La colección de tilacinos, o tigres de Tasmania, de la Universidad de Cambridge fue enviada al museo por Morton Allport en 1869 y 1871. La colección representa la más grande de esta especie del Reino Unido que proviene de un solo proveedor.

Advertencia: Este artículo contiene descripciones perturbadoras sobre las prácticas de los pobladores coloniales de Tasmania y sobre la violencia contra los aborígenes de Tasmania.

(CNN) – Los colonos de la época victoriana fueron a menudo cómplices de las atrocidades cometidas contra las poblaciones nativas, y una nueva investigación está revelando cómo esas historias se entrelazan con el linaje de los ejemplares de museo que aún hoy se exhiben.

En un artículo de Jack Ashby, subdirector del Museo de Zoología de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), se ofrecen nuevos detalles sobre las brutalidades de un prolífico coleccionista de restos humanos y animales. El estudio, publicado este martes en la revista Archives of Natural History, arroja luz sobre injusticias pasadas y plantea interrogantes sobre la legitimidad de algunos honores académicos concedidos a científicos de la época.

Una revisión de cartas y otros documentos sobre el colono británico Morton Allport, quien vivió en la isla australiana de Tasmania en el siglo XIX, demostró que pedía explícitamente elogios científicos a cambio de proporcionar pieles o huesos de tigres de Tasmania y de aborígenes tasmanos —que obtenía por medios horribles— a museos europeos.

“En total, Allport envió cinco esqueletos de aborígenes de Tasmania a Europa, identificándose con orgullo como el comerciante más prolífico de restos corporales de Tasmania”, según el estudio.

La mayor parte de los restos humanos ya fue repatriada o destruida durante la guerra, según el estudio, aunque un esqueleto permanece en un museo belga. Pero hasta 12 esqueletos y pieles de marsupiales carnívoros llamados tigres de Tasmania, o tilacinos, obtenidos por Allport siguen en el Museo de Zoología de la Universidad de Cambridge, donde trabaja Ashby, sirviendo de oscuro recordatorio de cómo la ciencia moderna se cruza con el genocidio y la brutalidad en las colonias.

En declaraciones a CNN, Ashby cambió para siempre su forma de ver los ejemplares de la colección de su museo.

“Pensar en lo que les ocurrió a los habitantes de Tasmania, en lo que les ocurrió a los tilacinos y a otras especies de Tasmania… está entrelazado con el costo humano y medioambiental de los proyectos coloniales”, afirma Ashby.

Retrato de Mortan Allport de 1854.

Un trasfondo de brutalidad

Allport, nacido en 1830, se trasladó de Gran Bretaña a Tasmania con su familia siendo un bebé, cuando la violencia y el desplazamiento de los pueblos indígenas de la colonia alcanzaban su punto álgido.

El Gobierno colonial permitía a los colonos asesinar, sin castigo, a los aborígenes de Tasmania y, en 1830, incluso estableció una recompensa por la captura de indígenas y tigres de Tasmania o tilacinos. El resultado fue el asesinato o desplazamiento de la mayor parte de la población indígena, que pasó de unos 6.000 aborígenes en 1804 a menos de 300 cuando Allport llegó a la isla, de acuerdo con el estudio.

El trabajo se basó en documentos históricos para demostrar que los colonos, empleando ideas racistas sobre la evolución y la “selección natural”, creían que tanto los humanos nativos como las especies animales eran inferiores y estaban destinados a la extinción.

A medida que disminuía la población local de nativos, la escasez impulsó la demanda de pruebas de su existencia en forma de restos óseos, un mercado que Allport estaba ansioso por abastecer, según el estudio.

Ello incentivó a Allport a comprar y revender o donar los restos de los tilacinos, que hoy se creen extintos, en gran parte debido a las acciones coloniales.

Y le incitó a cometer actos brutales de profanación de tumbas y mutilación de cadáveres.

William Lanne

El documento detalla la espeluznante historia de los restos de un indígena, William Lanne, considerado el último aborigen de Tasmania con vida antes de su muerte en 1869.

El cuerpo de Lanne fue trasladado a un hospital local con planes de ser enterrado. Pero un hombre bajo la dirección de Allport y otro coleccionista colono, William Crowther, irrumpieron en el hospital en distintas ocasiones antes del entierro y robaron diversas partes del cadáver de Lanne, según el estudio.

Allport incluso ordenó la exhumación de la tumba de Lanne tras el entierro para recuperar lo que quedaba de su esqueleto, afirma el estudio.

Estas acciones provocaron el rechazo de la opinión pública, lo que hizo que Crowther perdiera su respetado puesto en el hospital local.

