(CNN) – A pesar del tuit de Donald Trump en enero, esto ha sucedido. El misil que lanzó Corea del Norte el Día de la Independencia fue uno balístico intercontinental, según el secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson. Muy probablemente podría llegar a Alaska.
Corea del Norte probablemente todavía no ha dominado dos tecnologías clave: cómo miniaturizar una ojiva (las bombas pequeñas son más difíciles que las grandes) y cómo conseguir que un misil pase a través de la atmósfera sin que gire fuera de control o se queme. Pero con un misil de este rango, Corea del Norte está peligrosamente cerca de ser capaz de amenazar de manera creíble con un ataque nuclear a una ciudad estadounidense.
¿Cómo puede detenerse esto?
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El liderazgo norcoreano parece creer que sus programas nucleares y de misiles son vitales para su supervivencia. Está convencido (¿está errado?) de que mientras pueda amenazar a una ciudad estadounidense, Washington no se atreverá ya a buscar su derrocamiento, ni tampoco intentará reforzar a su aliado surcoreano, si Corea del Norte intenta reunificar la península coreana por la fuerza.
Ha declarado muy en claro y repetidamente que sus programas nucleares y de misiles no son piezas de negociación. Y ha sobrellevado las sanciones, incluso las más duras, en lugar de renunciar a estos programas.
La lógica es clara, pero escalofriante. Si el régimen cree que las armas nucleares (y los misiles para llevarlas) son vitales para su supervivencia, sólo una amenaza a su existencia mayor que la que plantea la ausencia de armas nucleares persuadirá al líder Kim Jong-un de abandonar su impulso por un elemento de disuasión nuclear.
En general, hay dos posibles amenazas.
En primer lugar, la comunidad internacional podría acumular suficiente presión económica para convencer al régimen de que, a menos que abandone estos programas, su economía se derrumbará y se enfrentará a una peligrosa revuelta interna.
Como más del 90% del comercio de Corea del Norte es con China, este enfoque sólo funcionaría con el apoyo activo de ese país. El presidente Trump sin duda tratará de convencer a su homólogo chino, Xi Jinping, de esto cuando se reúnan este jueves en Hamburgo.
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Pero China tiene muchas buenas razones para no querer empujar a Corea del Norte al borde del colapso y es poco probable que apriete tan duro las tuercas.
En segundo lugar, Estados Unidos podría amenazar de manera creíble con una acción militar seria contra Corea del Norte a menos que renuncie a sus programas.
Pero una guerra en Corea del Norte sería demasiado horrible. Aunque podría tomar rápidamente las principales ciudades norcoreanas, el ejército del país podría luchar hasta el amargo final.
Es probable que Corea del Norte utilice sus reservas de gas neurotóxico (con las que mató al desafortunado Kim Jong-nam) y, por supuesto, tiene armas nucleares.
Por lo tanto, ninguna opción es buena y, aunque cualquiera de los dos puede funcionar, tampoco esto es muy seguro. Corea del Norte sobrevivió a la hambruna de los años noventa sin colapsar, y el régimen podría calcular que podría sobrevivir de nuevo a algo similar.
Dado que Corea del Norte conoce que Estados Unidos sabe lo poco atractiva que es la opción militar, sería muy difícil para Washington convencer a Pyongyang de que esta es grave. Pyongyang podría simplemente ignorar estas amenazas y seguir en su camino actual, de forma independiente.
Esto no se ve nada bien. El mundo hace mucho tiempo se quedó sin buenas opciones para enfrentar a Corea del Norte. Ahora nos quedan dos caminos que son tan peligrosas como poco probables.
Y con cada lanzamiento y cada prueba nuclear, aumentan las posibilidades de que Corea del Norte desarrolle una bomba viable.