(CNN) – Hassan Nasrallah, quien fue asesinado por Israel dijo en un ataque en el sur de Beirut, convirtió a Hezbollah en una de las fuerzas paramilitares más poderosas de Medio Oriente. Su muerte corona una serie de golpes devastadores para el grupo, que ya se tambalea por la humillación de que infiltraran su red de comunicaciones, y sugiere que uno de los enemigos más formidables de Israel está profundamente herido.
Nasrallah, uno de los miembros fundadores del grupo formado hace cuatro décadas con la ayuda de Irán, ascendió a la cúpula de Hezbollah en 1992. Sustituyó a su predecesor y mentor, Abbas Musawi, como secretario general de Hezbollah, después de que éste muriera por un ataque de helicóptero israelí.
Nacido en Beirut en agosto de 1960, hijo de un tendero y su esposa, Nasrallah pasó su adolescencia bajo la sombra de la guerra civil libanesa.
Su familia se vio obligada a huir de la capital cuando estallaron los combates en 1975 y se trasladó al sur, a un pueblo cercano a la ciudad costera de Tiro.
Un año después, Nasrallah se trasladó a Iraq para asistir a un seminario chiíta. Pero fue expulsado rápidamente durante la persecución de los musulmanes chiíes bajo el régimen represivo del presidente iraquí Sadam Husein, y regresó al Líbano para estudiar con su maestro, Musawi.
Cuando Israel invadió Líbano en 1982, Nasralá reunió a un grupo de combatientes para resistir la ocupación, grupo que se convertiría en Hezbollah.
Ese año, las fuerzas israelíes tomaron casi la mitad del territorio libanés y fueron consideradas responsables de la muerte de al menos 17.000 personas, según informes y una investigación israelí sobre una masacre en un campo de refugiados de Beirut.
Transformación de Hezbollah
Conocido por sus encendidos discursos, el líder supervisó la transformación de Hezbollah, que pasó de ser un grupo de militantes desorganizadps en la década de 1980 a una organización que montó una campaña concertada para expulsar la ocupación israelí en 2000.
Con Nasrallah, el grupo extremista libanés se convirtió en una fuerza de combate regional. Dirigió el crecimiento de las fuerzas de Hezbollah —se cree que sus combatientes y reservistas ascienden a 100.000—, así como la proliferación de su arsenal, que cuenta con misiles y drones de largo, medio y corto alcance.
Nasrallah contaba con cientos de miles de seguidores, en su mayoría musulmanes chiíes, en Líbano, Iraq, Siria y Yemen. Su influencia en el denominado eje de resistencia respaldado por Irán creció exponencialmente después de que Estados Unidos matara en 2020 al general de alto rango iraní Qassem Soleimani, arquitecto del eje regional.
Hezbollah es el grupo no estatal más fuertemente armado de la región y la fuerza política más dominante en un Líbano en crisis. Gran parte del mundo occidental ha designado a Hezbollah como organización terrorista.
“Líbano no dejará de apoyar a Gaza”
El grupo libanés ha intercambiado cada vez más ataques con Israel desde que este lanzó su asalto a Gaza tras los ataques del 7 de octubre dirigidos por Hamas, lo que ha exacerbado las tensiones en la región.
Hezbollah afirma que ha estado disparando contra Israel en solidaridad con Hamas y con los palestinos que intentan sobrevivir a los ataques israelíes en Gaza, que han matado a más de 41.000 personas, según el Ministerio de Sanidad de la zona.
Días antes de su muerte, Nasrallah prometió seguir atacando posiciones israelíes hasta que termine la ofensiva de Israel en Gaza. “Lo digo claramente: no importan los sacrificios, las consecuencias o las posibilidades futuras, la resistencia en Líbano no dejará de apoyar a Gaza”, dijo en un discurso el 19 de septiembre.
El temor a una guerra total alcanzó su punto álgido este mes, después de que Israel desencadenara una oleada de explosiones letales en todo Líbano dirigidas contra combatientes de Hezbollah. Muchos de los muertos eran transeúntes civiles.
Desde entonces, los ataques israelíes han obligado a cientos de miles de libaneses a abandonar sus hogares. En total, desde el 7 de octubre han muerto más de 1.500 civiles en Líbano y más de 200.000 personas han sido desplazadas, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU. Las autoridades libanesas calculan que el número real de desplazados se aproxima al medio millón.
Defensores de los derechos humanos han condenado enérgicamente la violencia, incluido el secretario general de la ONU, António Guterres, quien advirtió que Líbano está sufriendo su periodo más sangriento “en una generación” y pidió a Israel y Hezbollah que “pongan fin a la matanza y la destrucción”.