(CNN) – “One Piece” está basada en una de las series de manga más populares de todos los tiempos, con un cuarto de siglo de historia a cuestas. Y si aún no te has familiarizado con ella, esta serie de acción real de Netflix sobre la extravagante aventura pirata parece un mal lugar para empezar, ofreciendo escasos incentivos para esforzarte en tratar de ponerte al día ahora.
En cambio, la primera temporada de ocho episodios cae presa de los escollos asociados al intento de trasladar una forma de arte muy diferente a la vida real, un reto que Netflix ya experimentó con la efímera “Cowboy Bebop”. Las dificultades se manifiestan en el tono alocado de “One Piece”, que en algunos momentos parece una serie infantil, un sueño surrealista filtrado por la mente del director David Lynch y una película de “Piratas del Caribe” producida bajo el efecto de drogas alucinógenas.
La trama básica involucra a un joven aspirante a pirata llamado Monkey D. Luffy (Iñaki Godoy, cuyo personaje siempre se refiere a sí mismo diciendo su nombre completo), quien está en una búsqueda para encontrar un tesoro legendario perdido hace mucho tiempo conocido como One Piece, una hazaña que le permitiría cumplir su objetivo de proclamarse rey de los piratas.
Perseguido por una autoridad despiadada conocida como los Marines, Luffy reúne una tripulación rencorosa y excéntrica que incluye al dotado espadachín Roronoa Zoro (Mackenyu), la ladrona Nami (Emily Rudd) y el tirachinas Usopp (Jacob Romero).
Ah, ¿y hemos mencionado que Monkey puede estirarse como Mr. Fantástico de los Cuatro Fantásticos tras comer una fruta mágica que le ha convertido en goma, sólo uno de los extraordinarios poderes que exhiben amigos y enemigos —como el malhumorado pirata payaso cuyas partes del cuerpo funcionan de forma independiente—?
Por extraño que suene todo esto, el principal impedimento para creer en “One Piece” radica en sus salvajes fluctuaciones, que pueden pasar de la violencia más salvaje de lo esperado al capricho en un abrir y cerrar de ojos —emblemático de todas las influencias que Eiichiro Oda ha entretejido en el material original, pero aparentemente más allá de la capacidad de los creadores de la serie (Matt Owens y Steven Maeda) para luchar por algo que enganche de forma consistente a los no iniciados—.
Considerado por el Daily Beast como “el programa de Netflix más publicitado del año”, “One Piece” claramente ha sido ensamblada con tierno y cariñoso cuidado y una cantidad no pequeña de dinero de Netflix, evocando ocasionalmente monstruos gigantes, elaboradas secuencias de acción y peleas con espadas, así como un maquillaje extraño que parece tomas descartadas rechazadas de “El Señor de los Anillos”. Además, la plataforma ha agregado más de 380 episodios de la serie animada al servicio, por lo que esto es solo la punta del iceberg.
Sin embargo, conocer la serie es tan difícil como encontrar el tesoro, y aunque es probable que las legiones de fans existentes se alisten con entusiasmo en esta aventura oceánica, y quién sabe, puede que encuentren mucha compañía, los que sólo quieran ver de qué va todo esto probablemente se queden con las ganas.
“One Piece” se estrenó el 31 de agosto en Netflix.