El jarrón, vendido en Goodwill en Richmond, Virginia, por 3,99 dólares, resultó ser una pieza rara y muy codiciada realizada por el arquitecto y artesano italiano Carlo Scarpa en 1942.

(CNN) – Jessica Vincent, de Richmond, Virginia, recuerda con cariño las frecuentes visitas que hacía de niña con su madre a tiendas de segunda mano, ventas de garaje y mercadillos. Es un hábito que mantuvo en la edad adulta y que este miércoles les dejó una ganancia inesperada de seis cifras a ella y a la casa de subastas de arte y diseño Wright. Un jarrón de cristal que compró por US$ 3,99 se vendió en más de US$ 107.000.

Vincent declaró a CNN que ella y su pareja compraban con regularidad en la tienda de beneficencia en cuestión, “probablemente dos o tres veces por semana”, y añadió que comprar era “simplemente algo divertido que hacer, o algo diferente para hacer de camino a casa para descomprimir”.

El día de su lucrativa compra, en junio pasado, Vincent se fijó inmediatamente en el jarrón. “La gente me dice que tengo buen ojo”, afirma en una entrevista telefónica. “Puedes ponerme en un pasillo con un montón de cosas de segunda mano y soy capaz de elegir el único artículo que tiene un poco de valor. Creo que me he entrenado: he visto mucho ‘Antiques Roadshow’”.

El diseño en forma de botella presenta un patrón arremolinado, soplado con elegancia en un vidrio rojo translúcido y verde marino opaco.

“En cuanto la cogí, supe que era una pieza bonita”, continúa Vincent. “No tenía ni idea de que fuera tan bonita, pero sabía que era de buena calidad. No podía creer que nadie lo hubiera cogido antes que yo”.

"Hay muchas piezas falsas de la obra de Carlo Scarpa en el mundo, pero ver y sentir un ejemplo genuino es una revelación y un placer más allá de toda descripción", dijo Jim Oliveira, experto en vidrio de Wright, en un ensayo sobre el jarrón.

Vincent reconoció las marcas en la base del jarrón, que indicaban que estaba fabricado en Italia con cristal de Murano de alta calidad. Pero una palabra seguía siendo un misterio para ella, así que, una vez en casa, compartió fotos de la pieza y sus insignias en un grupo de Facebook sobre cristalería. Sus compañeros (y los de otro grupo dedicado al cristal de Murano) no tardaron en identificar la palabra que faltaba: “Venini”, como la famosa empresa italiana de cristalería.

“Me decían: ‘Sí, esto es muy bueno’”, recuerda Vincent. “Algunas personas fueron lanzando diferentes fabricantes y diseñadores, hasta que una persona dijo: ‘Oh, eso es Carlo Scarpa… muy de primera categoría, el sueño de todo coleccionista’”.

Resultó que el jarrón pertenece a la serie “Pennellate” que Scarpa —arquitecto que también se dedicaba a la cristalería y el mobiliario— diseñó para Venini en 1942, durante su etapa como director creativo de la empresa. El término “Pennellate” se traduce como “pinceladas”, en referencia al aspecto pictórico de las piezas. El jarrón demuestra el “concepto de Scarpa de un jarrón como lienzo”, escribió la casa de subastas Wright en su anuncio de la pieza, añadiendo que el número de producción de la serie fue “muy bajo, probablemente porque las piezas eran muy difíciles de hacer”.

"La luz era perfecta y vi tres marcas diferentes", dijo Jessica Vincent a CNN sobre la identificación del jarrón. "El primero no lo conocía, pero luego vi 'Murano' e 'Italia'. Y dije: 'Está bien, esto es mío'".

“Cuando escuché por primera vez la historia de Jessica y vi la imagen del jarrón, supe que se trataba de una pieza auténtica”, dijo a CNN Richard Wright, fundador de Wright, en un correo electrónico tras la venta. “El trabajo de Scarpa en vidrio fue uno de los más innovadores de la isla de Murano. La serie ‘Pennellate’ no fue muy producida ni comprada en su época, por lo que es bastante raro encontrar una obra como esta”.

Expertos de la casa de subastas no tardaron en visitar a Vincent para confirmar la autenticidad de la pieza. El jarrón se incluyó entonces en la subasta de Wright “Vidrio italiano importante”, con una valoración de entre US$ 30.000 y 50.000. El precio final de venta duplicó con creces la estimación máxima. (No se ha revelado públicamente la identidad del comprador, pero se lo describe como un “estimado coleccionista”).

Vincent y su pareja siguieron la subasta por Internet. “Estábamos temblando, nos alegrábamos”, dice de su experiencia. “No puedo expresar con palabras la emoción”.

“Me encanta poder decir que tengo un Pennellate”, añade. “Pero realmente sentí que lo correcto, para mí, era enviarlo al mundo del arte, donde se puede apreciar plenamente”.

“Necesitaba el dinero más que el jarrón”, añadió, calificando la ganancia inesperada como una “bendición”.

Vincent ya ha vuelto al circuito de las tiendas de segunda mano y afirma que “siempre está buscando”, ya sea el próximo objeto de subasta o la pieza perfecta para su casa. “Incluso fui a comprar ayer después de la subasta”, añadió. “Es algo que siempre haré: es la emoción de la caza”.