Hong Kong (CNN) – Algunos casos de abandono y violencia contra los animales son tan horribles que la rescatista de perros Catherine Lumsden no tiene palabras para expresar la rabia que le producen.
Una noche de agosto, la fundadora de Catherine’s Puppies, un refugio de Sai Kung, un distrito del noreste de Hong Kong, recibió una llamada en la que la alertaron sobre Chloe, una mezcla de chihuahua de 18 meses y madre primeriza de tres cachorros.
Chloe fue encontrada por los voluntarios unos días antes, preñada y sin pulpejos ni garras en sus cuatro patitas.
“El veterinario dijo que no había nacido así y que era imposible que hubiera ocurrido por accidente”, explica Lumsden. “En algún momento se las cortó una persona, no un veterinario. No tengo ninguna forma de encontrar al monstruo que hizo esto”.
Chloe no podía apoyar peso en la pata delantera izquierda, la presión era excesiva para sus frágiles huesos. El veterinario sugirió que podía estar infectada y que posiblemente habría que operarla para aliviar el dolor, pero eso significaría que podría perder otra parte de su pata. El veterinario dijo que había que hacerle radiografías para conocer mejor su situación y que en el futuro podría necesitar una prótesis.
Los gastos empezaron a acumularse y Lumsden, que dirige el refugio a base de donaciones y dice que apenas llega a fin de mes, recurrió a la página de Facebook del refugio para hacer un llamado a sus 22.000 seguidores.
La carita de Chloe y sus orejas de duendecillo derritieron los corazones de los amantes de los animales de toda la ciudad, y las donaciones para su tratamiento se multiplicaron.
A casi 50 kilómetros de distancia, en Discovery Bay, una urbanización acomodada de la isla Lantau de Hong Kong, Preeti Sharma no lo pensó dos veces.
“Podemos acoger a Chloe”, escribió.
Creando confianza poco a poco
Sharma, madre de dos hijos, acogió a Chloe y a dos de sus cachorros (el tercero ya había sido adoptado), sumándose así a la creciente prole de perros rescatados de la familia.
“No había duda de que teníamos que rescatar a Chloe y a sus cachorros”, dijo Sharma. Y en los primeros cinco minutos del trayecto en taxi hasta su casa supo que no dejaría marchar a Chloe.
“Cuando llegó a casa, estaba aterrorizada y tenía miedo de todos los seres humanos. No dejaba que nadie, y menos mi hijo, se le acercara”, explica Sharma, y añade que por eso su familia cree que un hombre le cortó las patas.
Chloe se escondía en el jardín durante horas y solo salía cuando veía a sus cachorros.
“Si alguien intentaba acercarse a Chloe, se rendía, cerraba los ojos y lloraba”, explica Sharma. “Por eso creemos que su ‘humano’ también solía pegarle”.
Pero poco a poco, y con la ayuda del otro perro rescatado por Sharma —Ivy, una antigua perra de criadero, totalmente sorda, parcialmente ciega, enferma de cáncer y epiléptica—, la peculiar personalidad de Chloe empezó a aflorar.
Unos dos meses después, la familia lo hizo oficial. Chloe fue adoptada y se convirtió en el séptimo perro rescatado de los Sharma.
“Tardó tres meses en confiar y vivir sin miedo, y aprender que en su casa nadie le pega, y todo el mundo la quiere”, dice.
Las nuevas botas de Chloe
Ahora, Chloe tiene más movilidad de la que los médicos pensaban que tendría jamás.
Pero para darle las máximas posibilidades de una vida cómoda, han encargado un par de botas especiales para sus dos patas delanteras, que llegarán desde Suecia alrededor del día de Navidad.
“Sus patas traseras están bien y se mantiene en pie como un canguro”, explica Sharma. “Pero usa los huesos para andar, y se ve que no está cómoda, porque cambia constantemente entre las dos patas delanteras para mantener el equilibrio.
“Esperamos que esto la ayude, pero es posible que siga necesitando una prótesis”, afirma Sharma, que tiene previsto correr 200 kilómetros en enero para recaudar fondos.
Lumsden, que cuida de unos 90 perros en su refugio, dice que pensar en los fondos es “más que estresante cada mes”.
En octubre, hizo un llamado público para ayudar a saldar la deuda de más de 123.000 HK$ (US$ 15.000) a la clínica veterinaria local por sus perros. Las facturas médicas, unidas al mantenimiento del refugio y a la compra de camas y mantas para los perros, entre otras cosas, hacen que la situación sea cada vez más difícil.
“Va más allá de lo que puedas imaginar”, afirma. Pero ver a Chloe —y a todos los demás perros que ha salvado— prosperar en sus nuevos hogares hace que merezca la pena, añade.
En casa de los Sharma, Chloe pasa el día jugando en el jardín con otros perros rescatados, recibiendo muchos mimos y caricias.
“Chloe es un alma especial que ocupa un lugar especial en nuestro corazón”, afirma Sharma. “Se ha convertido en el amor de nuestras vidas”.