teníamos mucho trabajo que hacer en el campo”.

El terreno de la pareja abarca 70 hectáreas e incluye unos 1.500 olivos, que había que podar. También tenían que atender a los animales.

“Es un espacio al aire libre muy grande”, dice Andrew. “Aquí siempre hay distancia social”.

Los trabajos de construcción de su casa se desaceleraron considerablemente debido a las restricciones de covid, y la pareja se vio obligada a ajustar sus expectativas.

“Se suponía que la construcción iba a durar un año”, dice Proost. “Acabamos de terminar, lo que supone casi tres años. Así que fue un poco más larga de lo previsto inicialmente”.

Granja moderna

La nueva casa de la pareja, llamada Casa Baio, tiene piscina propia, cinco habitaciones y un granero convertido en casa de la piscina. Crédito: Duarte Bivar

La casa, a la que han bautizado como Casa Baio, tiene un sistema solar de calentamiento de agua y también está equipada con paneles solares de electricidad.

“Está muy bien aislada”, añade Andrew. “En las antiguas casas tradicionales, las ventanas son diminutas por el clima y ahora, gracias a la tecnología, podemos poner ventanas más grandes”.

Tuvieron que cumplir varias normativas y ponerse en contacto con las autoridades locales para asegurarse de que la casa cumplía los requisitos especificados, sobre todo en cuanto a altura y ubicación de los edificios.

“No podíamos construir más de dos pisos”, explica Proost.

Aunque describen la Casa Baio como una “granja moderna”, dicen que han intentado incorporar tantos materiales locales tradicionales como ha sido posible, incluidas baldosas de terracota hechas a mano y baldosas de mármol local.

Piscina exterios, Casa Baio. Crédito: Duarte Bivar

La casa principal tiene cinco habitaciones y una piscina exterior, mientras que la casa de la piscina tiene un estudio con cocineta.

La pareja no reveló la cantidad que se gastaron en la construcción.

Proost dice que lo que más le gusta de la casa, de unos 800 metros cuadrados, son las vistas.

“Compramos la propiedad por las vistas, la tranquilidad y el silencio”, dice, y añade que disfruta especialmente contemplando las puestas de sol desde sus enormes ventanales.

“Es una sola planta, así que no hay piso de arriba. Todo es bastante llano. Y es marrón. Se funde con el terreno. No se ve”.

La vista desde la casa Baio. Crédito: Duarte Bivar

La única parte de la casa original que pudo salvarse fue el portal.

Ahora, felizmente instalados en Portugal, la pareja dedica gran parte de su tiempo libre a cuidar de sus animales, incluidas gallinas y ovejas, y a trabajar en sus campos de olivos.

“Ninguno de los dos teníamos ni idea de agricultura”, añade Andrew. “Así que tuvimos la suerte de conocer a un oleicultor portugués, que ha sido una especie de mentor para enseñarnos cómo hacerlo”.

También producen su propio aceite ecológico, que ha ganado premios en varios concursos, entre ellos el London International Olive Oil Competitions.

Andrew y Proost dicen que intentan utilizar prácticas ecológicas regenerativas en la granja, que cuenta con certificación ecológica.

“Todo eso tuvimos que aprenderlo sobre la marcha”, dice Andrew. “No teníamos ni idea. Ha sido una gran aventura en ese sentido. Aprender algo completamente nuevo. No puede ser más diferente de Londres. Es todo lo contrario”.

Cambio de ritmo

Casa Baio se encuentra en el pueblo de Figueira e Barros, en la región portuguesa de Alentejo. Crédito: Duarte Bivar

Ahora que la casa está terminada y han conocido la zona, la pareja se siente como en casa en Figueira e Barros, y han sido recibidos con los brazos abiertos por los lugareños.

“Los portugueses son muy abiertos”, dice Andrew. “Dos hombres gay viviendo en una granja en el Portugal rural no suponen ningún problema”.

“Parece que realmente quieren que la gente venga aquí. Aprecian a la gente que invierte en el país y trata de cuidar estas viejas granjas que se están arruinando”.

Actualmente gestionan Casa Baio como un “bed and breakfast”, con cuatro de sus habitaciones en suite disponibles para reservar por una estancia mínima de dos noches.

Se han hecho amigos de muchos lugareños, Andrew es miembro del club de atletismo local y de otros extranjeros que se han mudado a Portugal.

“En cuanto compramos la casa, todos los vecinos nos invitaron a cenar”, dice Proost. “La gente es maravillosa”.

Sin embargo, admiten que les ha llevado algo de tiempo adaptarse al cambio de ritmo, explicando que las cosas parecen moverse mucho más despacio en la región del Alentejo.

