(CNN) –  Desde su aparición hace más de 40 años, la inyección letal se ha convertido, por mucho, en el método más habitual de aplicar la pena de muerte en Estados Unidos, y representa la inmensa mayoría de las ejecuciones desde que se reinstauró la pena en 1976.

El gobierno de EE.UU. y 27 estados reservan la pena de muerte a quienes consideran lo peor de lo peor. Los reclusos, condenados por delitos especialmente atroces, suelen ser ejecutados una vez agotados sus recursos, un proceso que suele durar años y que llega periódicamente a la Corte Suprema de Estados Unidos, que ha considerado que la inyección letal es constitucional y no viola la protección de la Octava Enmienda contra las penas crueles e inusuales.

Aun así, la ética en el lugar de trabajo dicta que los profesionales médicos “no deben participar en esta farsa”, escribió la Asociación Médica Estadounidense en un escrito de 2018 a la Corte Suprema de Estados Unidos en el caso de la inyección letal planificada del condenado a muerte de Missouri Russell Bucklew. “La sociedad quiere engañarse a sí misma con la creencia de que la pena de muerte ya no representa una elección moral ponderada, sino que ahora es de alguna manera científica, casi antiséptica”, escribió el grupo. “Este engaño, sin embargo, abarata la vida y facilita su extinción”.

En un protocolo común de inyección letal, se administra un trío de sustancias químicas en tres pasos: en primer lugar, un anestésico deja inconsciente al recluso; a continuación, un segundo fármaco lo paraliza y, por último, un tercero detiene su corazón.

Desde que en 2009 se perdió el acceso al anestésico tiopental sódico, las empresas farmacéuticas europeas lo prohibieron en las ejecuciones y el único productor estadounidense dejó de fabricarlo, algunos estados han utilizado el pentobarbital en un protocolo de un solo fármaco para ejecutar a los condenados a muerte, mientras que otros han adoptado el midazolam como anestésico del método de tres fármacos.

Sin embargo, el midazolam se ha convertido en objeto de demandas por parte de reclusos que alegan que no es eficaz para inducir la inconsciencia, exponiéndoles potencialmente al dolor causado por los otros dos fármacos. De hecho, éstos pueden tener un efecto muy doloroso, incluso en entornos clínicos, y se utilizan en dosis mucho mayores para una ejecución, según explicaron los expertos a CNN.

Hasta ahora, los tribunales han dictaminado que el midazolam protege suficientemente a los reclusos del dolor y no viola la Constitución. Y el juez Neil Gorsuch de la Corte Suprema de Estados Unidos dictaminó el año pasado al negar una apelación de pena de muerte que la Octava Enmienda “no garantiza a un prisionero una muerte sin dolor”.

Quizá en ningún lugar se ha litigado tanto sobre el uso del midazolam como en Oklahoma, la primera jurisdicción del mundo en adoptar la inyección letal, en 1977, como método de ejecución preferente y el estado que más ejecuciones per cápita ha llevado a cabo.

Esto es lo que ocurre en Oklahoma durante una típica inyección letal de tres fármacos a cualquier persona que pese menos de 226 kilogramos (500 libras), según documentos estatales, confirmados por un portavoz del correccional que declinó hacer más comentarios, y expertos médicos que hablaron con CNN.

El recluso es asegurado y vigilado en la sala de ejecución

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El recluso recibe un registro al desnudo y, a continuación, el equipo de inmovilización lo sujeta a la mesa de ejecución con correas superiores e inferiores. A continuación, el equipo traslada al recluso a la sala de ejecución y le coloca los cables de un electrocardiógrafo en el pecho. Los jefes de personal, en una sala separada, observan al recluso con la ayuda de una cámara de alta resolución y un monitor, junto con un micrófono. El equipo de contención abandona la sala.

Fase 1: sedación

Se inyecta el primer fármaco, destinado a dejar inconsciente al recluso.

Fase 1

Un equipo intravenoso (IV) entra en la cámara de ejecución. Los miembros del equipo IV localizan dos venas y colocan dos catéteres (uno primario y otro de reserva) en el cuerpo del recluso.

Los catéteres se conectan a través de un orificio en la pared de la sala de observación a un dispositivo de administración de medicación conocido como colector. Nueve jeringas, cada una de ellas llena de uno de los tres fármacos utilizados para ejecutar al recluso o de solución salina, se conectan al colector para su administración.

Las dos primeras tienen etiquetas verdes y contienen midazolam, destinado a dejar inconsciente al recluso; la tercera, con etiqueta negra, contiene una solución salina para eliminar el midazolam de la vía intravenosa.

Un funcionario de prisiones lee en voz alta el nombre del primer fármaco. Se introduce el contenido de la primera jeringa, luego la segunda y por último la tercera.

