La obra éxito, vuelve los escenarios de la costa argentina en esta temporada 2024. Todo: Instagram

(CNN Radio Argentina)- Para dar con esta respuesta, y con otras tantas preguntas que puedan surgir a partir de cuestiones que sabe impartir la historia, tal vez haga falta ver esta obra de Alfredo Allende que cuanta con la adaptación de Rodolfo Ranni. “Divino divorcio” es una propuesta para reír, pensar, sentir y volver a reír. La pieza sale de gira próximamente por los distintos escenarios de las ciudades balnearias de la costa atlántica argentina.

Este domingo por la tarde Compañía de Radio conversó con el consagrado actor, Rodolfo Ranni, uno de los artistas más queridos y admirados de nuestro país. Además de compartir al aire de CNN Radio algunos detalles sobre el reestreno de la exitosa propuesta teatral, también se animó a convidar a todos (“El Tano” también es todo un especialista en cuestiones culinarias) de una entrañable y emocionante anécdota personal; una de esas historias que muchas veces los seres humanos atravesamos y que requieren de esos milagros inesperados, para lograr sanar el dolor de culpa y encontrar así cierta calma y tranquilidad.

-Está a días de empezar la gira con la obra, y ya me contás todo lo que vos quieras de eso; pero, antes que nada, queremos saber: ¿De qué se trató el accidente doméstico que tuviste, y cómo estás con eso?

-“Sí, es verdad que tuve un accidente en casa. Me caí de la escalera y me golpeé fuerte. Tan duro fue el accidente que me lastime muy fuerte cuatro costillas. Por suerte ahora estoy bien, muy bien. Fue un proceso largo de recuperación. Al principio fue muy duro, porque ante una rotura así, nada hay para hacer más que esperar que se repare el cuerpo. De todos modos, esto ocurrió en noviembre, pero la nota en la cual yo lo conté se publicó hace poco, y eso hizo que todos creyeran que el accidente era de ayer. No, esto ya pasó y estoy recuperado casi totalmente”.

“Incluso fue durante el proceso de mejoría del accidente ya habíamos empezado a ensayar la obra con Esther. Ya estoy casi completamente recuperado, me falta un poquito, que es nada. La pasé duro, no podía ni toser sin sentir el dolor, pero ya pasó. Creo que no existe otra manera de vivir que no sea la de seguir adelante. Además, entre nosotros: ¡No me va a parar una costilla!”.

-Contame de la obra que es, como decís vos, una historia para reír, para pensar… Estas con Esther Goris y ya de gira!

-“Ya estamos de gira, sí. Se trata de “Divino divorcio”, la cual ya habíamos estrenado (al salir de la pandemia) junto a Viviana Saccone. Esta vez la hago junto a Esther Goris. El nudo de la historia es básicamente una pareja que decide divorciarse y que quiere hacer una fiesta para celebrarlo. Tal cual como se hace cuando uno se casa, pero esta vez, el festejo sería para brindar por el divorcio. De todos modos y sin develar nada: hay un conflicto entre ellos a resolver, o no. El público lo advertirá”.

“En dos días arrancamos esta gira por la costa argentina. Empezamos en Pinamar, el martes próximo, y luego iremos una a una recorriendo las salas de las distintas ciudades balnearias. Después volvemos unos días a Buenos Aires, y retomamos en febrero la gira. Estamos muy contentos. Estamos grandes y a veces la movida claro que nos cansa, pero nos hace felices hacer teatro y yo no concibo la vida sino es moviéndome. La vida es pleno movimiento. Espero que la gente guste de la obra, yo creo que les va a encantar”.

- ¿Es la primera vez que trabajan juntos Esther y vos?

-“Con Esther habíamos hecho televisión, pero esta sí es la primera vez que actuamos juntos en un escenario con público. Ella está magnifica y, como te digo, ¡estamos felices por esta obra! Así que, me parece que, en nuestro trabajo, como en la vida, hay que mirar para adelante y no quedarse. Es importante esto de moverse y permanecer quieto en un solo lugar; es una manera de ver la vida, que se yo. Al menos me sirve esto de pensar lo importante que es esto de seguir caminando como burro, con zanahoria por delante; así de simple y así de complejo a la vez”.

- ¿Tano cómo llegaste a Argentina? ¿Cómo es tu historia respecto al arribo de tu familia desde Italia?

“Llegamos en el año 1947, yo tenía 10 años. Mi viejo ya estaba enfermo y quiso venir a pasar sus últimos años cerca de sus hermanos. Arribamos al país, nos establecimos bien, pero la vida no fue tan benévola con él, y fue poco el tiempo que le dio. Murió un año después”.

Un anillo, los errores de la juventud y un “milagro inesperado”

-Hay una anécdota muy emotiva que te escuché contar, una que tiene que ver con un anillo de tu papá, que es muy linda. ¿Podrías contarla?

“Resulta que yo me hacía apropiado de un anillo de acero con unos detalles de oro, los cuales eran las letras iniciales suyas (que son las mismas que las mías, por cierto). Me apropié de eso y de muy joven recuerdo haberlo vendido a un ordenanza de un lugar en donde yo trabajaba. Un compañero de trabajo”.

“El tema hubiera sido menor, de no haber sentido yo, años más tarde, una tremenda culpa por haber incurrido en tan bajo acto. No se, me sentí mal por haberlo hecho, no estaba conforme con mi actuación, me parecía que había estado mal, sobre todo, teniendo en cuenta que, con esa plata, me había comprado algo así como dos paquetes de cigarrillos y un par de pizzas”.

“Volviendo a la culpa que yo sentía: Un día se me ocurrió pedirle al ordenanza volver a recuperar el anillo. Le dije que se lo quería comprar, pero él se negó rotundamente, diciéndome que había pagado por él y que ahora era suyo y no estaba dispuesto a vendérmelo”.

De aquella anécdota que les cuento, pasaron cuarenta años cuando un día, mientras me encontraba trabajando junto a mi colega Juan Carlos Galván, él se me acerca y me dice:  Tano, yo voy con el auto a un mecánico en Banfield que me contó que su suegro, antes de morir, pidió que la familia te busque y te dé un anillo que te pertenece. Eso fue toda una sorpresa para mí; pero al mismo tiempo no estaba dispuesto a perderme la oportunidad de recuperar el anillo. Claro que no me era para nada natural el tema de que alguien me citara en su casa para devolverme algo que yo había querido recuperar tanto tiempo antes”.

“Aun así con desconfianza, y con ciertas precauciones para el caso, le dije a mi mujer que iba a ir y fui a la dirección indicada donde me esperaban los hijos de este hombre sobre quienes pesaba el encargo. Llegué a destino. Me hicieron pasar. Al rato una de sus hijas me miró, extendió su mano y me dijo: Tome, esto es suyo. Mi padre nos encargó que se lo diéramos, acá está, tenga. Yo no sabía qué hacer. Insinué pagarle, y ella me dijo: ¡No, de ningún modo! Téngalo usted”.

“Todo esto se dio en una época brava. En aquel entonces, mejor saber dónde y con quien ibas. Pero haber ido ese día me hizo recuperar el anillo y calmar un poco la culpa que yo sentía por deshacerme de esa pertenencia de esa manera”.

“Volví a casa y me acosté a dormir una siesta. Cuando al rato me levanto, un poco aturdido por lo que había vivido ese día le pregunto a mi mujer: ¿Qué fecha es hoy? Ella me contestó: 2 de abril. Ahí me di cuenta de que esto había sucedido el día del cumpleaños de mi viejo. Evidentemente tal vez esta fue la manera posible en la que él me perdonó por haber vendido ese anillo”.