“Aquí todo el mundo tiene tiempo”, dice Andrew. “Si estás en el supermercado haciendo fila, es normal que la cajera mantenga una conversación de 10 minutos con la persona que tienes delante, y a nadie le importa. Así son las cosas”.

La ciudad más cercana, Estremoz, está a unos 30 minutos en auto.

Portugal se ha convertido en los últimos años en un destino popular para los ciudadanos estadounidenses que buscan una nueva vida.

Según datos del Gobierno, el número de estadounidenses que viven en Portugal aumentó un 45% en 2021 con respecto al año anterior.

Andrew y Proost dicen que definitivamente han notado un aumento en la cantidad de personas de Estados Unidos que se reubican en Portugal, particularmente en Alentejo.

“Es una región que no está tan descubierta, pero ahora se está descubriendo [más]”, dice Andrew.

“Hay muchos estadounidenses que vienen a esta zona desde la costa oeste de California, porque tiene un clima muy parecido al de California”.

Continúa señalando que durante años hubo muy poco desarrollo en la región, por lo que “no hay zonas excesivamente desarrolladas”.

“Fue probablemente la región más pobre de Portugal durante mucho tiempo, y por eso no hubo desarrollo”, añade. “Son pueblos portugueses auténticos”.

Andrew explica que el sistema portugués de “visado de oro”, un programa de residencia por inversión de cinco años dirigido a ciudadanos de fuera de la Unión Europea, ha “atraído a mucha gente”.

“Muchos de ellos vinieron inicialmente a Oporto o Lisboa, las grandes ciudades”, explica. “Pero han suspendido el visado de oro en esos lugares, porque se les estaba yendo demasiado de las manos”.

“Así que ahora la gente viene más hacia el interior del país”.

El primer ministro de Portugal confirmó a principios de año que el Gobierno no concedería más visados de oro en un intento de “luchar contra la especulación de precios en el sector inmobiliario”.

Aparte del clima, cree que el índice de criminalidad relativamente bajo del país, el primer ministro Antonio Costa ha descrito Portugal como “uno de los países más seguros del mundo”, el costo “asequible” de la vida y la amabilidad de la gente, son sus mayores argumentos de venta.

“La gente realmente hace el lugar”, dice Andrew. “Es un lugar muy acogedor. Y creo que, como la población del país está disminuyendo, son muy favorables a la inmigración”.

Grandes cambios

La casa tiene un sistema solar para calentar el agua y también está equipada con paneles fotovoltaicos. Crédito: Duarte Bivar

“Portugal tiene muchas cosas buenas. Ellos [los portugueses] no lo presumen en absoluto. Son muy humildes”.

Aunque la pareja esperaba seguir viviendo en su nuevo hogar en un futuro próximo, hace poco recibieron una noticia que les ha obligado a replantearse las cosas por completo.

A Andrew lo diagnosticaron con ARVD/C, una rara enfermedad cardíaca que puede aumentar el riesgo de paro cardíaco súbito o muerte.

Debido a la naturaleza de su enfermedad, ha tenido que limitar el nivel de actividad física que realiza, lo que le impide realizar gran parte del trabajo manual necesario para mantener su granja en funcionamiento.

“Vamos a poner la casa en venta”, explica Andrew. “Porque es demasiado. Podría contratar a alguien para que hiciera el trabajo, pero no soy el tipo de persona que quiere sentarse a decirle a la gente lo que tiene que hacer. Quiero hacer el trabajo de verdad”.

“Es una de esas cosas. Nunca he tenido problemas de salud. Y de repente… Lo está cambiando todo”.

Grandes ventanales de Casa Baio. Crédito: Duarte Bivar

Aunque es innegable que están decepcionados ante la perspectiva de tener que vender y abandonar la vida que han cultivado en Portugal, ambos dicen que no se arrepienten en absoluto, y están deseando emprender su próxima aventura.

La pareja no deja de pedir consejo a otros viajeros deseosos de empezar una nueva vida en Portugal o en otro país, y dicen que siempre animan a la gente a dar el salto.

“A por ello”, dice Andrew. “La vida es corta, no sabemos qué va a pasar a la vuelta de la esquina. Pero también hay que tener los ojos bien abiertos. Y cuando vayas a un sitio nuevo, no esperes que las cosas sean como eran en Estados Unidos, o dondequiera que vengas”.

“Hay que estar abierto a las diferencias. Intenta encontrar formas de adaptarte y no esperar que las cosas se adapten a ti. Porque, ¿por qué deberían hacerlo?”.