Por Meg Urry, especial para CNN
Nota del editor: Meg Urry es profesora de la cátedra de Física y Astronomía Israel Munson y es directora del departamento de Física en la Universidad de Yale, en donde dirige el Centro Yale para la Astronomía y la Astrofísica.
(CNN) — ¿Hay alguien allí afuera?
Durante milenios, los humanos han contemplado el cielo por la noche, haciéndose esa pregunta. Por eso, los científicos y la NASA están buscando “exoplanetas”, planetas que orbitan estrellas diferentes a nuestro sol.
La semana pasada, el satélite Kepler de la NASA reportó el descubrimiento de tres exoplanetas del tamaño de la Tierra dentro de la llamada “zona habitable”: las cercanías de una estrella en la que puede existir agua líquida, esencial para la vida como la conocemos.
En nuestro sistema solar, solo hay tres planetas dentro de la zona habitable cercana a nuestro sol: Venus, la Tierra y Marte.
Los planetas que se encuentran muy cerca de la estrella a la que orbitan, como Mercurio, son demasiado calientes para que haya agua líquida. Incluso Venus es demasiado caliente debido al efecto invernadero ocasionado por su atmósfera, rica en dióxido de carbono. Los planetas más alejados de su estrella, como Júpiter, son demasiado fríos, al menos en la superficie, aunque Europa, una de las lunas de Júpiter, puede tener océanos de agua líquida debajo de su corteza helada.
Saluda a los tres nuevos exoplanetas: Kepler 62e y Kepler 62f son el quinto y sexto planeta que orbitan a la estrella Kepler 62; Kepler 69c es el tercer planeta que orbita a —sí, adivinaste— a la estrella Kepler 69. Los tres son casi del mismo tamaño que nuestra Tierra.
Kepler 62f tiene un diámetro 40% mayor que el de la Tierra. Su movimiento de traslación es de 267 días, muy parecido al periodo de 225 días de Venus. No sabemos de qué está compuesto Kepler 62f, pero se sabe que otros exoplanetas de tamaño similar son rocosos, así que es la mejor conjetura que se puede hacer hasta ahora.
Kepler 62e es casi un 60% más grande que la Tierra y probablemente es más cálido, ya que se encuentra en la parte interior de la zona habitable y recorre su órbita en 122 días, poco más que la órbita de 88 días de Mercurio.
Puedes reconocer un patrón: entre más corto sea el periodo orbital de un planeta, más cerca está de la estrella. Para los amantes de la física, esto se deduce directamente de la ley de la gravedad de Newton, pero esa es una clase para otra ocasión.
Por ahora, puedo decirte que un año de Mercurio equivale a 88 días terrestres, un año de Venus equivale a 225 días terrestres, un año terrestre son 365 días y un año de Júpiter equivale a cerca de 12 años terrestres. (Por “año” me refiero al tiempo que dura el movimiento de traslación de un planeta alrededor de su estrella. Por “día” me refiero al periodo de rotación del planeta. ¡Depende del planeta lo que signifique “día” o “año”!).
Como Kepler 62 es una estrella menos caliente que nuestro sol, los planetas pueden orbitarla más cerca de lo que nuestra Tierra puede hacerlo alrededor del sol, antes de sobrecalentarse.
En contraste, el tercer planeta parecido a la Tierra, Kepler 69c, orbita a una estrella muy similar a nuestro sol (es decir, es más caliente que Kepler 62). Es 70% mayor que la Tierra y recorre su órbita en 242 días, muy parecido a Venus.
Debra Fischer, prominente cazadora de exoplanetas y colega mía en Yale, explicó la importancia del descubrimiento: “El radio de estos planetas los hace los más pequeños en ser detectados fuera del sistema solar. La estrella huésped es casi mil millones de años más antigua que nuestro sol, así que las especulaciones acerca de la posibilidad de que haya vida en estos planetas es intrigante”.
Gracias a los estudios científicos en la Tierra, sabemos que los compuestos orgánicos se forman cuando existen los elementos químicos adecuados y cierta cantidad de energía. Se han encontrado organismos vivientes en regiones aparentemente hostiles en la Tierra, como en los desiertos más secos, en la Antártida o cerca de chimeneas térmicas en las profundidades del océano. Al parecer, si existen los ingredientes adecuados, es casi imposible evitar que haya vida.
No sabemos con certeza si hay vida en Venus o en Marte. Si la hay, es improbable que se parezca a los alienígenas que construyen canales, a ET o a cualquier fantasía de la ciencia ficción. Los alienígenas parlantes y andantes habrían sido visibles desde hace décadas gracias a los telescopios y robots de exploración.
Pero, ¿podría haber vida inteligente en otro sistema planetario que orbita a una de las 100,000 millones de estrellas que existen en nuestra Vía Láctea? ¿Podríamos comunicarnos con ellos? ¿Podríamos visitarlos?
El satélite Kepler se diseñó para buscar planetas alrededor de casi 100.000 estrellas. Hasta el 19 de abril de 2013, el sitio web Planet Quest del Laboratorio de Propulsión Jet de la NASA confirmó la existencia de 851 planetas y reportó 2,781 candidatos, lo que suma un total de 3,632 exoplanetas. Los científicos descubrieron la mayoría de ellos gracias a los datos del Kepler y algunos ciudadanos comunes encontraron otros cuantos mientras analizaban los datos del Kepler en el sitio web planethunters.org.
No podemos viajar a las estrellas más cercanas en el lapso de una vida humana. Un viaje como ese tomaría decenas de miles de años con la tecnología actual. Pero tenemos la tecnología para hablar con civilizaciones distantes. De hecho, hemos estado transmitiendo señales de televisión hacia el cosmos desde hace más de 80 años. Hemos tenido la tecnología para explorar el espacio y comunicarnos a través de grandes distancias desde hace menos de 100 años, una pequeña fracción de los millones de años de existencia de la humanidad y mucho menos que los 4,500 millones de años que han transcurrido desde que se formó la Tierra.
Así que es posible que cualquier otra civilización tecnológicamente sofisticada sea mucho más avanzada que nosotros. Eso significa que probablemente nos harían saber que están aquí si quisieran. Por ahora, podemos seguir enviando nuestras señales de televisión, buscando sus transmisiones y estudiando los exoplanetas para encontrar señales de vida.
El jueves, durante una reunión del comité de asesoría científica de la NASA en el que participo, el astronauta y administrador asociado para la ciencia en la NASA, John Grunsfeld, terminó su presentación y nos informó acerca de los emocionantes descubrimientos del Kepler. Como lo indicó en el comunicado de prensa, estamos “un poco más cerca de encontrar un sitio como nuestro hogar. Es cuestión de tiempo para que sepamos si la galaxia alberga muchos planetas como la Tierra o si somos una rareza”.
Al término de nuestra reunión del comité, pregunté a uno de los integrantes del equipo audiovisual de la NASA si había escuchado hablar de los nuevos exoplanetas. “Oh, sí”, respondió, “los que se encuentran en la zona habitable”. Preguntó si podría existir vida en uno de esos planetas y si podríamos visitarlos. Esas son las cosas que le emocionan de trabajar en la NASA.
La gente quiere saber si hay vida en otras partes del universo. Queremos visitar esos planetas, ver qué clase de criaturas viven allí, compararlos con nuestro mundo, descubrir qué hay allá afuera.
Gracias al Kepler, a la NASA, a los científicos dedicados y a los ciudadanos curiosos, estamos mucho más cerca de descubrirlo.
Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Meg Urry.