(CNN) –– Durante más de 1.000 días de guerra, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, les advirtió reiteradamente a los aliados occidentales de Kyiv sobre las terribles consecuencias, potencialmente nucleares, si “intensifican” la guerra y le dan a Ucrania las armas que necesita para defenderse.
Las amenazas de Putin se volvieron aún más feroces este mes después de que el Gobierno de Biden finalmente le diera permiso a Kyiv para lanzar armas estadounidenses de mayor alcance contra objetivos en el interior de Rusia. En respuesta, Putin actualizó la doctrina nuclear rusa y disparó un nuevo misil balístico con capacidad nuclear contra Ucrania. El mensaje fue tomado como una clara amenaza para los partidarios de Ucrania: no nos pongan a prueba.
Sin embargo, casi tres años después del inicio de la guerra, estos acontecimientos adquirieron un ritmo familiar. Cada vez que Ucrania hacía una petición –primero pidiendo tanques, luego aviones de combate, luego municiones de racimo, luego armas de largo alcance– sus aliados se debatían sobre si concedérsela o no, por temor a que eso intensificara el conflicto y provocara una respuesta rusa.
Cada vez que Occidente aceptó las peticiones de Ucrania, las amenazas más catastróficas de Rusia no se materializaron. Lo que era tabú una semana, se volvió normal la siguiente.
A pesar de las crecientes amenazas de Putin desde que se derrumbó el último tabú, hay pocos motivos para creer que esta vez será diferente, le dijeron analistas a CNN.
En cambio, dijeron que la reacción ansiosa a los nuevos poderes otorgados a Ucrania es otro ejemplo de la exitosa estrategia del Kremlin de obligar a Occidente a ver el conflicto en los términos de Rusia, para que se confunda cada nuevo intento de Ucrania de resistir la agresión rusa como una “escalada” importante.
Además de los campos de batalla, el Kremlin ha estado involucrado en una lucha para obligar a Occidente a argumentar desde premisas rusas en lugar de las suyas propias, y a “tomar decisiones en esa realidad alternativa de la generación del Kremlin que le permitirá a Rusia ganar en el mundo real”, dijo el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, por sus siglas en inglés), un grupo de expertos, en un informe en marzo.
Kateryna Stepanenko, coautora de ese informe, le dijo a CNN que la estrategia era un resurgimiento del concepto soviético de “control reflexivo”, mediante el cual un Estado impone un conjunto falso de opciones a su adversario, y lo obliga a tomar decisiones en contra de sus propios intereses.
“Los persistentes debates occidentales y los retrasos en la ayuda militar occidental a Ucrania son un claro ejemplo de la exitosa estrategia de control reflexivo del Kremlin, que había comprometido a Occidente con la autodisuasión a pesar de las rutinarias escaladas rusas de la guerra”, dijo Stepanenko.
Esta estrategia se pudo apreciar el jueves después de que Rusia lanzara un ataque a gran escala contra la red eléctrica de Ucrania. Aunque Putin dijo que el ataque fue “una respuesta de nuestra parte” a la decisión del Gobierno de Biden sobre armas de mayor alcance, Rusia no necesitó un pretexto para tales ataques en el pasado.
Los recientes cambios de política de los aliados occidentales de Ucrania –que se produjeron después de que Rusia sumara a unos 11.000 soldados norcoreanos en su esfuerzo bélico– “no son una escalada como el Kremlin intenta presentar”, dijo Stepanenko.
“Rusia lanzó una invasión a gran escala sin provocación alguna en Ucrania y ha estado intensificando sistemáticamente la guerra para mantener su iniciativa en el campo de batalla. La aprobación del uso por parte de Ucrania de sistemas de ataque de largo alcance contra Rusia finalmente le está permitiendo a Ucrania nivelar sus capacidades”, afirmó.
Políticas “sin sentido”
El Gobierno de Biden envió sistemas de misiles tácticos del ejército, o ATACMS, de fabricación estadounidense a Ucrania a principios de este año, pero impuso condiciones estrictas sobre cómo podrían usarse: solo contra objetivos rusos en la Ucrania ocupada, pero no en el territorio propio de Rusia.
William Alberque, exdirector del Centro de Control de Armamentos, Desarme y No Proliferación de Armas de Destrucción Masiva de la OTAN, dijo que esta política tenía poco sentido y que beneficiaba enormemente a Rusia.
Al proporcionar a Ucrania ATACMS pero solo permitirle atacar partes de Ucrania ocupadas por Rusia, “le enviamos a Rusia el mensaje: ‘¿Sabes qué? Si te mueves un par de metros más allá de esa frontera, estás a salvo’”, le dijo Alberque a CNN.
“Estoy seguro de que los comandantes rusos no podían creer su suerte. ‘Entonces, si establezco mi cuartel general aquí, me harán estallar, pero si lo establezco a un kilómetro de distancia, ¿estaré bien? ¿En serio? ¡Genial!’”
En efecto, esta política llevó a “la idea de que Rusia puede matar a cualquiera en cualquier parte de Ucrania, pero Ucrania no puede matar a las tropas que en realidad la están atacando si están al otro lado de la frontera (en Rusia). Esta idea es una tontería”, dijo Alberque.
El accionar de Ucrania se enmarca en las leyes de los conflictos armados. Como dijo el ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Radek Sikorski, a CNN en septiembre: “la víctima de una agresión tiene derecho a defenderse también en el territorio del agresor”.
Los límites se modifican
En medio de las reacciones ante los acontecimientos de la semana pasada, es fácil olvidar que Ucrania lleva mucho tiempo lanzando drones de fabricación nacional contra objetivos situados en zonas muy alejadas de Rusia, y que ya había disparado armas occidentales contra territorio que el Kremlin considera suyo. La decisión de disparar armas occidentales de alcance ligeramente superior es una diferencia de grado, no de tipo.
Durante más de un año, Kyiv utilizó misiles británicos Storm Shadows para atacar Crimea, ocupada por Rusia desde 2014. Durante meses, Kyiv pudo disparar misiles ATACMS contra objetivos rusos en la Ucrania ocupada. Por ley, Rusia considera estos territorios como suyos y ha advertido de las terribles consecuencias que podría acarrear si Ucrania los ataca con armas occidentales.
Desde mayo, Washington también le permite a Kyiv utilizar misiles estadounidenses de corto alcance para atacar objetivos en Rusia al otro lado de la frontera con la región nororiental ucraniana de Járkiv. Antes de que el presidente Joe Biden diera luz verde a esa decisión, Putin hizo amenazas nucleares similares, en las que advirtió que la medida podría tener “graves consecuencias” para los “países pequeños y densamente poblados”. No fue así.
“Una y otra vez demostramos que cuando se cruza una línea roja falsa, en realidad no pasa nada”, afirmó Alberque. Aun así, subrayó que las amenazas eran suficientes para impedir que Occidente le diera a Ucrania lo que necesitaba para defenderse.
Aunque las amenazas se intensificaron una vez más tras los acontecimientos de la semana pasada, Alberque dijo que hay pocos motivos para sospechar que esta vez sea realmente diferente. La perspectiva de un Gobierno entrante de Donald Trump –que durante mucho tiempo se supuso que era el resultado deseado por Putin– significa que es aún menos probable que Rusia cumpla sus amenazas.
“El riesgo de que de repente hagan algo que ponga en riesgo una intervención real de Estados Unidos o de los aliados de la OTAN, o que cambie fundamentalmente las actitudes globales hacia el conflicto, es relativamente bajo”, dijo Alberque.