(CNN) – Si conduces por el diminuto pueblo de Nahwa, en el Emirato Árabe Unido de Sharjah, probablemente no notes nada inusual.
La arquitectura y el paisaje locales son muy similares a los de las montañas de Hajar, una cadena rocosa que recorre toda la costa oriental de Emiratos Árabes Unidos y Omán.
Para descubrir el atributo tan especial de Nahwa, que solo comparte con otro lugar de la Tierra, tendrás que mirar de cerca un mapa. Amplía el zoom de tu teléfono y verás aparecer varios círculos concéntricos parecidos a rosquillas. Representan fronteras nacionales apiladas unas sobre otras.
Eso es porque Nahwa es uno de los dos únicos contraenclaves que existen en el mundo.
¿Qué es un contraenclave?
Probablemente estás familiarizado con el concepto de enclave. Se trata de una porción del territorio soberano de un país que está totalmente rodeada por tierras pertenecientes a otro país. Ejemplos famosos son la Ciudad del Vaticano y San Marino, ambos microestados dentro de Italia. Un contraenclave añade una capa más de complejidad: es un enclave dentro de otro enclave.
Nahwa forma parte de Sharjah, en los Emiratos Árabes Unidos, pero está dentro del enclave omaní de Madha, cuyas fronteras están totalmente delimitadas por tres de los emiratos de EAU: Fujairah, Sharjah y Ras al-Jaima. Es como las muñecas Matryoshka, pero con países.
Madha se encuentra a medio camino entre el territorio continental de Omán, a unos 50 kilómetros al sur, y el resto de la gobernación de Musandam, un enclave de Omán a orillas del estrecho de Ormuz, al que pertenece.
Para complicar aún más las cosas, además de ser un contraenclave internacional, Nahwa es también un enclave nacional dentro de los Emiratos. Esto se debe a que forma parte del distrito de Khor Fakkan de Sharjah, que está separado del territorio continental de su propio emirato por los territorios de Fujairah y Ras-al-Khaimah.
El otro contraenclave
Entonces, ¿desde cuándo la geografía de Nahwa es tan retorcida como el argumento de una película de Christopher Nolan? En el origen de esta compleja configuración territorial hay una decisión tomada por los habitantes de estas aldeas en algún momento de la primera mitad del siglo XX.
Cuando los gobernantes de esta región empezaron a consolidar fronteras para dar lugar a los modernos estados nacionales independientes, los habitantes de Madha juraron lealtad al sultán de Omán, mientras que los de Nawha optaron por los gobernantes Al Qawasim de Sharjah.
Las viejas lealtades también están en el origen del otro único contraenclave del mundo: Baarle-Nassau / Baarle-Hertog, en la frontera entre Bélgica y Países Bajos.
Cuando, en 1843, Bélgica y los Países Bajos acordaron la demarcación de su frontera común, el sector de Baarle resultó difícil de ratificar debido a los acuerdos preexistentes que se remontaban a la Edad Media, por lo que la frontera se repartió entre los dos países prácticamente propiedad por propiedad. El resultado es un intrincado trazado fronterizo que creó varios enclaves y contraenclaves, algunos de apenas unos metros cuadrados. Estamos hablando de lo que equivale a todo un archipiélago de enclaves.
La complejidad administrativa de Baarle y Nahwa, sin embargo, palidece en comparación con lo que fue, hasta hace muy poco, el caso más dramático de contraenclaves en cualquier parte del mundo.
Hasta 2015, año en que India y Bangladesh firmaron un tratado internacional para simplificar su frontera común, la zona de Koch Bihar contenía cientos de enclaves, docenas de contraenclaves y un caso verdaderamente único de contraenclave (también conocido como enclave de tercer orden), Dahala Khagrabari. En este punto fronterizo al estilo de una muñeca Matryoshka, una parcela de tierra india estaba situada dentro de un contraenclave bangladeshí, situado a su vez dentro de un enclave indio dentro de Bangladesh.
Después de que India y Bangladesh intercambiaran territorios, solo quedó un enclave bangladeshí, Dahagram-Angarpota, unido a su tierra firme por un estrecho corredor terrestre que India accedió a arrendar a Bangladesh.
La vida en Nahwa
No hay necesidad aparente de tal corredor en Nahwa, ya que no hay barreras físicas ni controles de pasaportes de ningún tipo al cruzar la frontera omaní en Madha y, después, la emiratí en Nahwa. Lo mismo ocurre si se continúa hacia el oeste, ya que se vuelven a cruzar las fronteras emiratí y omaní antes de volver a entrar en el territorio continental de EAU.
“Aquí todos somos como una familia”, me dijo un lugareño mientras llenaba el tanque en la gasolinera de Madha.
Quizá lo más parecido a una manifestación tangible del cambio de jurisdicciones sea la fila en las gasolineras, que bordean la línea fronteriza. El flujo constante de coches procedentes del lado emiratí para aprovechar los mejores precios del combustible hace de la gasolinera de Madha uno de los lugares más concurridos de la ciudad.
El trazado fronterizo es, sin duda, el rasgo más distintivo de este lugar y un poderoso atractivo para visitantes de todo el mundo, pero no hace falta ser un fanático de las fronteras para disfrutar de un viaje a Nahwa y sus alrededores.
El paisaje rocoso, casi lunar, de este estrecho valle montañoso supone un interesante contraste cuando se conduce desde la costa densamente poblada y plagada de complejos turísticos situada a pocos kilómetros.
Puede que el paisaje sea majestuoso, pero el estado de la carretera no lo es tanto. Aunque está en buen estado hasta llegar a Al-Nahwa, en cuanto se deja atrás este pueblo se convierte en una carretera de tierra que discurre por un terreno bastante accidentado y que, en algunos puntos, apenas es transitable por autos normales.
De hecho, lo accidentado de la carretera se debe en parte a los canales de desagüe de los uadis y arroyos de montaña que atraviesan la zona. Es precisamente la presencia de agua lo que ha hecho posible el florecimiento de los palmerales y la agricultura en el fondo del valle y también ha garantizado la continua habitabilidad de esta zona durante muchos siglos.
La antigua aldea de Nahwa, sin embargo, fue abandonada en la década de 1990. La mayoría de sus cerca de 300 habitantes viven ahora en Nueva Nahwa, una moderna aldea construida en un terreno más elevado, a unos cientos de metros de la carretera principal.
Una hilera de banderas emiratíes no deja lugar a dudas sobre la soberanía del Centro Arqueológico de Al Nahwa, una de las pocas estructuras que se encuentran al borde de la carretera cuando se viaja por los enclaves.
Esta instalación, inaugurada recientemente, pretende ofrecer una visión del patrimonio de Nahwa, así como servicios a los visitantes. Desde allí, varios senderos llevan a puntos de interés histórico en las colinas circundantes, como los restos de antiguas torres de vigilancia, así como algunas tallas rupestres antiguas.
Desde este punto hay apenas seis kilómetros y otro tramo de tierra omaní hasta volver a unirse a la red de carreteras de los EAU en la zona recreativa de Wadi Shees y, un poco más al oeste de ésta, la autopista que conduce a otro puerto multinacional, aunque de muy distinto tipo: el continuo urbano formado por Sharjah y Dubai.