Nota del editor: Holly Thomas es una escritora y editora con sede en Londres. Es editora matutina en Katie Couric Media. Tuitea en @HolstaT.
(CNN) – Taylor Swift es la “Persona del Año” 2023 de Time y, al parecer, soy la única mujer de la generación millennial en la Tierra que no se siente identificada.
Vale, eso es una exageración. Pero desde el anuncio, parece como si a un rincón específico de Spotify Wrapped le hubiera picado una araña radiactiva y hubiera adquirido poderes sobrehumanos.
Me alegro por ella, supongo. No tengo nada en contra de que una persona aparentemente agradable la pase bien, y no se puede negar que ha tenido un año estelar. Como detalla Time, Swift ha conseguido más álbumes número 1 que ninguna otra mujer en la historia, los líderes mundiales le ruegan que vaya de gira por sus países y, al parecer, se ha vuelto multimillonaria. “Swift es la rara persona que es a la vez la escritora y la heroína de su propia historia”, dice Time. Eso está muy bien. Pero esa historia no me parece especialmente convincente.
Vaya, me siento tan mezquina. Soy muy consciente de que esto molestará a la gente, y nunca querría robarle la alegría a nadie. Todos hemos tenido conversaciones con gente que simplemente no “entiende” la música o la televisión que nos gusta. Normalmente, mi respuesta a esas quejas es: “No pasa nada, no está hecho para ti”. Pero parte de lo que me inquieta es la sensación de que Swift, y las historias que cuenta a través de su música, están básicamente dirigidas a mí. Si me pusieras al lado de todos los que conozco y que están extasiados con su éxito, no me distinguirías. Pero no trago. No es porque piense que haya algo malo en ella. En todo caso, mi elección para “Persona del Año” de Time sería más problemática.
Históricamente, el destinatario del título ha sido a menudo un provocador. La idea no es necesariamente que gane la “mejor” persona, aunque ciertamente ha sido así en ocasiones, sino que se reconozca a la persona que ha tenido la mayor influencia, para “bien o para mal”, durante los 12 meses anteriores. Entre los ganadores anteriores figuran Adolf Hitler, Joseph Stalin, Greta Thunberg, Martin Luther King Jr. y Elon Musk. La lista de finalistas este año incluía a los huelguistas de Hollywood, el presidente de China, Xi Jinping, Barbie, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, los fiscales del caso Trump, el rey Carlos III y el CEO de OpenAI, Sam Altman. Time acabó nombrando a Altman CEO del año. Creo que debería haberse llevado el título máximo.
Por si aún no te suena, Altman es el CEO de 38 años de OpenAI, la startup tecnológica responsable de la creación de ChatGPT. ChatGPT es un revolucionario chatbot de inteligencia artificial generativa que se lanzó en noviembre de 2022. Desde entonces ha asombrado a los observadores aprobando exámenes en facultades de Derecho y Empresariales, escribiendo solicitudes de empleo y código informático eficaces y componiendo parte de un discurso político para el presidente de Israel.
Las implicaciones de esta tecnología son a la vez milagrosas y aterradoras, sobre todo teniendo en cuenta la posibilidad de que las campañas de desinformación influyan en las elecciones presidenciales de 2024. Además de OpenAI, muchas empresas compiten por hacerse con una parte del lucrativo mercado de la inteligencia artificial y por desarrollar sistemas cada vez más sofisticados. Aunque el gobierno de Biden acaba de presentar una ley para regular este sector en plena expansión, el ritmo de desarrollo es tan rápido que a los gobiernos les resulta difícil seguirle el ritmo.
El misterio y la velocidad de la carrera de la IA quedaron patentes en noviembre, cuando, menos de un año después del lanzamiento de ChatGPT, Altman fue despedido repentinamente por la junta directiva de su empresa. Pocos días después, Microsoft, el mayor accionista de OpenAI, anunció que contrataba a Altman para dirigir un nuevo equipo de IA. Esto provocó una revuelta masiva entre el personal de OpenAI, casi todos los cuales amenazaron con dimitir a menos que se volviera a contratar a Altman. A los pocos días lo hicieron, y la junta que lo había despedido fue sustituida.
Las circunstancias del despido y la recontratación de Altman fueron muy turbias. En el comunicado en el que anunciaba su despido, la junta original acusaba a Altman de “falta de franqueza en sus comunicaciones”, pero no explicaba qué significaba eso. Y lo que es aún más preocupante, el regreso de Altman y la reestructuración de OpenAI se han caracterizado como una victoria de los “aceleracionistas” de la IA, es decir, los que creen que la tecnología debe desarrollarse lo más rápido posible, sin limitaciones por motivos de seguridad. El episodio demostró que Altman no solamente era capaz de encabezar el invento potencialmente más importante del siglo XXI hasta la fecha. Fue capaz de trastocar el ecosistema que lo creó en cuestión de días.
Esto, creo, es lo que le falta a Swift como “Persona del Año” de Time. Su predominio en el sector del entretenimiento es innegable, pero su historia es esencialmente la de convertirse en mega-éxito dentro de un marco existente. Como ella misma declaró a Time, vivimos en una sociedad patriarcal alimentada por el dinero, así que “que las ideas femeninas sean lucrativas significa que se hará más arte femenino”. No está ni un millón de kilómetros lejos de “si no puedes con ellas, úneteles”.
La impresión de que nadie prevé ninguna polémica por parte de Swift a corto plazo se vio reforzada en noviembre cuando Gannett, la mayor cadena de periódicos de Estados Unidos, contrató a la primera corresponsal de Swift. El periodista en cuestión, Bryan West, de 35 años, es un admirador declarado. Aunque a algunos les pueda parecer extraño contratar a alguien con un sesgo tan obvio, West ha argumentado que no es diferente de “ser un periodista deportivo aficionado al equipo local”. Se esté o no de acuerdo con esa comparación, es innegable que a él le interesa profesionalmente que Swift siga siendo popular y relevante, y no parece probable que el apetito por historias sobre ella vaya a disminuir pronto.
Por eso Altman, y no Swift, debería haber sido la “Persona del Año” de Time. Su impacto en el mundo podría ser exponencialmente más importante, pero no hay suficiente gente que lo conozca o que sepa las implicaciones de su tecnología. Cada movimiento de Swift, por fortuito que sea, es objeto de febriles intrigas y especulaciones. En San Francisco, Altman está haciendo movimientos que podrían cambiar el destino del mundo. Y hasta hace un mes, la mayoría de nosotros ni siquiera sabíamos que existía.