Llamado a la Tierra es una serie editorial de CNN comprometida con reportar los desafíos ambientales que enfrenta nuestro planeta, además de mostrar las soluciones a esos retos. La Iniciativa Perpetual Planet, de Rolex, se ha asociado con CNN para crear conciencia y educación sobre los asuntos de sostenibilidad claves y para inspirar acciones positivas.

(CNN Español) – Buena parte de los océanos son considerados un bien común de la humanidad, según la legislación internacional marítima, lo que hace que la pregunta de quién es su dueño tenga dos respuestas en apariencia contradictorias, tal como explican los Museos Reales de Greenwich: todos lo somos y nadie lo es.

Los océanos cubren cerca de dos terceras partes de la superficie del planeta. De toda esa vasta extensión, hay un 64% que no está bajo la jurisdicción de ningún país en específico, según las cifras de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés). A esta área, que a su vez representa un 43% de todo el territorio de la Tierra, se le llama “altamar”.

La noción de que en tiempos de paz los océanos estuvieran abiertos a todos los países y no bajo jurisdicciones exclusivas se remonta al siglo XVII, según reseña la Enciclopedia Britannica: la propuso entonces el jurista holandés Hugo Grotius. Sin embargo, recién dos siglos después se convirtió en un principio de ley internacional generalmente aceptado. Para ese entonces, la libertad en el mar se conectaba con otras libertades económicas que eran fuertemente defendidas por países con grandes poderes marítimos y comerciales, en especial el Reino Unido. Era la época del laissez faire.

Sin embargo, desde entonces el camino no fue color de rosa. Eventualmente países costeros demandaron más seguridad y zonas en las que ejercer exclusivamente los derechos de explotación de los recursos y, para la segunda mitad del siglo XX, el asunto había desencadenado serios conflictos.

El camino diplomático para la resolución tuvo un hito en 1958 con la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, que se puso como objetivo codificar la normativa que regulaba el altamar. Encuentros sucesivos desembocaron en la firma de un tratado amplio sobre el derecho marítimo que data de 1982.

“Uno de los principios de la ley marítima es la libertad del altmar”, dicen los Museos Reales de Greenwich. “Este principio significa que todos los países tienen el derecho a usar los océanos para navegación, pesca y otras actividades sin interferencia de otros. El océano es gratis para todos”. La contraparte es precisamente esa convención de 1982 que afirma que, como patrimonio común de la humanidad, “ningún Estado podrá reivindicar ni ejercer soberanía ni derechos soberanos” sobre el océano y sus recursos.

Esta convención forma parte de un sistema de disposiciones y regulaciones legales vinculadas al altamar que cubren una larga lista de temas que van desde la pesca a la navegación, pasando por la conservación, entre otras.

Mar territorial vs. altamar

¿Qué pasa con el 36% de aguas oceánicas restantes que no se consideran altamar? Estas áreas, a las que se denomina “mar territorial”, son franjas sobre las que los países costeros tienen control y generalmente se extienden 200 millas náuticas a partir de las costas.

Se las conoce como “zonas económicas exclusivas” y en ellas los países tienen el derecho de explorar y utilizar los recursos que encuentren. Esto incluye los marinos, para actividades como la industria pesquera, y también el gas y el petróleo que puedan hallar en el lecho submarino.

Un hito para la gestión de los océanos: el nuevo tratado de altamar

En 2023, tras años de negociaciones, se aprobó un nuevo tratado de altamar de la ONU.

Si los Estados lo ratifican, es considerado por expertos como un instrumento poderoso para la protección de los océanos ya que habilita, por ejemplo, la creación de una red de áreas marinas protegidas. También obligaría a los Estados a evaluar el impacto ambiental de sus actividades en altamar antes de que reciban autorización.

Sin embargo, el proceso para que este tratado se convierta en una herramienta útil avanza con lentitud. Hasta ahora, de los 87 países que lo firmaron solo cuatro lo han ratificado: Belice, Chile, Palaos y las Seychelles. Es necesario que al menos 60 países lo ratifiquen para que entre en vigor.

¿Qué está en juego?

Habitualmente asociamos la preservación de los océanos a las especies que los habitan y con razón: estas masas de agua son hogar de 250.000 especies conocidas, según cifras de la ONU, que estima que aún quedan por identificarse dos tercios de las especies marinas que existen.

Sin embargo, los océanos son clave en muchas otras áreas. Por un lado, son reguladores del clima y los patrones meteorológicos al llevar el calor de la región de la línea del ecuador en dirección a los polos.

Además, tal como explica la organización Parlamentarios para la Acción Global, almacenan 50 veces más dióxido de carbono que la atmósfera; y las algas, plancton y fitoplancton que los habitan producen más del 50% del oxígeno mundial.

Y, por si fuera poco, son fuente de alimento y trabajo para millones de personas. De acuerdo a las cifras de la organización, solo la pesca emplea de manera directa o indirecta a más de 200 millones de individuos, cuyos medios se ven amenazados precisamente por la sobrepesca descontrolada.