Nota del editor: Mark Galeotti es investigador principal en el Instituto de Relaciones Internacionales de Praga, y es coordinador de su Centro para la Seguridad Europea. Es especialista en asuntos de seguridad rusos, inteligencia y crimen organizado y es también director principal de la consultora Mayak Intelligence, especializada en investigaciones sobre Rusia. Las opiniones en este artículo son de su propia responsabilidad.
(CNN) – Las voces críticas de los medios son denunciadas como “enemigas del pueblo”.
El poder no está en manos de funcionarios electos, sino de los amigos cercanos del presidente y su familia. El liderazgo del Estado se va hacia un segundo plano para favorecer así los intereses del círculo más íntimo.
Aunque no hay evidencia real de que Donald Trump sea el títere de Vladimir Putin, su Casa Blanca ciertamente comienza a parecerse al Kremlin en la forma en que funciona.
En primer lugar, existe la creencia de que puede definir la verdad según su conveniencia y gritar a los cuatro vientos que las diferentes perspectivas de los hechos son “noticias falsas”, para así etiquetar a los que cuestionan la línea oficial como “enemigos del pueblo”.
Por supuesto, el Kremlin, con su dominio en la televisión rusa, puede ser aún más ingenioso. El propagandista en jefe Dimitri Kiselev, por ejemplo, evoca regularmente relatos de extrañas conspiraciones y condena a los enemigos de Putin como traidores y fascistas.
La Casa Blanca está desafiando de forma muy enérgica la corona de Kiselev: desde las historias según las cuales Trump atrajo a “la audiencia más grande para presenciar una posesión presidencial” hasta las recientes acusaciones sobre interceptaciones telefónicas en la Torre Trump.
Pero el “cuarto estado” es sólo una de las instituciones bajo amenaza en los Estados Unidos de Trump.
Durante sus 17 años de dominio sobre Rusia (incluyendo un término como maestro de marionetas del primer ministro), Putin ha esencialmente vaciado las instituciones rusas.
A menos que tengan alguna relación personal con el jefe, los ministros son sólo gerentes subalternos, y la política no se decide, o ni siquiera se discute, en el gabinete, y mucho menos en el Parlamento. En su lugar, emerge de círculos sombríos de los aliados y compinches más cercanos de Putin, a menudo sin registros, advertencia o explicación.
Estados Unidos no está exactamente en la misma situación, pero es claro que las decisiones políticas más importantes también se están tomando entre gallos y medianoche. Después de todo, tanto en Moscú como en Washington, la clave del verdadero poder tiene más que ver con tu relación con el presidente, no con tu cargo.
En Rusia, el primer ministro, constitucionalmente la segunda figura más poderosa del gobierno, ha sido eclipsado durante mucho tiempo por Putin.
Trump tiene un enfoque similarmente personalizado e informal. Su hija Ivanka ahora tiene una oficina en la Casa Blanca y el acceso a la inteligencia clasificada. Su yerno, Jared Kushner, está desempeñando un papel fundamental en la política exterior. Aunque se vio obligado a retroceder parcialmente, el primer instinto de Trump fue sacarle la membresía permanente en el Consejo de Seguridad Nacional al director de inteligencia y a la cabeza del comando conjunto para hacerle lugar a Steve Bannon.
Lo que importa es cuántos grados de separación tengas con respecto al jefe, no lo que sepas o tu título.
Muchos entre el círculo íntimo de Trump son empresarios, así que quizá no sorprenda que puedan ver sus roles en términos de cómo fomentan sus intereses económicos.
Putin trata a todo el Estado ruso como su alcancía, pero también está cómodo ayudando a sus aliados más cercanos a desempeñarse bien por fuera de la política oficial. Personas como sus viejos compañeros, los Rotenberg, se adjudican lucrativos contratos gubernamentales, son rescatados de sus fracasos financieros e incluso son compensadas sus pérdidas.
Mientras tanto, a pesar de lo dicho por Trump acerca de haberse deshecho de su portafolio de sus empresas, sus amigos parecen beneficiarse. De hecho, ya ha dicho que quiere reducir los controles sobre Wall Street porque sus amigos tienen “buenos negocios en los que no piden dinero prestado”.
Al parecer, ya no hay nada de singular en el estilo de gobierno personalizado y de posverdad del Kremlin.