Las jeringas son grandes, de 60 mililitros, y cada una puede tardar entre uno y dos minutos en inyectarse, según los documentos del caso Glossip contra Chandler, una demanda federal de 2022 contra el protocolo de ejecución de Oklahoma.

A los presos de Oklahoma se les administran 500 mg de las dos jeringas, más 60 ml de solución salina.

Lo que dicen los Institutos Nacionales de Salud y otros:

Cuando se utiliza como anestesia antes de una intervención quirúrgica, los Institutos Nacionales de la Salud (NIH, por sus siglas en inglés) recomiendan no administrar más de 5 mg de midazolam a un adulto sano menor de 60 años para reducir la ansiedad y permitirle conciliar el sueño. La vacuna contra el covid-19 suele administrarse en una jeringa de 1 ml, 3 ml o 5 ml, según la American Society of Health-System Pharmacists.

Los funcionarios realizan una prueba de consciencia

Pasan cinco minutos. Un miembro del equipo intravenoso realiza una comprobación de la consciencia del recluso, que podría incluir un roce del esternón y una comprobación de las pupilas, según los registros judiciales del caso Glossip contra Chandler, mientras los funcionarios de la sala de observación vigilan.

El jefe del equipo intravenoso informa al director del Departamento Penitenciario que el recluso parece estar inconsciente y, si no hay ningún problema que obligue a detener la ejecución o a revisar los pasos anteriores, se pasa a la siguiente fase.

Lo que dicen los expertos:

Dada la magnitud de la dosis de anestésico, es probable que se desencadene un edema pulmonar, en el que el líquido empieza a llenar los pulmones, según un estudio del Dr. Joel Zivot, anestesista y profesor de la Universidad Emory de Atlanta que en el pasado ha fungido como experto médico para la defensa de presos que se enfrentaban a una ejecución. El estudio de Zivot examinó los informes de autopsia de 43 reclusos que murieron bajo esta pena en ocho estados. De los 28 ejecutados con midazolam, 23, es decir, el 82%, mostraban signos de edema pulmonar, según el estudio.

Si el recluso no está totalmente inconsciente, el líquido que entra en sus pulmones le haría sentir que se ahoga, explicó Zivot a CNN.

Sin embargo, una dosis de 500 mg de midazolam es adecuada para dejar inconsciente a un recluso, afirmó el Dr. Ervin Yen, anestesista jubilado que ha declarado como testigo experto para el estado de Oklahoma y ha presenciado varias ejecuciones. Aunque algunas autopsias de reclusos muertos por inyección letal han indicado edema pulmonar, la afección habría comenzado después de que perdieran el conocimiento y “no les causa molestias”, afirmó.

Fase 2: inmovilización

Se inyecta el segundo fármaco, destinado a paralizar al recluso.

El segundo fármaco es un paralizante.

El personal de la prisión administra dos jeringas del segundo fármaco, el paralizante, seguidas de solución salina en una tercera.

Este producto químico, como el bromuro de vecuronio, tiene por objeto paralizar al recluso durante el resto de la ejecución.

Las dos jeringas con el paralizante están etiquetadas en amarillo, la que contiene solución salina está etiquetada en negro.

En el transcurso de la ejecución, se administran al recluso 100 mg de un fármaco paralizante como el bromuro de vecuronio, además de una tercera jeringa llena de solución salina.

Lo que dicen los NIH:

El bromuro de vecuronio es un esteroide que se utiliza durante la anestesia general para ayudar a introducir y mantener un tubo en la garganta del paciente para que pueda respirar y para ayudarle a relajarse. Una dosis inicial de 0,08 a 0,1 mg/kg es suficiente para paralizar el cuerpo humano durante unos 25 a 30 minutos, según los NIH. A ese ritmo, una dosis de 5,4 a 6,8 mg bastaría para dejar a una persona de 68 kilogramos incapaz de moverse.

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Lo que dicen los expertos:

El bromuro de Vecuronio “paraliza todos los músculos del cuerpo, por lo que no hay forma de que alguien pueda comunicar angustia”, dijo el Dr. Jonathan Groner, profesor de Cirugía de la Universidad Estatal de Ohio y cirujano pediátrico del Hospital Infantil Nationwide, quien subrayó que las opiniones que dio a CNN no reflejaban las de esas instituciones.

Yen se mostró de acuerdo, pero subrayó que creía que el recluso estaría inconsciente: “No administran el bromuro de vecuronio hasta que el personal sanitario hace una comprobación de consciencia”.

En este punto del proceso, una lágrima recorrió el rostro de Gilbert Postelle durante su ejecución en 2022 en la Penitenciaría Estatal de Oklahoma, según relataron los testigos. “Se trataba de un lagrimeo que, en mi opinión, […] sería un signo de estrés extremo”, declaró la Dra. Gail Van Norman, profesora de Anestesiología de la Universidad de Washington que presenció la ejecución.