Sin embargo, ambos ocuparon puestos de alto rango en la colonia, y el papel de Allport en la profanación de los restos de Lanne apenas se ha dado a conocer, según el estudio.

Crowther fue elegido primer ministro de Tasmania y más tarde se erigió una estatua en su honor en la capital del estado. (En 2022, tras una amplia campaña de grupos aborígenes, el ayuntamiento local votó a favor de retirarla).

Y, de 1870 a 1878, Allport disfrutó de un puesto como vicepresidente de la Royal Society de Tasmania, una organización dedicada a la ciencia y la cultura que seguía el modelo de la Royal Society de Londres. Fue mientras ocupaba ese cargo cuando la Royal Society de Tasmania exhumó los restos ocultos de la última aborigen de Tasmania conocida, Truganini, fallecida en 1876, según el estudio.

Truganini había pedido explícitamente ser incinerada para evitar que sus restos se convirtieran en una exposición de museo. La Royal Society desafió esos deseos y expuso su esqueleto hasta 1947, escribe Ashby.

Algunos aborígenes de Tasmania sobrevivieron a la persecución colonial, añade Ashby, aunque a un precio brutal.

“Muchas mujeres aborígenes habían sido secuestradas por balleneros, cazadores de focas y otros colonos y llevadas a las islas del Estrecho de Bass y a la isla Canguro”, donde a menudo eran torturadas, esclavizadas y violadas, según el estudio. Según Ashby, sus descendientes forman la actual comunidad aborigen de Tasmania.

Aunque Allport no estuvo directamente implicado en el asesinato de ningún aborigen de Tasmania, los escritos del coleccionista dejan claro que reconocía e incluso “saboreaba” los efectos de la colonización.

La extinción de los tigres de Tasmania

El estudio también relata cómo Allport buscaba los cadáveres de los tigres de Tasmania, que ya eran muy perseguidos debido a la creencia de que estos animales eran una amenaza para el ganado colonial. (Según el estudio, los perros adiestrados por los colonos para cazar canguros eran los culpables más probables de las matanzas de ganado). De acuerdo con los registros históricos, los tilacinos mataron muy pocas ovejas, mientras que los perros mataron cientos).

Para obtener los especímenes, Allport se apoyaba en una red de “amigos”, que probablemente recuperaba los restos de tramperos y granjeros, según el estudio.

Después, Allport se atribuía el mérito de haber recogido los tilacinos y los enviaba a museos europeos como el Musée Royal d’Histoire Naturelle de Bruselas (Bélgica), el British Museum de Londres y el Museo Universitario de Zoología de Cambridge.

Según sus cartas, Allport pidió explícitamente “quid pro quo” (algo a cambio de algo) por entregar los restos. Y fue colmado de títulos, recibiendo “elogios de instituciones científicas internacionales de élite”, afirma el estudio. Dos especies de peces también fueron bautizadas en honor de Allport.

No está claro por qué Allport buscaba el reconocimiento por encima del beneficio económico. Podría ser que los otros negocios de Allport —entre los que se incluía la minería— tuvieran suficiente éxito como para que Allport no estuviera motivado económicamente, sino que buscara reforzar su propio estatus y el de la colonia de Tasmania, afirma Ashby.

Pero el reconocimiento llegó a pesar de que Allport hizo muy poco por el avance de los conocimientos científicos, dijo Ashby. Y plantea la cuestión de cuántos otros aclamados “científicos” de la época participaron en prácticas similares.

Aquí se muestran las cinco pieles de tilacino que Morton Allport envió al Museo de Zoología de la Universidad de Cambridge en 1869 y 1871.

Enfrentarse a un legado violento

Ashby afirma que los ejemplares de tilacinos del museo de Cambridge son valiosos para la ciencia moderna, ya que ofrecen información sobre parásitos y genética de poblaciones. Pero Ashby cree que existe el deber de compartir también la violenta historia de los ejemplares.

Ashby añadió que ha sido aproximadamente en los últimos cinco años cuando los museos de historia natural han “despertado a la idea de que nuestras colecciones tienen legados coloniales, lo que parece una locura”.

“No estamos siendo honestos como instituciones al no contar estas historias”, dijo Ashby. “Se pretende que seamos instituciones científicas y apolíticas, pero en la forma en que los museos presentan la naturaleza intervienen una enorme cantidad de decisiones”.

La profesora Rebecca Kilner, directora del Departamento de Zoología de la universidad, dijo en un comunicado que la organización ha apreciado desde hace tiempo que “la historia natural puede ayudarnos a entender mejor el mundo natural y cómo conservarlo”.

“Ahora (nos damos cuenta) de que la historia social que hay detrás de nuestras colecciones es igual de importante”, dijo Kilner.