Según el testimonio del Dr. Mark Heath, profesor de Anestesiología de la Universidad de Columbia, en el caso Baze contra Rees, una demanda estatal que impugna el protocolo de ejecución de Kentucky, las lágrimas indican que la persona puede estar insuficientemente anestesiada.

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Pasan uno o dos minutos antes de que el director ordene al personal que proceda, según el registro de una ejecución reciente en Oklahoma.

Lo que dicen los expertos:

Según los expertos, esta dosis de bromuro de vecuronio causaría por sí sola la muerte por asfixia. La parálisis del diafragma significa que el recluso no podría respirar.

Fase 3: terminación

Se inyecta el tercer fármaco, que detiene el corazón.

Tercer fármaco

Dos de las últimas jeringas están llenas de cloruro de potasio y etiquetadas en rojo en el colector, y la última está llena de solución salina y marcada en negro.

Los médicos suelen administrar cloruro de potasio para tratar los niveles bajos de potasio en sangre, que ayuda al corazón y los riñones. En una dosis suficientemente alta, puede detener el corazón, y a veces se utiliza exactamente para eso en cirugías cardíacas que no pueden realizarse mientras el corazón sigue latiendo, explicaron Groner y Yen a CNN.

El jefe del equipo IV lee en voz alta que el recluso recibirá una dosis de 240 miliequivalentes (mEq) de cloruro de potasio, más 60 mililitros de solución salina, y luego administra esas dosis.

Lo que dicen los NIH:

Una dosis clínica intravenosa de cloruro de potasio oscila entre 10 mEq por hora y 40 mEq por litro de agua.

Lo que dicen los expertos:

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El cloruro potásico es doloroso cuando se inyecta o se administra por vía intravenosa, según los expertos. “Se siente como si tu brazo se estuviera quemando”, dijo Groner a CNN, y el recluso podría sentir ese dolor si no está totalmente inconsciente, indicó Zivot.

Ese dolor se ve amplificado por la dosis y la velocidad a la que se administra la sustancia química al recluso, según declaró Yen para el Estado en el caso Glossip contra Chandler.

El preso entra en paro cardíaco

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Una vez que la cantidad de potasio llega al corazón del recluso, provoca un paro cardíaco. Esto puede ocurrir entre 30 y 60 segundos después de la inyección, según Van Norman, que ha examinado las lecturas de los monitores cardíacos de reclusos en casos judiciales de inyección letal.

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El monitor cardíaco del recluso no tarda en desplomarse.

Se registra la hora de la muerte del recluso.

El jefe del equipo intravenoso revisa al recluso. El director o la persona designada anuncia que el recluso ha muerto.

Un funcionario cierra las cortinas de la sala de observación.

Es importante señalar que el proceso no siempre se desarrolla según lo previsto. En los últimos años, Oklahoma ha llevado a cabo una serie de ejecuciones que los críticos han considerado fallidas, un término amplio utilizado para describir cualquier ejecución que se desvíe de un protocolo prescrito, incluidas aquellas en las que se alega que el recluso ha sufrido desmesuradamente.

En 2014, por ejemplo, un informe revela que Clayton Lockett se retorció y gimió durante su ejecución por inyección letal. Sufrió un aparente ataque al corazón 43 minutos después de que le administraran la primera inyección, según documentos estatales y testigos. Y en 2021, John Grant convulsionó y vomitó en la camilla después de que le inyectaran el primer fármaco, según testigos.

Entre los métodos de ejecución utilizados para castigar algunos de los crímenes más monstruosos de la historia estadounidense, incluidos el ahorcamiento, el pelotón de fusilamiento y la silla eléctrica, la inyección letal se ha convertido en el método principal. Se ha llegado a esto, escribió la Asociación Médica Estadounidense en su escrito de 2018 a la Corte Suprema de Estados Unidos, “como resultado de la marcha de un siglo de este país desde la horca hacia la imitación abierta de la práctica médica en los protocolos de ejecución patrocinados por el Estado, siempre en busca de la forma más ‘humana’ de matar”.

Sin embargo, el juramento hipocrático después de siglos sigue incluyendo este voto, señala el escrito: “No administraré un fármaco letal a nadie si me lo piden, ni aconsejaré tal plan”.

Y un amplio grupo de expertos en la materia, entre los que se encuentran también el Colegio Estadounidense de Médicos Correccionales, la Sociedad Estadounidense de Anestesiólogos y la Asociación Médica Mundial, afirma que “no es ético que los médicos participen en la pena de muerte”, según la Asociación Médica Estadounidense.

Para Groner, la inyección letal, como escribió el grupo médico al alto tribunal es, de hecho, una “farsa”, dijo. “Es el barniz de respetabilidad médica que se ha utilizado para hacerla aceptable”.

Este artículo fue publicado en noviembre de 2023 y ha sido actualizado